domingo, 7 de agosto de 2011

Capítulo 3: Un paso hacia el éxito... o algo parecido. (Parte 3: Casualidad)


  A las doce en punto del día, llegó Kevin en su camioneta, aquella que nos había acompañado a lo largo de los años. Una enorme Toyota color negro con un montón de calcomanías de bandas y restaurantes en la parte de atrás, un gigantesco rayón que cruzaba por toda la puerta del lado derecho de la parte trasera y una pequeña abolladura en el parachoques. No estaba en perfecto estado, pero funcionaba. Además, increíblemente, todavía olía a nuevo, eso era lo que más me agradaba de ella.
  Bajé por las escaleras al divisar el auto por mi ventana, me despedí de mi madre y salí disparada hacia afuera, emocionada de que en poco tiempo estaríamos ensayando para nuestro concierto en House of Rock.
  Abrí la puerta de la camioneta y me senté rápidamente en la silla del copiloto.
  — Hola, Natalie —me saludó Kevin con un abrazo y un breve beso en la mejilla.
  — Hola, Kev —exclamé canturreando aquellas palabras.
  — Se nota que estás emocionada —dijo sarcásticamente.
  Lo miré con desdén, y decidí seguirle la corriente.
  — ¿Se nota mucho? —dije, como si no fuera ya bastante obvio.
  Kevin sonrió, más no dijo nada. Pero no era una sonrisa cualquiera, no. Aquella era su típica sonrisa burlona, por la cual se caracterizaba.
  Sí, Kevin era muy maduro, quizás uno de los más maduros de la banda. Sabía tomar decisiones y nos daba consejos sabios. Pero cuando se trataba de bromear, se comportaba como el típico adolecente burlón que hace chistes malos de sus amigos. A pesar de todo eso, lo quería mucho.
  Pisó el acelerador y nos dirigimos hacia la casa de David. No quedaba muy lejos. Estaba a unos veinte kilómetros de la mía.
  Después de recoger a David, fuimos donde John y luego donde Jake.
  Al estar los cinco en el auto, nos dirigimos hacia House of Rock a prepararnos para uno de los momentos más grandes de nuestras vidas.
  Al llegar, nos bajamos, sacamos los instrumentos de la maleta, y nos dispusimos a entrar. En la puerta todavía estaba aquel odioso gorila del día de la audición. Si no nos dejaba entrar, se arrepentiría por completo. No quería verme enojada, se lo podía asegurar.
  Como lo esperaba, el formidable hombre nos dejó entrar sin prejuicios, y yo ni le dirigí la mirada. No me había agradado para nada lo que me hizo la última vez. Pero eso ahora no importaba. Sólo quería sentir con mis pies el escenario y compartirlo con cuatro de las personas más importantes en mi vida. Eso era lo único relevante para mí en ese momento.
  Cuando pude ver las coloridas luces de los reflectores, me emocioné aún más. Era increíble poder sentir aquella luz en mi rostro.
  El escenario era pequeño, la tarima era lo bastante alta como para que nadie del público se subiera al escenario, cosa que dudaba mucho, pues nadie nos conocía. También tenía muchísimos reflectores; algunos tenían luces amarillas, otros azules, rojas, etc. Era muy hermoso y mágico. El sentimiento que me dominaba al posar mis pies sobre él, era… indescriptible. Era como una mezcla de emoción, orgullo, ilusión, esperanza. Me sentía parte de algo grande, podía saber cómo se sentía ser… alguien.
  Mientras me entretenía con aquella sensación, observando las luces y en donde estaría el público, Kevin me observaba muy extrañamente. Como si nunca m hubiera visto de esta manera. Y me conocía desde hace 8 años, ya debería reconocer mi reacción frente a un escenario.
  Luego de admirar el lugar, fuimos a buscar a los jueces, aquellas personas que una vez no subestimaron, y luego se arrepintieron de sus acciones.
  Pude divisar a la mujer, la cual se encontraba en compañía de un hombre, el cual no era uno de los jueces. Este tenía una clase de escarapela colgada al cuello y unos auriculares negros. Deduje que era uno de los organizadores del sonido o algo por el estilo.
  — Hola, soy Natalie Ricci, vocalista de 15 Minutes of Fame. Vinimos aquí a hacer una audición hace poco —le dije a la mujer, tratando de hacer que se diera cuenta de nuestra presencia. Y lo logré.
  Al yo decir estas palabras, la juez dirigió su mirada hacia mí, y me dedicó una sonrisa. Luego dejó lo que estaba haciendo, y le dijo algo al hombre de los auriculares, que no pude escuchar.
  Se me acercó caminando. Daba pasos seguros, extrovertidos. Se notaba que sabía lo que hacía, que era buena en ello y que no le temía a los riesgos. En conclusión, una persona muy confiada de sí misma.
   — Hola, Natalie. Soy Amanda. Nos conocimos hace poco, ¿no? Vinieron a hacer la audición —hizo prácticamente eco de lo que le había dicho yo.
  Yo asentí, sonriente.
  — Qué bueno que hayan podido venir. Son una excelente banda, se merecen tocar aquí en mayo —dijo Amanda, esbozando una cálida sonrisa en su rostro. Yo me había dado cuenta desde el principio, cuando hicimos la audición, que ella era la más querida y educada de los tres. Fue la única que no demostró desprecio hacia nosotros.
  — Muchas gracias. Y es un honor estar aquí, esto es como un sueño hecho realidad, de veras —dije ilusionada.
  — Eres una chica adorable, Natalie. Dile al resto de la banda que dentro de cinco minutos empezamos a ensayar. Tengo que terminar un asunto por aquí.
  Dirigió su mirada al hombre de los auriculares, quien tenía toda su atención en una laptop. Parecía que nada ni nadie lo podría desconcentrar.
  — Empiecen a organizar los instrumentos. Afinen las guitarras y prueben el sonido mientras tanto. Ya les facilitamos la batería, así que no tienen por qué preocuparse por armar la suya.
  — De acuerdo, gracias, Amanda —dije sonriente.
  Ella me devolvió el gesto, y retomó su asunto con el hombre.
  Yo suspiré emocionada, y me dirigí hacia los chicos, quienes se le habían adelantado a Amanda. Ya estaban en el escenario, con las guitarras conectadas a los parlantes, y estaban afinándolas.
  — Buen trabajo —les dije mientras subía al escenario, escalera por escalera.
  John me sonrió, y luego agarré el micrófono que se encontraba encima de uno de los parlantes.
  Lo encendí, y de repente el horrible y abrumador pitido del micrófono extremadamente cerca del parlante, nos aturdió a todos y llenó el espacio con sus estruendosas ondas. No podía creer que fuera tan tonta como para haber encendido el micrófono allí, si sabía muy bien, por experiencia y por una teoría del retorno, que eso generaría aquel sonido. Si no apagaba el micrófono, me alejaba del parlante o bajaba el volumen, el sonido que salía del parlante sería de nuevo captado por el micrófono, y volvería a él, generando que las ondas siguieran moviéndose a una velocidad extremadamente rápida.
  Por acto reflejo, nos tapamos los oídos con las manos. Y yo, la responsable del problema, debería resolverlo. Sometiéndome a que mis tímpanos sufrieran, retiré ambas manos de mis orejas, y apagué el micrófono rápidamente.
  — ¡Ni se te ocurra volver a hacer eso! —exclamó Jake aturdido, un tanto enfadado.
  — Perdón, lo siento —dije apenada, alejándome con pasos rápidos y nerviosos, del parlante.
  Coloqué el micrófono en el soporte, y allí sí lo encendí sin problema alguno.
  — Aló, un, dos, tres —probé el sonido del micrófono. Sonaba bastante bien, a pesar de lo que había pasado hace poco.
  Seguí diciendo frases y palabras incoherentes por un rato para asegurarme que el sonido siguiera trabajando, cuando vi a Amanda acercándose.
  — Está bien, chicos, cuando estén listos me avisan para poder empezar el ensayo —dijo mientras se sentaba en una de las sillas del público.
  Yo, por mi parte, ya estaba lista. Pero tenía que esperar a Kevin, Jake, John y David para que terminaran de afinar sus instrumentos.
  Al cabo de unos dos minutos, sólo faltaba David. Al parecer casi nunca tenía que afinar una batería, pues la suya se mantenía en perfecto estado todo el tiempo. Así que se demoró unos preciados diez minutos más apretando tornillos y probando el sonido.
  Al David terminar —bajo presión, pues nos la pasamos apurándolo—, Amanda nos dijo que no nos moviéramos de nuestros lugares, porque un hombre iba a cuadrar las posiciones de las luces. Así que nadie movió un dedo.
  Después de quedar completamente iluminados, Amanda nos dio la orden de empezar a tocar la canción de la audición, “Luck”. Luego de nosotros tocársela por segunda vez, le dimos una lista de nuestras canciones. Ella empezó a seleccionar las mejores —según su punto de vista—, a medida que nosotros íbamos tocándoselas. No protestamos por sus decisiones, pues nos daba igual tocar cualquiera de nuestras canciones. Personalmente, me gustaban todas. Así que no tenía problema alguno.
  Después de haber ensayado por dos horas, Amanda nos dio permiso de tomar un receso.
  Saqué una botella de agua del bolso que traía, y empecé a beberla.
  — Oye, Natalie… David nos contó que te ganaste la beca —dijo Kevin como para poner tema de conversación.
  Fulminé a David con la mirada. Se suponía que no le diría a nadie. Y si se trataba de la banda, que me dejara decírselos yo misma.
  — Sí… —suspiré, algo feliz por recordar mi logro.
  — Felicidades —dijo Kevin con una amplia sonrisa, que le ocupaba casi todo el rostro.
  Le devolví el gesto en señal de agradecimiento.
  — ¿Por qué no nos habías contado? —preguntó John, un tanto ofendido por dejarlos a ellos prácticamente al final para decirles la noticia.
  — Chicos… mi madre me dijo apenas el domingo que me la había ganado. Y no los había visto durante toda la semana, así que no tuve la oportunidad. Además, David se dio cuenta porque Lyla le dijo indirectamente. Y ella se enteró por una cartelera que pusieron en la preparatoria, cosa que no me agradó para nada —hice una pausa, con mi mirada clavada en las suyas —. Obvio que les iba a contar, es sólo que no me… dio tiempo…
  — Nos pudiste haber llamado… —dijo Jake.
  Claro, Jake. Jake, aquel que siempre hacía aquellos comentarios que arruinaban lo que yo decía. Siempre tenía un pretexto para mis sermones. Ya estaba acostumbrada a que lo hiciera, es sólo que nunca sabía qué responderle.
  — Touché… —me rendí, y luego suspiré —. Lo siento…
  Cuando pasaron cinco minutos, el tiempo estimado para el descanso, Amanda volvió y nos dispusimos a volver a tocar.
  Tapé de nuevo la botella de agua, mientras me acercaba al micrófono de nuevo, y los chicos a sus debidos puestos.
  David chocó las baquetas cuatro veces para dar la entrada, y empezamos a tocar una canción llamada “You Own…”. Sí, se llama muy extraño, pero cuando escribí la canción no sabía qué más ponerle al nombre, así que lo dejé en incógnita, y así me agradó, y no sólo a mí, al resto de la banda. Creíamos que le daba un toque de misterio a la canción, así que lo dejamos.
  Amanda nos miraba meticulosamente, marcando con su pie derecho cada compás, y a la vez revisando la lista de las canciones.
  Al terminar, empezó a asentir con la cabeza, en señal de que le había gustado la canción, y que la había escogido para que la tocáramos en el concierto.
  Yo sonreí satisfecha, y tomé una bocanada de aire, que… luego no tuve el valor de dejar escapar de nuevo hacia el exterior.
  Quedé sin respirar, cuando vi una figura entrando por la puerta principal. Al principio no sabía de quién se trataba, pero… después, mi corazón dejó de palpitar unos segundos y mis rodillas se debilitaron, al ver a Will Davis bajando por las escaleras del auditorio.
  Me quedé mirándolo con una expresión de decepción y angustia, con la boca abierta. No movía ni un músculo, de alguna manera no tenía el valor de hacerlo en frente suyo.
  — Will…  —susurré tontamente, sin apartar mi mirada de él.
  Con su chaqueta negra, sus jeans y su actitud segura, se acercó a Amanda, y la saludó como si fueran amigos de toda la vida.
  ¿La conocía? ¿Desde cuándo? Y… ¿Cómo sabía que estaríamos aquí? Mejor dicho, ¿sabía que estaríamos aquí, o sólo fue coincidencia que apareciera de la nada? Una coincidencia absoluta…
  — ¿Cómo estás, Will? —le preguntó amablemente Amanda.
  — Muy bien… mucho trabajo —respondió él. Parecía que no se había percatado de mi presencia… perdón…, de la nuestra
  Siguieron charlando por un minuto más, y yo seguía parada e inmóvil, observándolos, deseando con todas mis fuerzas que Will se fijara en mí.
  Milagrosamente, él dirigió su mirada hacia el escenario, e inmediatamente, sus ojos se clavaron a los míos, como nos solía suceder.
  Tímidamente, lo saludé con la mano, débil por sólo saber que él estaba allí, a diez pasos de mí.
  — Natalie… —exclamó al verme —. ¿Qué haces aquí?
  Ya había descifrado la verdad… coincidencia absoluta.
  — Estoy ensayando con la banda, ¿tú qué haces aquí? —le respondí, al mismo tiempo devolviéndole su propia pregunta.
  Kevin, John y Jake se quedaron mirándonos, con expresiones de duda. David no, obviamente. Ya sabía la historia…
  — Vine a recoger una guitarra que dejé aquí hace unos días… —me respondió Will.
  Cuando me percaté de que sus rostros reflejaban toda aquella perplejidad, caí en cuenta de que debía presentárselos.
  — Chicos, él es… Will Davis —dije un tanto insegura —. Will, ellos son Jake, Kevin, John y David —se los señalé con el dedo a medida que decía sus nombres.
  — Hola —saludó Will haciendo un gesto con la mano.
  La banda también lo saludó, casi al unísono.
  Después de un silencio incómodo, bajé del escenario, y me acerqué a Will, sonriente.
  — ¿Cómo estás? —me dijo  con su voz a un volumen perfecto para que sólo él y yo escucháramos.
  — Algo atareada, pero bastante bien. ¿Qué hay de ti?
  — Más o menos lo mismo —hizo una pausa —. Le mostré a nuestro representante las canciones que compusiste y dijo que eran excelentes.
  Me alegré al oír esas palabras salir de su boca.
  — ¿De verdad?... eso… eso es genial, de verdad. Dile que muchas gracias de mi parte.
  Me dedicó una linda sonrisa, la cual me hipnotizó por unos segundos, y luego volví a la realidad.
  — Entonces… ¿Ensayan para el concierto? —se salió un poco del tema.
  — Sí, hemos estado aquí desde las doce y media. Ha sido un día bastante largo…
  — Y productivo, por lo que veo —completó mi frase.
  Sonreí asintiendo.
  — ¿Y… cómo es que conoces a Amanda? —me atreví a preguntar.
  — Ella… nos ha ayudado mucho a la banda y a mí. Aunque no lo creas, aquí fue el primer lugar en donde tocamos. Aquí empezamos nuestra carrera musical.
  Qué parecidas eran nuestras historias… cada vez que lo oía diciendo algo de su pasado, me identificaba con mi presente. Y eso me hacía, de alguna manera, sentirme como si lo hubiera conocido muchísimo antes, quizás años atrás… como si… no nos lleváramos conociendo nada más hacía una semana.
  — Es… muy amable. De verdad me agrada. Es la única que no demostró desprecio hacia nosotros en la audición. El resto de los jueces son amargados e irrespetuosos… —dije recordando el incómodo sentimiento que tuve el viernes pasado allí mismo.
  Will me miró con desdén. ¿Había dicho algo malo?
  — Sí, eso creo… uno de ellos es mi hermano —se atrevió a decir.
  Abrí los ojos como platos, mis latidos empezaron a acelerarse y mis manos a sudar. ¡No! ¡¿Qué había dicho?! ¡No podía creer que uno de ellos fuera un familiar suyo, y yo criticándolos! La verdad… este era el momento más embarazoso que había tenido con Will. Incluso peor que el casi beso del domingo.
  — Lo… ¡Lo siento muchísimo! De verdad no tenía idea… yo… —traté de disculparme pero cortó mis palabras.
  — No te preocupes, yo también creo que Michael es irrespetuoso. Tiende a juzgar mucho a las personas antes de tiempo. Y… la mayoría de las veces se arrepiente de lo que dice.
  Tapé mi rostro con ambas manos. Estaba demasiado avergonzada. Ya había perdido la cuenta de las veces en que había metido la pata en frente de él, y era increíble que me perdonara por cada una de ellas.
  — No puede ser… —susurré con mi rostro todavía oculto entre mis dedos, y mi mente y corazón revolcándose de la vergüenza.
  Will posó sus manos sobre las mías, y lentamente fue retirándolas de mi cara con suavidad.
  — Tú tranquila. Jamás le contaré lo que dijiste. Es más, creo que él mismo ya tiene muy claro qué clase de persona es. Mucha gente se lo ha dicho en la cara.
  — ¿De verdad? —pregunté incrédula.
  Asintió suavemente con la cabeza.
  — Sí.
  Yo sonreí un poco más calmada, pero todavía incómoda con mi comentario.
  Él suspiró.
  — Irás mañana a la fiesta, ¿verdad? —le dio un giro tremendo a la conversación.
  Miré al suelo dudosa. Sí quería ir, pues él estaría allí. Pero todavía tenía unos asuntos por resolver. Asuntos que no sabía si tendrían una solución futura.
  — Sí —me resolví.
  — Qué bien, yo…
  — ¡Natalie! Debemos seguir practicando, despídete de tu novio ya —gritó John, haciéndome quedar aún peor. ¿Tenía que decir la palabra “novio”? ¿Era tan estrictamente necesario para él llamar a cada chico con el que yo hablaba “mi novio”?
  — No es mi novio —exclamé, aunque en el fondo de verdad quería que lo fuera.
  Agaché la cabeza en señal de disculpa hacia Will, y me sorprendí al ver que todavía sujetaba mis manos después de habérmelas retirado del rostro.
  Sonreí levemente para que no se diera cuenta de mi gesto, y luego, arrepintiéndome, fui retirando lentamente mis manos de las suyas.
  — Bueno… ya lo oíste. Debo seguir practicando. Nos vemos mañana —concluí.
  — Está bien, perdón por haberlos interrumpido.
  — No te preocupes, igualmente llevamos tres horas aquí, hemos avanzado mucho.
  — Está bien. ¿Nos vemos en la fiesta?
  — Por supuesto, allí estaré —dije sonriente.
  Will me dio un abrazo, el cual le correspondí, y se fue caminando lentamente hacia donde estaba Amanda, quien traía su guitarra en la mano. Él la agarró, se despidió de todos, y se fue rápidamente.
  Me quedé observando la puerta por la cual había salido, pensando en la fiesta… todavía tenía el problema del atuendo que usaría… no tenía absolutamente nada.
  Suspiré angustiosa, y subí de nuevo al escenario, a seguir practicando.
  — ¿De verdad no estás saliendo con él? —me preguntó John con un aire burlón y a l vez sarcástico.
  Le dediqué la mirada más desdeñosa que pude improvisar en el momento, y negué con la cabeza.
  — No… —dije monótona y seriamente, mientras por dentro moría por decir que sí.
  John no dijo nada más, y sólo se acomodó de nuevo en su lugar.
  Al reloj indicar las tres y media de la tarde, se acabó el ensayo. Teníamos preparadas las ocho canciones que tocaríamos en el concierto, perfectamente. Tenía un buen presentimiento acera de ello. De alguna forma, estaba completamente segura de que sacaríamos muy buen provecho de esto, además de que ganaríamos buena fama.
  Una vez Kevin me dejó en mi casa, llamé a Kate. Ya tenía un buen plan preparado para la fiesta. Si no tenía ningún atuendo, ni dinero para comprar uno, ¿por qué no pedirlo prestado? Estaba segura de que Kate no se negaría a mi petición, y mucho menos después de que le contara la historia.
  Siempre estaba molestándome con relaciones amorosas. “Vamos, Natalie, no te puedes quedar en el pasado. Supera a Kyle y avanza al futuro”, solía decirme. Y aunque superar lo que Kyle me había hecho era para mí extremadamente difícil y abrumador, Will me hacía sentir diferente. Me hacía olvidar completamente de él cada vez que me miraba y me sonreía.
  Saqué mi celular de mi bolso, y marqué el número telefónico de Kate.
  — ¿Hola? —contestó. Yo sonreí al oír su voz, tan alegre y optimista como siempre.
  — ¿Cómo estás, Katie? —la saludé.
  — Muy bien, mi ganadora de becas. ¿Cuándo empiezas a estudiar?
  Era tan atenta… siempre se preocupaba por mí. En ese momento me sentí mal por haberla llamado para pedirle un vestido prestado.
  — Creo que te adelantas mucho a los hechos. Ni siquiera me he graduado —le contesté, haciéndola reír, sin yo tener la intención.
  — Pero sólo falta un mes para eso, ¿no? Oh, cómo has crecido…
  Me reí levemente, pero a la vez muy nerviosa. El tiempo pasaba volando. No podía creer que me graduaría en apenas un mes… y después iría a la MIT…
  — Sí, eso supongo… —suspiré, llenándome de valor para contarle el verdadero motivo de mi llamada —. Kate… ¿Me harías un favor extremadamente grande?
  — Sí, por supuesto —meditó por dos segundos —. Aunque… ahora que lo pienso… depende de lo que me vayas a pedir…
  — No te preocupes, no te pediré que escondas el cuerpo de alguna persona que haya asesinado —bromeé irónicamente.
  — Uno nunca sabe… —me siguió el juego, logrando que esbozara una sonrisa.
  — No, no es nada de eso… pero… primero, tengo que contarte la historia completa. De esa manera me vas a comprender mejor.
   — Está bien, adelante.
  Le conté cómo había conocido a Will, lo que sentí cuando lo vi, cuando me acompañó al hospital y a mi casa. También cuando me invitó a ir al estudio de grabación a componer, la tortura que sentí cuando me dijo que tenía novia, el almuerzo en el restaurante italiano, el casi beso, cuando me invitó a la fiesta, la increíble coincidencia de que apareciera hoy en House of Rock, cuando metí la pata por centésima vez en frente suyo y al él quedarse sujetando mis manos… todo aquello con pelos y detalles.
  Sabía que podía confiar en ella. Además de que era mujer como yo, me comprendía bastante bien. A David no le conté la parte sentimental de la historia, pues sabía que no le interesaría. Algunos hombres son demasiado simples emocionalmente. David era uno de ellos. La verdad era que no tenía ni la más mínima idea de cómo trataría de conquistar a Nicole. Quería verlo intentándolo, me moriría de la risa. No porque creía que no podía, sino porque él era inexperto en ese aspecto, y cometía los errores más graciosos que jamás pude haber conocido en mi vida.
  — ¿Sabes algo? Ya me empezó a desagradar la tal Alice —dijo al yo concluir.
  — No digas eso, no la conocemos —la defendí sin ánimo de hacerlo.
  — Pero ella impide que tú puedas tener a Will. Y no voy a dejar que a mi mejor amiga le arrebaten a la persona de la cual está enamorada, después de haber tenido que superar una experiencia tan dura como la de Kyle.
  — Pues tendrás que contenerte. No voy a interferir en su relación, por más enamorada que esté.
  — Está bien —suspiró —. Pero si te llega a hacer algo esa p…,
  — Kate —la interrumpí rápidamente para que frenara su ánimo de insultar a Alice.
  — Lo siento… entonces… necesitas un vestido, ¿ah? Bueno… ¿Puedes venir a mi casa por él? Mi auto está en el taller, y no tengo medio de transporte. Y la verdad es que tengo un vestido perfecto para ti. Estoy segura de que te quedará genial.
  — Sí, por supuesto, estaré allí en diez minutos —dije emocionada.
  — Perfecto, te estaré esperando —dijo, y colgó.
  Suspiré feliz. Al fin había resuelto uno de los problemas que tenía a mi alcance. Pero el asunto era… Cómo me quedaría el vestido, y si me gustaría.
  No debía preocuparme demasiado por ello. Kate tenía un excelente gusto para la moda. Aunque no siempre fue así.
  Antes tenía un gusto bastante raro. Usaba atuendos con estilo hippie, muy coloridos y sueltos. Siempre tenía que llevar algo con tiras colgándole de un costado o un chaleco enorme. No le quedaban para nada bien, además de que la hacían ver más baja de lo que es —es muy alta, por cierto— y no le favorecía a su figura. Ocultaba el lindo cuerpo que tiene, lleno de curvas.
  Pero todo cambió una vez que empezó a estudiar diseño en la universidad. No sé cómo ni por qué, un día me llamó y me dijo: “¡Natalie! ¡¿Por qué nunca me dijiste que me vestía tan mal?! Definitivamente necesito un cambio”. Y desde ese día jamás la volví a ver con vestidos sueltos ni sandalias desgastadas. Ahora se vestía como toda una universitaria, una mujer con un excelente gusto. Siempre que me la encontraba o que nos veíamos le hacía cumplidos a sus atuendos. Al fin se había dado cuenta de que las botas, cinturones y lindas chaquetas existían. Kate Smith nunca volvió a verse desalineada.
  En fin, al Kate colgar me dirigí rápidamente al garaje, y me monté en mi auto para ir a su casa, tan pronto como era posible. Al día viernes sólo le faltaban nueve horas para concluir, y la fiesta era el día después.
  Rápidamente conduje hasta llegar a su casa, parqueé el auto en frente del edificio y subí los diecisiete pisos por el ascensor, hasta llegar a la puerta de su apartamento.
  Toqué el timbre, y cinco segundos después apareció mi amiga al otro lado de la puerta.
  — ¡Kate! —exclamé al verla.
  — ¡Natalie! —dijo abrazándome.
  Me invitó a pasar, y me percaté de que había remodelado el apartamento.
  — Vaya, está muy lindo. Le hacía falta un cambio —dije observando cuidadosamente cada detalle.
  — ¿Verdad que sí? Me siento orgullosa de su nuevo aspecto. Ya no me da vergüenza que las personas me visiten… —dijo, y luego se rió levemente.
  Sonreí. Sí, ya no tenía por qué avergonzarse. Porque… aunque la adoro con toda mi alma, debo admitir que siempre fue un poco desorganizada. Bueno, no un poco. Muy desorganizada. Siempre tenía las cosas en el puesto que no era; la universidad la había cambiado por completo, pero de una buena manera; además, no perdió su encantadora personalidad.
  Caminé unos cuantos pasos alrededor de la confortable vivienda, pensando en si sí debía pedirle el vestido o si simplemente me debería quedar a visitarla y pasar un buen rato. Pero… si hacía aquello último, mi problema volvería, y ya no sabía a quién pedirle ropa prestada. Así que… por muy mal que me sintiera haciéndolo, me dispuse a recordarle el egoísta motivo de mi visita.
  — Entonces… ¿Tenías un vestido que creías que me quedaría bien? —pregunté tímidamente, arrepintiéndome a los dos segundos de haber dicho lo anterior. Hubiera sido más agradable y amable haberle preguntado cómo había estado su día o cómo le iba en la universidad. No era buena en las relaciones humanas, como pueden ver.
  Pero Kate no pareció haber notado mi inconformidad ni haberle importado mucho mi poca falta de amabilidad. Al ella esbozar una sonrisa pícara, me di cuenta de que no le prestó importancia, y que por su cabeza sólo transcurría un pensamiento: Darme la oportunidad de conquistar a Will, aunque le había dicho que, aunque fuera posible que lo llegara a amar tanto que daría mi vida por él, no interferiría con su relación.
  — Por supuesto, ven —dijo indicándome con la mano que la siguiera.
  Me condijo a través de un corredor estrecho con un liso y brillante piso de mármol y paredes llenas de obras de arte abstractas y fotos de bocetos de diseños de moda de Roberto Cavalli, Louis Vuitton, Carolina Herrera, Gucci, Dolce & Gabanna y muchos otros más. Eso, aunque ya lo sabía, me dejaba más que claro que adoraba la moda y el arte.
  Al llegar al final del corredor, entramos a su habitación, en la cual se podía sentir un drástico cambio de temperatura al entrar. Un frío estremecedor.
  Tirité, una vez mi piel estuvo en contacto con el gélido aire del ambiente.
  — Kate, nunca me dijiste que fueras mitad esquimal —bromeé sarcásticamente.
  — ¿De verdad? ¿Nunca? Bueno, ya lo sabes —me siguió la corriente, logrando hacerme reír —. Adoro el frío…
  — Sí, ya lo noté.
  Esta vez fue ella quien rió.
  Tomé asiento en su cama y esperé a que buscara el misterioso vestido.
  Kate abrió las enormes puertas de madera de su closet y esculcó entre toda su ropa. Luego, después de haber lanzado cuatro o cinco camisas al suelo y dos pantalones, exclamó:
  — ¡Aquí está!
  Una vez oí aquello, todos mis sentidos se posaron intrigados por lo que fuera que mi amiga sacaría de allí.
  A medida que fue separándose del armario, pude empezar a ver una tela dorada, lo cual me alarmó. No quería llamar demasiado la atención con un color tan llamativo como ese.
  Cuando Kate se retiró del todo y el vestido estuvo totalmente descubierto, me quedé mirándolo por unos segundos, tratando de entender cómo creía ella que yo cabría en ese extremadamente corto y apretado vestido.
  — ¿Y… qué te parece? —preguntó ilusionada.
  Seguí detallando el brillante y dorado vestido sin mangas que probablemente me llegaría hasta más arriba de la mitad de mis muslos.
  — ¿Quieres que te sea sincera? —dije mirándola a los ojos.
  Ella asintió rápidamente.
  — Es… hermoso, pero… no sé si me queda bien. Creo que… podría mostrar mucha piel, además de sentirme como una sardina en una lata —dije insegura.
  — ¡Huh! ¿Es eso lo que te preocupa? No debería. Tienes una gran figura, no temas mostrarla. Porque puedes y debes —dijo. No sé si lo que hacía era del todo un cumplido o si era más bien una burla a mi reacción.
  — ¿Hablas en serio? —pregunté extrañada.
  — Sí, sabes cómo soy, si creyera que no tienes un lindo cuerpo le diría a mi abuela que te prestara el vestido. Pero estoy segura de que te verás fantástica en él —se sentó a mi lado a medida que decía aquellas palabras.
  — No lo sé, Kate, yo… estoy absolutamente agradecida contigo por hacerme este favor, pero…
  — Pero nada, te lo vas a probar, ¿me oíste, conservadora? —cortó mis palabras bromeando.
  En ese momento empecé a pensar que ella y yo nos comunicábamos por medio de comentarios burlones y sarcásticos…
  Sonreí levemente, y asentí.
  Ella me pasó el vestido y me indicó en dónde se encontraba el baño para que me lo midiera.
  Fue difícil de poner, a decir verdad, pero… una vez me vi con él puesto en el espejo del baño, me di cuenta de…que Kate tenía razón. No estaba tan mal como creía.
  — ¡Sal, Natalie! Déjame ver cómo te quedó —la escuché exclamar desde afuera.
  Suspiré, y abrí la puerta.
  En el momento en que Kate posó sus ojos sobre mí, dibujó en su rostro su sonrisa de satisfacción.
  — Te lo dije… 

miércoles, 20 de julio de 2011

Capítulo 3: Un paso hacia el éxito... o algo parecido. (Parte 2)

Capítulo 3: Un paso hacia el éxito… o algo parecido.
  Parte 2:

  6:59 a.m.
  Vaya que odiaba esa hora. Especialmente un lunes, después del increíble fin de semana que había tenido. Aquella hora me desagradaba, debido a que el despertador me levantaría en exactamente un minuto para ir a la escuela. No quería volver allí. Quería graduarme de una vez y no volver a ver el rostro de superioridad de la “señorita popularidad”, Lyla Roberts.
  A veces me preguntaba por qué tenía que haber dicho aquella propuesta cuando estaba en 4º grado. De no ser así, aún la conservaría como mi amiga. Pero si no lo hubiera hecho, no tendría que ir a ensayar para un concierto en “House of Rock, el viernes, además de que no conocería a Will. Y vaya que me arrepentiría de no haberlo conocido.
  Lo único bueno de volver a aquella pesadilla sin fin, sería que hoy era lunes, por lo que tendría clase de química, y además vería de nuevo a David.
  El resto de mi banda ya se había graduado. Yo era la menor de todos ellos. Iba a cumplir 18 el próximo año, en febrero 20. En cambio Jake, David y John ya tenía 18 y Kevin 19. Yo era la “bebé” de la banda. Una “bebé” de 17 años. Y me estresaba cuando me llamaban “nena” por molestarme. Me provocaba estamparles un golpe en sus rostros. Jamás lo haría, por supuesto. Los quería demasiado como para hacerlo.
  Sólo me quedaba David en la escuela, debido a que reprobó séptimo grado y yo lo alcancé. Como el resto se habían graduado, estábamos él y yo nada más.
  Mis pensamientos fueron interrumpidos por la irritante alarma del despertador, que marcaba las siete de la mañana.
  Abrí un ojo con amargura, estiré el brazo y la apagué. Quería quedarme acostada en mi cama, pero mi conciencia no me dejaría. Debía apurarme para llegar puntualmente a las 8:00 a.m. a la preparatoria, o si no someterme a quedarme después de clases en un castigo de una hora, por haber llegado tarde. Definitivamente, prefería levantarme temprano.
  Me acosté boca arriba, sin todavía haber abierto los dos ojos definitivamente. Me estiré, bostecé y, con mucho esfuerzo, abrí mis ojos. No podía ver nada. Debían acostumbrarse a la luz, así que esperé un segundo.
  Luego me levanté mediocremente, y me dirigí hacia mi baño, para justamente hacer lo más estúpido que había hecho en mi vida, después de levantarme.
  Al entrar al baño, cerré la puerta y me metí a la ducha. Al girar la llave del agua caliente y sentirla sobre mi rostro, me di cuenta de que… ¡Me estaba bañando con ropa!
  — ¡Ay, por favor! —exclamé enfurecida y frustrada.
  Rápidamente, cerré la llave y me quité la empapada ropa del día anterior, y la colgué en los vidrios que separaban la ducha del resto del baño.
  Aturdida por mi torpeza, terminé de bañarme y me vestí. Luego cepillé mi cabello, y bajé a desayunar.
  Mi madre no estaba abajo, pues no se resignaba a levantarse a las siente, si tenía que llegar al trabajo a las diez.
  Desayuné, agarré mi mochila y me monté en mi auto, para llegar a la preparatoria a tiempo. Lo bueno de tener mi propio auto —el cual amo—, era que no tenía que irme en autobús, y me ahorraba mucho tiempo. Pero odiaba el tráfico de Nueva York. Era horrible. Las calles, no importaba qué hora fuera, estaban repletas de autos, y el 5% de los semáforos no servían de nada.
  Después de enfrentarme al tráfico, llegué a la escuela, diez minutos antes de que tocaran la campana para entrar a las clases.
  Parqueé el auto, y salí prácticamente volando de él, para poder entrar antes de que cerraran la puerta y me dejaran afuera.
  Allí, en una mesa alejada, estaba David, leyendo un libro. Se veía tan gracioso con sus gafas…
  Sonreí al verlo, y me acerqué caminando rápidamente hacia él. David no había caído en cuenta de mi presencia, así que me senté a su lado y le di un cariñoso abrazo. Él me correspondió el abrazo, dedicándome una amigable sonrisa.
  — Hola, Naty, ¿cómo estás? —me saludó.
  — Bien, ¿y tú cómo has estado?
  — Bien, aunque un poco confundido. Estudiando para la clase de química… la verdad es que no entiendo algunas cosas… —dijo tímidamente. Yo sabía qué me pediría después —. ¿Podrías…?
  — Por supuesto, ¿qué no entiendes? —me ofrecí antes de que pudiera preguntármelo.
  Él sonrió.
  — Me conoces… —dijo.
  Le devolví la sonrisa, y le empecé a explicar. Algo irónico, fue que lo que le estaba enseñando a David, había aparecido en el examen de la MIT, por lo que se me hizo pan comido.
  Al terminar, nos quedamos hablando un rato, pero… tenía que aparecer. ¿Por qué ahora? ¿No tenía nada mejor que hacer?
  — Natalie… —me “saludó” con su típica y horrible actitud.
  Puse los ojos en blanco, y me resigné a dirigirle la mirada.
  — ¿Qué quieres, Lyla? —dije de mala gana.
  David la miró desafiantemente, y ella le devolvió una mirada peor aún.
  — A mí también me da gusto verte… —me dijo irónicamente —. Oí que te ganaste una beca, ¿no?
  — Puede que sí, puede que no. No es de tu incumbencia —respondí amargamente.
  — Parece que alguien se levantó de mal humor hoy… Natalie, ganarte una beca para estudiar en la MIT no te da derecho a ir por ahí respondiéndoles así a las personas —dijo “inocentemente”.
  David me miró inquieto.
  — ¿Te ganaste la beca? —susurró.
  Asentí levemente.
  — ¿No lo sabías, David? —dijo Lyla con un tono burlón en su voz.
  — No… —dijo él mirándome con recelo.
  — Lo siento, David, te lo iba a decir, es sólo que… —le dediqué a Lyla una mirada intimidante, y luego volví a mirar a David con ternura —… Lyla llegó y no me dejó contarte.
  — No me culpes a mí, Natalie —dijo la aludida.
  — Lyla, sólo vete… —dijo David.
  — No he terminado con ella —le cortó las palabras a mi amigo —. ¿Te divertiste ayer, Natalie?
  Dirigí la mirada al suelo. Aquello me hizo acordar de Will, de su mirada, su sonrisa, su encantadora personalidad, y… de nuestro casi beso…
  — Sí, ¿y? —actué indiferente.
  — No te hagas la inocente, cariño, sé que estuviste con Will Davis —dijo sentándose en una de las sillas de la mesa.
  David estaba más confundido aún. No tenía por qué ser preso de esa confusión, yo le iba a contar todo, el problema era que Lyla tenía que venir y arruinar nuestra conversación.
  — ¡Es mi vida, yo veré qué hago con ella y con quién salgo! —le grité enfurecida.
  Ella me miró amenazadoramente, y se fue aceptando su derrota.
  Volví la mirada a David.
  — Creo… que te diste cuenta de varias cosas… —dije apenada.
  — Sí…
  — Perdón, David… sabes que jamás mentiría, ni a ti ni a la banda. Por favor perdóname —dije abrazándolo.
  Él era un tanto irascible… se enojaba con facilidad. Y no me gustaba verlo de esa manera, y mucho menos si con quien estaba enojado era conmigo. Yo hacía todo lo que podía para que me perdonara., pues, aunque no era mi mejor amigo, lo quería muchísimo.
  — Tranquila, Natalie, no estoy enojado, sólo… me impresiona todo lo que has hecho este fin de semana. Además no me habías contado sobre lo de tu beca. Felicitaciones —me devolvió el abrazo.
  — Gracias… —dije, e hice una pausa —. Ahora que se acabó la tensión… ¿Te aclaro los hechos?
  — Sería de gran ayuda —dijo sonriente.
  Le conté toda la historia, desde que salí de la audición, hasta cuando mi madre me dijo que me había ganado la beca. Pero… me salté la parte del casi beso, pues… no quería que sacara conclusiones antes de estar seguros de algo.
  Al terminar de contarle, conservaba todavía su actitud misteriosa y dudosa, algo que no tenía mucho sentido, pues le había contado todos los detalles. Ya no tenía por qué tener dudas.
  Se quedó callado un rato… yo lo miraba fijamente, esperando alguna reacción de su parte. Pero la única palabra que salió de su boca, acompañada de un suspiro, fue “Vaya…”. Yo esperaba más que una cotidiana expresión combinada con un suspiro que me ponía los pelos de punta y me hacía creer que no le agradaba mucho lo que acababa de contarle.
  Transcurrieron otros siete incómodos segundos, y al fin David dejó escapar un comentario decente.
  — ¿Por qué no nos dijiste que habías conocido a una persona famosa? Hubiera sido de gran ayuda. Podríamos sacar provecho de eso…
  Suspiré algo dudosa.
  — Pues… no sé —dije.
  Sonó la campana para entrar a clases, así que nos despedimos y nos dirigimos hacia nuestros respectivos salones.
  Entré en mi salón de matemáticas dando pasos pausados y débiles. No me podía concentrar en la realidad. Tenía la imagen de Will en mi cabeza constantemente, no lo podía sacar de mi mente. Era como si hubiera decidido quedarse allí para siempre y torturarme.
  Pero debía ser fuerte, luchar contra mis deseos y mantener los pies en la Tierra. No podía quedarme fantaseando mientras me perdía la importante explicación del profesor.
  Me senté en el pupitre más cercano, tratando de sacar a Will de mis pensamientos. Cuando por fin lo había logrado, se acercó el profesor Norwood hacia mí.
  — Buenos días, señor Norwood, ¿cómo está? —lo saludé cordialmente.
  — Buenos días, Natalie.
  Perdón… ¿Me había llamado por mi nombre? ¿Él? ¿Desde cuándo se lo sabía? Durante todo el tiempo que había asistido a su clase me llamaba “Ricci” (en el mejor de los casos), o simplemente me pedía que le recordara mi nombre, lo cual me enfurecía, pues yo se lo había recordado miles de veces. ¡Y no se lo podía aprender! Bueno, hasta ahora…
  Al yo ser reservada y no hablar mucho en clase, era raro que los profesores se aprendieran mi nombre. A veces me llamaban Nicole, otras veces me llamaban Natasha, Melanie, Mackenzie, Cassidie, Kylie y muchos otros más. Lo interesante de todos esos erróneos nombres, era que, o empezaban con N, o terminaban en “ie”, al igual que el mío.
  — Estoy bien, muchas gracias. ¿Cómo has estado tú? —dijo.
  Aún más raro… me preguntaba cómo estaba, hoy debería ser al apocalipsis, pues nunca creí que llegara a preguntarme eso.
  — Muy bien, gracias —dije algo incómoda e impresionada, pero a la vez feliz de que lo que yo creía imposible, sucediera.
  — Quería… felicitarte por ganarte esa beca. De verdad que es un honor para la escuela —dijo el real propósito de que se acercara a hablarme.
  La beca, claro. Con razón estas cosas ocurrían. ¿Por qué tenía que ganarme una beca en la MIT para gozar de que las personas me llamaran por mi nombre y se acercaran a mí? Era completamente frustrante.
  — Muchas gracias, señor —respondí un poco desanimada al darme cuenta de lo anterior.
  El asintió con una leve sonrisa, y se fue.
  Yo me empecé a ahogar en decepción al descubrir que tendría que realizar algo enorme para ser conocida por los que me rodeaban y nunca se habían percatado de mi existencia. Y…, para completar mi sufrimiento, Will volvió a mi cabeza.
  Transcurrió la clase, y yo trataba de concentrarme, mas era muy difícil, pero al menos logré captar la explicación del señor Norwood.
  Al terminar la clase, salí hacia el corredor, a guardar unos libros en mi casillero, antes de irme a Química, en donde volvería a ver a David.
  Mientras sacaba mi tarea de química del casillero, sentí una mano helada en mi hombro, la cual me asustó y me obligó a voltear rápidamente a ver quién se encontraba detrás de mí.
  El día se hizo aún más extraño, cuando vi a Owen Young, el primer chico del que me había enamorado en mi vida, el cual nunca me dirigió la palabra. Ya no me interesaba, pues aquello había sucedido en sexto grado, cuando yo tenía 12. Habían pasado ya 5 años, y la vida me obligó a olvidarme de él, al conocer a Kyle en noveno grado, quién también terminó rompiendo mi corazón.
  Seguía siendo atractivo, más que hacía cinco años. Ya era un hombre, un hombre alto de hermosos ojos celestes y cabello negro y lacio.
  — Natalie, hola —me saludó sonriente.
  Lo miré extrañada.
  — Hola… Owen… —dije en shock.
  — Oye, quería decirte que me siento orgulloso de ti.
  Abrí los ojos como platos.
  — ¿Tú… orgulloso de mí? ¿Por qué?
  — Por la beca, claro. Eres muy inteligente.
  — Am… gracias, eso creo —dije ocultando mi frustración. Sí, estaba comprobado que tenía que ganarme una beca en el Instituto de Tecnología de Massachusetts para que las personas me empezaran a hablar.
  — Tenemos que salir alguna vez, te llamo, ¿está bien? —dijo alejándose por el pasillo.
  Se fue caminando tan rápido que no me dejó responderle. Me quedé con la frase “Sí, por supuesto…” contenida en mi boca, la cual dejé escapar después en forma de suspiro.
 ¡Ahora sí se atrevía a hablarme, ¿no?! ¿No podía haberlo hecho cinco años atrás cuando de verdad me interesaba que lo hiciera? Qué injusta era la vida.
  En fin, no le puse mucha atención al asunto y seguí con mi día, que cada vez se tornaba más y más insólito.
  Todas las personas parecían saber lo de mi logro… ¿Cómo era posible? ¿Quién les había contado? ¿Cómo se habían dado cuenta? Apenas yo me había dado cuenta ayer… y ellos lo supieron dos días después, no lo comprendía.
  Cuando salimos a nuestro descanso, ya le había agradecido a 18 personas por haberme felicitado, y todavía no comprendía por qué lo sabían.
  Mientras me dirigía a la biblioteca, vi una cartelera en el pasillo por el cual caminaba, la cual respondió inmediatamente todas mis preguntas.
  En un enorme pedazo de papel estaba pegada mi foto del anuario —de la cual me sentía orgullosa, gracias a Dios—, acompañada de una clase de documento que tenía el logo de la MIT, cuyas primeras palabras escritas a computador en letra negra, decían: “Natalie Ricci, estudiante de la preparatoria McKinney, ha sido una de los afortunados ganadores de una de las tres becas completas para especializarse en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, con un excelente resultado de 91% en el examen de audición y una exitosa entrevista con el director de la universidad, Robert Mathews…”.
  Me quedé impresionada viendo aquel documento. ¿Por qué tenían que publicarlo? No era necesario. Con que yo, mi mamá, el rector de la MIT y mis amigos lo supieran, era bastante. ¿Ahora lo tenía que saber toda la escuela? No me merecía tal reconocimiento, yo no era tan importante socialmente.
  Junto a mi documento había otros dos, con fotos de una chica llamada Rose Wells y un chico llamado Andrew Smith, que también se habían ganado becas. Rose se la había ganado para ir a Cornell y Andrew para ir a la universidad de Columbia.
  Qué bien por ellos. Deben estar muy orgullosos. Se merecían esas becas, pensé.
  El titular de la cartelera era “Alumnos becados de este año”, qué original…
  Seguí mi camino, y me encontré a David.
  — ¡Hola! —saludé alegre de verlo de nuevo.
  — ¡Hola! —me abrazó —. ¿Viste la cartelera?
  Suspiré desanimada.
  — Sí, desgraciadamente tenían que publicarlo… —dije.
  — ¿Por qué “desgraciadamente”? Se supone que te publiquen ahí es bueno…
  — A mí no me parece bueno, David. Quería guardar esto como una clase de secreto entre las personas que conozco, no que toda la preparatoria se enterara y me empezaran a hablar personas que nunca me dirigieron la palabra, sólo para felicitarme…
  — Te comprendo, es terrible ser felicitado, preferiría que me atropellara un auto, ¿cómo sobreviviste a eso? —bromeó con sarcasmo.
  Lo miré con desdén y el sonrió burlonamente.
  — Está bien, suena tonto. Pero es que simplemente me siento muy extraña al recibir tantos comentarios de personas que normalmente me ignoran… Hasta Owen Young me dijo que “saliéramos alguna vez” —dije.
  — ¿Owen Young? ¿Aquel chico que te gustaba en sexto grado?
  — Sí, él… En fin, no importa. ¿Cómo ha estado tu día? —cambié de tema rápidamente.
  — Aburrido, como siempre. Nada interesante, sólo clases, profesores y salones…
  Asentí. Luego se me ocurrió molestarlo con cierto temita que le tenía la cabeza dando vueltas.
  — Y… ¿Qué hay de Nicole? —dije pícaramente, moviendo mis cejas hacia arriba y hacia abajo rápidamente.
  Él sonrió y me empujó suavemente.
  — ¡Nada! —dijo sin quitar la sonrisa.
  — No, nada —dije irónicamente.
  Ambos reímos, y luego fuimos a comer.
  A David le gustaba Nicole desde el año pasado. Nunca se atrevía a hablarle o al menos a saludarla. Y mucho menos a invitarla a salir. Yo trataba de apoyarlo con aquel tema diciéndole qué nos gustaba a nosotras las mujeres. Pero él no tenía el valor de decir o hacer a Nicole cualquiera de las cosas que le mencionaba.
  — Ya, en serio, David. Invítala a salir, no es gran cosa —seguí.
  — Invita tú a salir a Will. Se ve que te gusta.
  Will… cómo me gustaría salir en una cita con él y allí mismo robarle un beso de esos perfectos labios. Pero no podía.
  — Él no me gusta —mentí —. Además es un caso diferente, él tiene novia.
  Esa última palabra la fue desapareciendo a medida que la pronunciaba. No me agradaba para nada.
  — Sí, claro —dijo sarcásticamente. Luego suspiró —. Nicole jamás saldría con alguien como yo…
  — ¿De qué hablas? Eres guitarrista, a las mujeres nos gustan los hombres que toquen instrumentos. Bueno, por lo menos a mí sí. Y a la mayoría de mis amigas.
  — Exacto, a ti. Ella no es como tú.
  — Puede que no sea como yo, pero es una chica. Yo también —dije —. Vamos, David, seguramente te dará una oportunidad. Harían una linda pareja…
  Él se rió.
  — Está bien, lo intentaré. Pero si algo sale mal, la culpa recaerá en ti.
  — ¿En mí? ¿Por qué?
  — Porque tú fuiste la que me dijo que la invitara.
  Sonreí. Ojalá que todo saliera bien, de otro modo, creo que David me dejaría de hablar por bastante tiempo.
  — Está bien… —admití mi derrota.
  Al sonar de nuevo la campana, le recordé a David invitar a Nicole a salir, y me dio un golpe “amistoso” al yo decírselo. Me encantaba molestarlo.
  El resto del día fue normal, excepto por las otras tres personas que me felicitaron por la beca. No me molestaba que lo hicieran, es sólo que no me gustaba que todo el mundo lo supiera. Era más atención de la que estaba acostumbrada, me sentía incómoda siendo el centro de atención, no era del tipo de chicas que le gusta presumir con todo. Era muy reservada.
  Al llegar de nuevo a mi casa, me percaté de que estaba sola en grima. No se veía ni un alma. Lo que no es raro, pues sólo vivimos en ella mi madre y yo, y Victoria estaba en el trabajo.
  Deposité mis cosas en el sillón de la sala, subí a mi habitación y me recosté en mi cama. Seguía con Will rondándome por la cabeza y de verdad quería sacarlo de allí. Me desconcentraría en mis últimos meses de preparatoria, y era obvio que me afectaría bastante. Así que recordé que tenía un importante ensayo de física empezado, y me dispuse a hacerlo. Eso me distraería un poco y me haría ponerle atención a las cosas que en verdad la merecían por ahora. Así que saqué mi laptop de de su estuche que se encontraba en mi escritorio, y me senté en él.
  Apenas había abierto el archivo, cuando sonó mi celular. Le eché una ojeada al identificador de llamadas, y me percaté de que decía “Will Davis”.
  Suspiré. ¿Debería contestar? Estaba muy apenada con él después de la noche anterior. Creo que no lo podría volver a mirar a los ojos por mucho tiempo, cosa que sabía que no sería capaz de resistir, pues sus ojos me mataban. Pero… aún así, seguía muy avergonzada, quizás sería mejor mantener distancia por un tiempo.
  Mi celular seguía sonando, y no paraba. Pobre Will… no quería dejarlo ahí esperando por mí para contestarle. Sería un poco maleducado.
  Me rendí, y le contesté.
  — Hola, Will… —lo saludé tímidamente. Mi voz sonaba insegura, apenada, como si estuviera hablando con alguien que jamás hubiera conocido.
  — Hola, Natalie, ¿cómo has estado?
  Me sorprendió que su voz sonara tan tranquila y natural al hablarme. ¿Qué le sucedía? ¡Hablaba con la chica que había intentado darle un beso sabiendo que tenía novia! Debería estar igual que yo, ¿no? Pero me agradó que lo tomara con tanta calma… aunque podría estar actuando…
  — Bien… ¿y tú? —contesté todavía con mi voz deleznable.
  — Bastante bien —dijo, y luego soltó un suspiro que cambió el aire de la conversación —. Oye… sobre lo que pasó ayer… lo siento mucho… no sabía lo que hacía —cambió justamente al tema del que menos quería hablar con él. Y al Will pronunciar esas palabras, mi corazón empezó a latir más rápido y la adrenalina me fue invadiendo poco a poco. Sólo era cuestión de tiempo para que mis manos y mi voz empezaran a temblar.
  — Yo… ah… también lo siento muchísimo, más que todo porque… yo… empecé —me disculpé con voz entrecortada, diciendo esta última palabra con mucha más incomodidad de la que esperaba. Era difícil para mí admitirlo, pero era la pura verdad, y siempre tuve intenciones de hacerlo. Siempre tuve intensiones de darle un beso en aquellos perfectos labios.
  — No te preocupes… no pasa nada. Es más, ¿qué te parece si hacemos como que nada pasó? Es decir… creo que es lo mejor para los dos… para que no estemos incómodos.
  — Sí, estoy de acuerdo, es lo mejor… —suspiré. Aunque la idea no me agradaba del todo. Sí, me salvaría de estar siempre incómoda a su lado cada vez que lo viera o saliera con él, pero… provocaría que todo lo que creo que ambos sentimos en ese momento fuera… olvidado —. Muchas gracias, Will… de verdad que me salvaste la vida… me siento tan mal por haberlo hecho…
  — Tranquila, en serio, sólo fue… un momento de la vida —dijo. Yo asentí, aunque sabía que no podía verme.
  Me relajé un poco, y recuperé fuerzas para seguir hablando.
  — Y… el motivo de que llamaras es… —dije para cambiar de tema. Ya estaba bastante incómoda.
  — Quería saludarte… además de… bueno, aclarar lo que te acabo de decir. E invitarte a una fiesta que se dará en la casa de un amigo el sábado —hizo una pausa —. Sé que te invito a salir demasiado, no quiero parecer intenso o algo por el estilo…
  — No, tranquilo, Will, no lo eres —corté sus palabras —. Me encantaría ir… de veras. Sólo mándame la dirección y la hora, y allí estaré.
  La verdad era que no me agradaba del todo la idea. Yo, Natalie, en una fiesta llena de gente famosa, además de que estaría con el chico que me gustaba y que sólo me veía como a una amiga con la cual podía salir y divertirse. Yo quería algo más que eso. Lo quería sólo para mí, de nadie más; ni de Alice u otras chicas.
  Pero hay que ser realistas. Algo jamás pasaría entre él y yo.
  — Excelente, en seguida te mando un mensaje. Me alegra que aceptaras —dijo alegre.
  — A mí también, es decir… la pasamos bien juntos, ¿no? Estoy segura de que la fiesta será divertida —mentí. A mí no me gustaban las fiestas. Música a todo volumen que te deja sordo, personas ebrias y oscuridad no eran una combinación que me resultara agradable. Pero no podía negarme a su invitación. Lo quería mucho como para hacerlo —. Muchas gracias por invitarme.
  — De nada, gracias por acceder —dijo —. Bueno… nos vemos el sábado… adiós.
  — Adiós… —dije mientras lentamente presionaba el botón para colgar.
  Luego me quedé mirando al vacío, pensando en todo, menos en mi ensayo de física.
  ¿Estaría Alice allí? ¿Tendría la oportunidad de conocer a la mujer que impedía que Will fuera mío? Si así era, creo que no me sentiría muy cómoda. ¡¿A quién engaño?! ¡Iba a ser la fiesta más incómoda de toda mi vida!
  Además, ¿qué me pondría? Ese era otro aspecto a cubrir. Mi ropa no era elegante ni como para salir, mi closet estaba lleno de camisetas y jeans, que eran perfectos para salir con la banda de vez en cuando, ¡Pero no para una fiesta!
  Solté un suspiro amargo, y me llevé las manos a la cara, un tanto desesperada. No tenía dinero para comprar nada, lo que tenía ahorrado era para mi vestido del baile de graduación, eso era todo.
  Cuando menos pensé, me llegó el mensaje de Will con la dirección.
  Lo abrí, y lo leí. Luego puse los ojos como platos.
  — ¡¿Qué?! ¡No! ¡No puede ser! —grité en voz alta, impulsivamente.
  La fiesta sería cerca de Central Park. En uno de los barrios más exclusivos de todo Nueva York, y yo era una simple plebeya a comparación de las personas que vivían allí. Lo que es mucho decir, pues vivir en Manhattan ya me hacía una persona con buena situación económica.
  Allí vivían todos los famosos que tuvieran casas o apartamentos en mi ciudad. Pero… ¿Amigo de Will? Un amigo de Will debía ser famoso, eso no sería una sorpresa.
  En resumen, iba a ir a una fiesta con alguien con el que no puedo estar, en un barrio muy exclusivo, en una casa llena de gente famosa, sin un vestido con el qué impresionar… perfecto.
  Decidí no preocuparme tanto por eso, y seguí con mi ensayo de física, hasta terminarlo a las siete de la noche.
  Mi madre ya había llegado. Le conté lo de la fiesta, milagrosamente me dejó ir, pero antes también me sermoneó un buen rato. Un discurso innecesario, del cual sólo escuché “Escucha Natalie…” y “… ¿Entendiste bien?”; o sea, el principio y el final. Porque aquello lo había repetido por 4 años.