jueves, 30 de junio de 2011

Capítulo 3: Un paso hacia el éxito... o algo parecido. (Parte 1)

Capítulo 3: Un paso hacia el éxito… o algo parecido.
  Parte 1:
  Pude divisar a Will, esperándome en la puerta del restaurante al yo llegar. Todavía me dolía un poco lo de la noche anterior, pero era urgente que debía superarlo. No más aquella actitud infantil que me dominaba de querer que él fuera mío y de nadie más.
  Caminé rápidamente hacia él, lo saludé de lejos y al llegar al frente suyo, le di un cálido abrazo.
  — Hola, Will —lo saludé sonriente.
  — Hola, Natalie. Qué bueno que hayas venido.
  Entramos al restaurante.
  Olía delicioso. En ese momento me devolví a mi pasado, recordando mi infancia en Florencia. Aquel aroma era el que llenaba las calles de esa hermosa cuidad. La pasta, las salsas, el vino. Era la combinación perfecta de olores.
  Venía aquí a menudo con mi madre. No era malo recordar el pasado y extrañar a Italia de vez en cuando. Por eso sabía exactamente en dónde era en el momento que Will me dijo que nos encontráramos aquí.
  Encontramos una mesa para dos, con las sillas una en frente de la otra, separadas por la pequeña mesa decorada con un mantel color blanco y un florero repleto de hermosas violetas.
  Luego nos sentamos.
  Un mesero se acercó a nosotros a pedir la orden. Ambos pedimos pastas, y cuando el mesero se fue, Will y yo empezamos a entablar conversación.
  — Y… dime, Natalie, ¿Cuánto tiempo llevas en el negocio de la música? —preguntó.
  — Bueno… lo que yo hago por ahora no es exactamente un negocio. Lo hago porque amo la música y también amo cantar y tocar. Además mi banda no es reconocida, todavía ensayamos en la cochera, y eso… acabamos de ganar una audición para tocar en House of Rock, y… espero que con el concierto que demos allí logremos un poco de reconocimiento.
  — Vaya, es un gran paso.
  Asentí. Pero no iba a dejar la conversación así como así. Debí seguir, conocerlo mejor, porque de verdad quería hacerlo.
  — Will… ¿Cómo iniciaste tu banda? —hice mi mayor esfuerzo para preguntar algo interesante. Sabía muy bien que de lo que a las demás personas más les gustaba hablar, era de ellas mismas y de sus asuntos. Pero a veces era difícil formular preguntas.
   — Bueno… nos conocimos en la universidad. Yo estaba estudiando ingeniería y la música era sólo un pasatiempo. Sí, me encantaba, pero nunca pensé que me dedicaría a ella. Al conocer a los chicos me di cuenta de que ellos también compartían el mismo gusto que yo, además de ser muy talentosos tocando sus instrumentos. Nos volvimos muy amigos y empezamos a tocar. El tío de Chris era dueño de una compañía de discos y nos dio una primera oportunidad, la cual nos ayudó mucho. Y… aquí estamos.
  Qué suerte tenían. Si yo tuviera un tío así ya hubiera aprovechado para decirle que nos dejara grabar un disco.
  — Vaya, es una historia interesante. Qué bueno que el tío de Chris les ayudó. De no ser así, este mundo se perdería de escuchar a una banda tan buena —dije. Él sonrió —. Y… Will, cuéntame algo más de tu vida, no sé… ¿De dónde eres y cómo llegaste a Nueva York?
  — Parece como si me estuvieras entrevistando —dijo Will sonriente.
  — Te ayudé con tus canciones, ¿no? Eso me hace oficialmente tu compañera de trabajo. Así que… no sé, me gusta saber de ti.
  — Está bien. Soy de Texas.
  Lo miré interesada. No tenía acento de Texas. Pero no me importó, eso era otro punto aparte.
  — ¿Texas? ¿Y cómo es que un chico de Texas llegó a Nueva York y California?
  — Bueno, a mi padre lo habían transferido aquí. No fue nada fácil comenzar una vida tan diferente. Todo era nuevo. Pero con el paso del tiempo me acostumbré y ahora me siento como todo un Neoyorkino. Y… a California llegué cuando la banda se hizo famosa. Ese fue otro cambio bastante grande. Pero… todos fueron muy amables con nosotros. Allí conocí a Alice.
  — ¿Alice?
  — Sí, Alice es mi novia.
  Otra vez la puñalada en mi corazón. Cuando es palabra salía de su boca me torturaba al saber que no era yo quien le gustaba. Pero aguanté mi nerviosismo e incomodidad y seguí escuchando su historia.
  — ¿Cómo se conocieron? —pregunté incómoda.
  — La conocí en una fiesta. Ella estaba sola y me le acerqué. Resultó siendo una persona muy amigable, que me comprendía, y yo a ella. Nos quedamos hablando toda la noche, contando nuestras vidas y por lo que habíamos pasado. Descubrí que era actriz, cosa que me sorprendió porque una actriz no estaría tan sola en una fiesta como esa.
  << Nos fuimos conociendo aún más, salíamos, compartíamos juntos y… terminamos siendo pareja.
  Alice no parecía ser una mala persona. Quizás Will de verdad la quería, por eso no estaba interesado en mí.
  — ¿Y… eres feliz con ella, Will? —pregunté tímidamente.
  — Bueno, yo solía ser muy feliz con ella, pero… con el tiempo y la fama ella se ha venido convirtiendo en otra persona. No es la misma de siempre, pero he estado luchando para mantener nuestra relación.
  Agaché mi cabeza con una expresión neutra en mi rostro. No sabía si apoyarlo en eso o dejar aquel tema a un lado. Todavía me sentía atraída hacia él, pero de verdad debía superar mi obsesión. Esto no me llevaría a ningún lado, más que a la frustración.
  En ese momento, el mesero llegó con nuestros almuerzos, y mientras comíamos, seguimos hablando. Pero esta vez Will tocó el tema de mi vida.
  — Natalie, ¿en donde estudias? ¿Ya estás en la universidad? —me preguntó.
  — No, todavía no estoy en la universidad, pero me graduaré pronto. Estudio en la preparatoria McKinney.
  — ¿Y en dónde vas a estudiar cuando te gradúes?
  — Bueno… si la suerte está de mi lado, en la MIT.
  Will me miró impresionado, con sus ojos abiertos como platos.
  — ¿En la MIT? ¿De verdad?
  — Sí, quizás me gane una beca. En realidad, el día que nos conocimos, que yo había salido de la audición, ese mismo día hice la entrevista y el examen para poder ganarla.
  — Wow, felicitaciones. Nunca creí que me topara con una música genio.
  Sonreí.
  — No soy genio, sólo me gustan la física y la química, es todo.
  — Debes ser muy buena en ellas.
  — Quizás… —dije modestamente.
  — Hablo en serio, la MIT es una universidad muy prestigiosa… seguramente te la ganarás. Bueno, eso es lo que creo yo. Dime tú qué opinas. ¿Crees que la vas a ganar?
  Medité unos segundos mi respuesta. ¿La ganaría? Quizás sí, quizás no. Me sentí muy segura en el examen, pero al no haber tenido tiempo para revisar mis respuestas, no podía estar segura de nada.
  Suspiré.
  — Will… no lo sé —dije algo desanimada —. Fui la primera en terminar el examen, y para poder ir a la audición tuve que dejarlo tal y como estaba, no revisé nada…
  Él me miró con compasión.
  — Ten fe —me dijo tiernamente.
  — Gracias… —dije sonriente, mirando fijamente a esos brillantes ojos miel que me conquistaron la primera vez que le dirigí la mirada.
  Él también me miraba sonriente. Pero no con una sonrisa enamoradiza, como la mía. La suya cargaba compasión, amabilidad y ternura.
  Nuestros ojos estuvieron clavados por dos segundos, y luego volvimos a la realidad.
  — Bueno… ¿Terminaste? —dijo observando mi plato a medio empezar.
  Era triste malgastar comida, sabiendo que hay tantas personas hambrientas en el mundo, pero… no podía probar un bocado más. Estaba repleta.
  Dirigí también mi mirada hacia el plato, y asentí, mientras internamente quería seguir sosteniendo aquél encuentro de nuestras miradas.
  Will llamó al mesero y pidió la cuenta. El hombre antes de irse, recogió nuestros platos.
  — Muchísimas gracias, Will —le agradecí por el almuerzo.
  — No hay de qué.
  Guardamos silencio un momento, y luego él rompió el hielo. Como siempre lo hacía. Pero con un tema del que hace muchísimo tiempo no me hablaban. Y me extrañó que empezara de esta manera:
  — Natalie, habla, di algo.
  Lo miré impresionada.
  — ¿Qué? ¿Cómo que hable? Me has escuchado todo el rato… —dije confundida.
  Él sonrió, al yo cumplir su extraña petición inconscientemente.
  — Naciste aquí en Nueva York, ¿no?
  — Sí… —dije sin quitar mi rostro repleto de duda.
  — No parece.
  — ¿Por qué?
  — Tienes tu acento italiano todavía ¿Cuántos años viviste en Italia? —dijo sin desvanecer aquella linda sonrisa.
  — Ocho.
  — Sí, se nota…
  Le devolví la sonrisa.
  — Eres muy extraño, Will. ¿Por qué me preguntas esto justamente ahora? Me oíste hablar ayer casi toda la tarde, y hoy todo este tiempo.
  — No sé, caí en cuenta en este momento. Es muy tenue tu acento extranjero, pero se nota de vez en cuando.
  No podía dejar de mirarlo. Su sonrisa, sus ojos, sus labios… no me dejaban olvidarme de él. Más bien me atraían más. Todo eso acompañado de su gran personalidad y su sentido del humor. Ah… no lo podía superar.
  Natalie, ¡ya basta! Él no está interesado en ti, pensé abrumada.
  — Me llevaron a vivir allí cuando tenía ocho meses de nacida. Prácticamente aprendí primero el italiano. Y 9 años en los Estados Unidos no bastan para tener un acento perfecto y desaparecer totalmente el que tengo ahora. Además voy muy a menudo a Italia a visitar a mi tío Leonardo.
  — ¿En qué parte de Italia viviste?
  — En Florencia.
  — ¿De verdad? Florencia es hermosa.
  — ¿Has estado en Florencia alguna vez? —pregunté interesada.
  — Sí —dijo asintiendo —. Fui con la banda a hacer un tour por Europa, e hicimos una parada allí.
  Entonces… conocía Florencia, ¿no? Ese era un dato interesante.
  Miré mi reloj. La habíamos pasado tan bien que no me di cuenta de que ya eran las 5:00 p.m. habían pasado ya tres horas desde que habíamos llegado.
  En ese momento el mesero llegó con la cuenta. Will sacó su billetera, pero antes de que pudiera extraer los billetes, agarré el recibo de la comida, y observé el precio.
  40 dólares… yo no quería que Will lo pagara todo, así que comencé a negociar con él.
  — Will… déjame aportar la mitad —dije.
  — No, Natalie, yo te invité. No te preocupes.
  — Vamos, Will. No me voy a morir por 20 dólares —insistí.
  Will pensó un minuto, mientras me miraba sospechosamente.
  Yo traté de convencerlo con mi mirada, observando fijamente sus ojos, con el fin de intimidarlo un poco, para que accediera. Y funcionó.
  — De acuerdo —admitió su derrota.
  Sonreí, y saqué de mi billetera el billete de veinte dólares. Luego lo deposité en la mesa. Will hizo lo mismo.
  El mesero recogió el dinero, nosotros le agradecimos, y nos paramos de la mesa.
  Caminando lentamente, nos dirigimos hacia la puerta. Will me acompañó a donde se encontraba mi auto, y allí sería la triste despedida.
  Quedamos frente a frente, justo al lado del auto, que tenía la puerta abierta, lista para yo entrar.
  — De nuevo… muchas gracias. De verdad —dije.
  — De nada. Eres una gran chica.
  Al Will decir estas palabras, no aguanté, y le di un fuerte abrazo.
  Él me devolvió el gesto.
  — Bueno… creo… que este es el adiós —dije algo triste.
  — Sí… pero no hay que dejar de vernos. Es decir… hay que seguir saliendo. La pasamos muy bien.
  — Claro…
  Nos atrapamos mutuamente con la mirada. No podía despegar mis ojos de los suyos. ¿Por qué nos pasaba tanto esto? Me tentaba a besarlo cada vez que pasaba, y era muy difícil contenerme. Una parte de mí decía “Bésalo, es el momento perfecto. Si te gusta tanto, entonces demuéstraselo, tal vez cambie de opinión acerca de Alice, la olvide y será todo tuyo”. Por supuesto, esa era la parte de mi subconsciente que no estaba ligada a la realidad, la cual podía estar constituida por mis sentimientos y el hemisferio derecho de mi cerebro, el cual era mi lado creativo y musical.  La otra parte, mi conciencia, mi parte lógica, conectada con la realidad, la cual abarcaba todo mi hemisferio izquierdo, el cual era mi parte matemática, me decía “Ni se te ocurra hacer algo indebido, Natalie Ricci. No lo beses. Él tiene novia, tú eres sólo su amiga”. La que me hablaba ahora era mi mente, y no mi corazón.
  Y por mucho que quería hacer lo que mi corazón me decía, debía hacerle caso a mi mente. Esa era la solución correcta, el camino que debía tomar.
  Sentía como mis labios se acercaban a los suyos como imanes, como si fuera una fuerza que no podía controlar y con la cual no podía luchar.
  Natalie, no lo hagas, seguía pensando, pero no podía hacerle caso a mi mente. Mi corazón y mis sentimientos me dominaban en aquél momento, estaba loca de amor por él, y no podía reaccionar.
  Will me siguió la pista acercándose hacia mí, hacia mis labios que no resistían los deseos de moldearse perfectamente con los suyos. Parecía que él tampoco estaba pensando conscientemente.
  Nuestros labios estaban a punto de tocarse, cuando de repente, mi celular sonó, y me devolvió al mundo real.
  Me alejé lentamente de Will, apenada por mis intenciones egoístas.
  Él también se alejó, con una expresión de desaliento y decepción.
  Avergonzada, saqué mi celular, el cual me había salvado de cometer un de los peores errores de mi vida, pero me resigné a contestar. Sería maleducado en frente de Will.
  — Bueno… adiós —dije tímidamente.
  — Adiós, Natalie… —dijo él también un poco apenado.
  Dirigí la mirada hacia el suelo.
  — Will… —lo detuve en su camino de ida.
  Él se volteó.
  — ¿Sí?
  — ¿Me das tu número? Así… podríamos estar más en contacto.
  Sonrió, y luego se dirigió hacia mí.
  — Por supuesto… —dijo devolviéndose —. ¿Puedo? —me pidió permiso para coger mi celular y anotarlo él mismo.
  — Adelante —se lo entregué.
  Él me pasó el suyo.
  — ¿Te anoto mi número?
  — Sí —dijo.
  Anoté y guardé mi número, y se lo entregué de nuevo. Él hizo lo mismo.
  — Ahora sí… adiós, Will. Nos vemos. La pasé muy bien.
  Él me abrazó, y se fue.
  Me monté en mi auto, pensando en ese casi beso que estábamos a punto de habernos dado. Cómo me hubiera gustado sentir sus labios contra los míos… demostrarle que Alice no sería la única chica en su vida que se hubiera sentido atraída hacia él. No sabía qué hacer. ¿Debería olvidarme de él y hacer como si no pasara nada? ¿O debería hacer lo que fuera por conquistarlo? No, eso estaba mal. Más bien debía escoger la primera opción. Era la más sana, además me mantendría lejos de los problemas.
  Al llegar a mi casa, estacioné el auto, me bajé y me dirigí caminando hacia la puerta, con una enorme sonrisa en mi rostro.
  Aquel gesto lo reproducía cada vez que pensaba en el casi beso, y cómo hubiera sido si nos hubiéramos besado de verdad. Ah… todo un sueño hecho realidad. Desgraciadamente, mi historia tenía una cierta antagonista, que impedía que Will fuera mío: Alice. No puedo decir que la odiaba, porque no la conocía. Quizás era una gran chica, no como Will la describió. Quién sabe… algún día tendría que conocerla.
  Entré a mi casa. Allí estaba mi madre, cocinando la cena. No tenía hambre. Pero no podía rechazar una cena que había hecho ella misma, con tanto esfuerzo. Lo que pasa es que siempre pedíamos comida a domicilio, porque a mi madre no es que le encantara cocinar. Era rara la vez que se le veía haciéndolo. Sólo lo hacía cuando era una situación muy especial. Y la verdad era que ella sabía cocinar muy bien.
  — Hola, mamá —la saludé.
  — Hola, Natalie. ¿Cómo te fue?
  A mi mente volvió aquel agradable y a la vez vergonzoso recuerdo que me hacía sonreír.
  — Muy bien, estoy feliz —dije sentándome en el comedor —. ¿Se puede saber por qué te pusiste a cocinar justamente hoy?
  Mi madre metió lo que fuera que estuviera creando en el horno, luego se sentó a mi lado.
  — No lo sé… quizás porque llamaron de la MIT… —empezó.
  Con sólo oír las letras “MIT”, mi corazón se aceleró. ¿Ya? ¿Tenían los resultados tan pronto? No importaba, sólo debía seguir escuchando aquella emocionante noticia.
  — ¿Sí? —apuré a mi madre. No podía esperar más. Me moriría en ese mismo instante si no seguía contándome. Se me saldría el corazón. Metafóricamente hablando, claro.
  —… Y… ¡¡Te ganaste la beca, cariño!! —dijo, con su típico tono de voz de madre orgullosa, pero muchísimo más intenso.
  No lo podía creer. Yo, ¿me gané una beca para estudiar en la MIT, una beca tan codiciada por muchas otras personas? ¿Yo? ¿La más joven en postularse? ¡Eso decía mucho! Me sentía inteligente, más de lo normal. Es más, me sentía como un genio.
  Quedé en completo shock
  No movía ni el más mínimo músculo. Parecía como si hubiera muerto por un instante. Luego regresé a la vida.
  — ¡Estás bromeando! ¡No es cierto! —exclamé emocionada, levantándome de la silla rápidamente.
  — ¡No! ¡Es en serio! —exclamó ella también, parándose.
  Solté un grito que resonó por toda la casa. Creo que hasta los vecinos me escucharon.
  — ¡¡No lo puedo creer!! —abracé a mi madre, y empezamos a saltar ella y yo abrazadas, no nos soltábamos.
  Estaba exageradamente feliz. De verdad, y muy orgullosa también. La euforia era tal que no me cabía en el cuerpo, tenía que liberarla de alguna forma.
  ¡Ya tenía mi universidad asegurada! Se sentía tan bien haberlo logrado sin revisar el examen…
  Aquel era uno de los días más felices de mi vida. Will casi me había besado y me había ganado la beca. ¡Era genial!
  — ¡¿Cuánto saqué en el examen?! —exclamé, todavía extasiada.
  — ¡91%! ¡Fue la segunda mejor calificación!
  Volví a gritar. Creo que iba a dejar sorda a mi madre.
  Después de unos segundos, me tranquilicé, y por fin pude hablar decentemente.
  Me senté de nuevo en el comedor. Mi madre hizo lo mismo, mirándome con una gigantesca sonrisa de satisfacción.
  — ¿Cuál fue la mejor calificación? —pregunté. No me sentía mal por haber sido la segunda. Pero me interesaba saberlo, sólo por curiosidad.
  — Hubo un chico que sacó 96%. Un tal Nicholas Parker… —me dijo —. Pero no importa, sólo sacó cinco puntos más que tú. Sigues siendo la mejor para mí —me acarició el mentón.
  — Qué genio… —dije —. Pero no importa, con tal que me haya ganado la beca, es suficiente para mí. Es decir, sólo había 3 becas, y había como 100 personas luchando por ella. No está mal un 91%, ¿ah? ¡Es genial!
  — Sí…
  El tintineante sonido del horno para avisar que estaba lista la cena, interrumpió nuestra conversación.
  — Llamaré a Kate —dije emocionada, sacando mi celular, mientras mi madre sacaba la humeante y deliciosa lasaña que había preparado. Sí, ese era el olor de la gloria. Aunque ya había comido comida italiana aquel día, no me importó volver a hacerlo. Me encantaba.
  Marqué su número, y al oír su voz, grité.
  — Natalie, ¿qué pasó? ¿Por qué gritas? —preguntó preocupada.
  — ¡Kate, me gané la beca!
  Ella también gritó. Tanto, que tuve que alejar el celular de mi oreja.
  — ¡Qué emoción! Apuesto que tu madre está muy feliz, ¿me equivoco?
  — Para nada —suspiré —. Ay, Kate, estoy tan feliz…
  — Y debes estarlo… disfruta tu beca, amiga. Te felicito.
  — Gracias.
  — De nada… Y…
  Parecía que quería decir algo más, pero alguien la interrumpió. Pude oír por el teléfono a su padre, quien la llamaba para salir, o algo así. No estaba muy segura.
  — ¡Ya voy, papá! Sólo déjame despedirme de Natalie —la escuché a lo lejos, lo cual, no sé por qué, hizo que una pequeña risa saliera de mí —. Lo siento, Talie, me tengo que ir. Disfruta tu momento, te merecías esa beca.
  — Gracias, Katie, puedes ir en paz —traté de hacerme la graciosa, y funcionó. Ella rio levemente —. Adiós.
  — Adiós, Talie, te quiero, no lo olvides.
  — Jamás, yo también.
  Era muy tierna Kate cuando me llamaba “Talie”. Era un apodo que me dio cuando yo tenía nueve años, y ella diez. ¿De dónde salió? Pues… de la terminación de mi nombre: Natalie. Fue muy original de su parte, pues el resto me llaman por mi nombre completo, o algunas veces me decían “Naty”. Y Kate era la única que me llamaba así.
  Colgué el teléfono, y cuando menos me di cuenta, la lasaña ya se encontraba servida en un plato en frente de mí.
  Le sonreí a mi madre a penas lo vi, y empecé a comer.
  Como lo deduje, estaba delicioso. La lasaña era su especialidad, pues a mi padre le encantaba mientras vivía. Tanto, que le enseñó a mi madre a cocinar. Así es, mi mamá no sabía cocinar, hasta que conoció a mi papá.
  Y le heredé su “talento”. Lo único que sabía preparar era cereal o huevos. No era buena cocinando. Todo se me quemaba o me quedaba salado, o simple. No, no era mi fuerte. Por eso me dedicaba a la música. Aquella me daba todo lo que quería, y más.
  Al terminar de comer, fui a mi cuarto y me dejé tumbar en mi cama. No podía dejar de pensar en Will. Si me había seguido la corriente, aunque fuera por unos segundos, significaba que él también sentía algo por mí.
  Pero… ¿Y si lo había hecho nada más para no hacerme sentir mal? ¿Qué tal si de verdad estaba tan enamorado de Alice que no la olvidaría y jamás tendría yo la oportunidad de demostrarle que lo amaba con todo mi ser?
  Aquellas preguntas me arruinaron el humor.
  La verdad era que no se podía saber nada con certeza, pues no podía leer sus pensamientos. Sólo faltaba ver si el destino nos daría una oportunidad…
  Luego vino a mi mente aquello que me había dicho Will en el restaurante acerca de la beca: “Ten fe”.
  Lo interesante de este hecho era que sí había funcionado. Durante todo el trayecto, desde el restaurante hasta mi hogar, además de haber pensado en mi Will, también habían entrado a mi cabeza pensamientos positivos acerca de la beca. En resumen, junté toda la fe que me quedaba en el momento, y la concentré en aquellos pensamientos positivos, logrando, no sólo que creyera que prácticamente me la había ganado, sino que también sucedió en la realidad.
  Me recordaba un documental que había visto hace varios años, cuando todavía estaba en la escuela primaria.
  Trataba acerca de algo llamado “Ley de la Atracción”, también conocida como “El Secreto”. Y en lo que consistía ese extraño poder mental, era atraer las cosas con los pensamientos, hacia la realidad.
  Y prácticamente, lo que Will me había dicho que aplicara, era aquella ley. Quizás a él también le había funcionado en el pasado.
  Después de la larga reflexión que hice, prendí el televisor, y me quedé dormida. Casi nunca me pasaba, pues me entretenía tanto que era imposible para mí perderme algún detalle de lo que estaba viendo.
  Además no me quería dormir. Estaba tan enamorada que lo único que quería era devolver el tiempo hasta ese momento en le parqueadero del restaurante… y haber apagado mi celular para que hubiera ocurrido ese beso que tanto anhelaba. Pues, como dijo el poeta y escritor Dr. Seuss, “Cuando estás enamorado no puedes dormir porque, finalmente, la realidad es mejor que tus sueños”. Así era exactamente como me sentía. No quería cerrar los ojos —aunque ya lo había hecho—, quería volver a ver a Will.

miércoles, 29 de junio de 2011

VOTEN PARA LOS TCAs!!!!!!!

SE ACERCAN LOS "TEEN CHOICE AWARDS"!! los invito para que voten por sus estrellas favoritas en http://www.teenchoiceawards.com/ 
QUÉ EL MEJOR GANE!!!

Tercer Capítulo de "15 Minutes of Fame"

Chicos.... me demoraré un poco escribiendo el tercer capítulo de la novela... está muy largo, y... bueno, la próxima semana empiezo clases, entonces no tendré la misma cantidad de tiempo para escribir... :( lo siento mucho. Pero mañana les publicaré un adelanto del tercer cap., que está muuuyyy bueno!!! Ojalá que les guste! :D Le he puesto mucho sentimiento a la novela. Jajaja!!
Los quiero!!! xoxo, Pofy05. ♥♥♥♥

domingo, 26 de junio de 2011

Ups! Soy algo distraída...

Chicos... perdón!! En el primer capítulo ("Millas por recorrer") se me olvidó poner una gran parte de la historia! :S
Sin querer terminó en la frase: "Nadie lograba crear una situación tan difícil para ella como para que no le encontrara solución", y así N-O termina el primer capítulo!! 
Por eso se puede tornar un poco rara la historia... Espero que me perdonen por el incidente...
Si están leyendo mi novela y van en el segundo capítulo, les recomiendo que se devuelvan al primero y lean lo que faltó...
Gracias por su comprensión.
xoxo, Pofy05.

viernes, 24 de junio de 2011

Capítulo 2: Primeros pasos

Capítulo 2: Primeros pasos
  Después de haber estudiado durante semanas y haber ensayado durante meses, al fin había llegado el día. 7 de abril.
  Tenía tantas cosas en la cabeza, que no me podía concentrar en una a la vez. Tenía miedo del largo examen de 2 horas repleto de ecuaciones físicas y químicas, balanceos, principios…
  Por otro lado, tenía la presión de llegar a tiempo a la audición. Si no terminaba el examen por llegar rápido, estaría despidiéndome de una beca completa. Pero también añoraba con fuerza poder presentarme en “House of Rock” y dar a conocer a la banda de una vez por todas. Quería que nos luciéramos en aquella audición, y que tocáramos como nunca lo habíamos hecho. Que lo hiciéramos tan bien, que a los jueces no les diera dificultad de escoger a la afortunada banda que se presentaría allí.
  Pero no podía ilusionarme, pues había muchas otras bandas muy talentosas que se presentarían allí. Y nosotros, aunque éramos buenos, no teníamos la experiencia necesaria. Pero valía la pena intentarlo.

  Me encontraba en mi habitación, arreglándome para verme presentable en la MIT. Me habían enviado una carta dos semanas antes, diciendo que primero habría una clase de “coctel” con todos los escogidos para ganarse la beca, antes de conocer al director y de presentar el examen; además agregaron el dato de ir de vestimenta elegante. Pero como casi toda mi ropa era negra y contenía botas y chaquetas de cuero, además de unas pocas camisas sueltas (las cuales yo consideraba muy cómodas), tenía muy pocos atuendos presentables. Entre ellos, el que utilicé en el funeral de mi padre, pero eso ya había sido hace 2 años, así que no creía que me fuera a quedar bien.
  Rebusqué sacando y sacando ropa del armario, tirándola toda a la cama. Nada… todo era informal.
  — ¡Mamá! Tengo otro problema… —le grité a mi madre, que se encontraba en su habitación, a unos 20 pasos de la mía.
  — ¿Qué sucede, cariño?
  Caminé rápidamente hacia su habitación y me paré en frente de la puerta que se encontraba totalmente abierta y dejaba ver a mi madre sentada en su enorme cama doble, tratando de desenredar un collar.
  — ¿Qué dirías si te dijera que no tengo nada que usar para ir al evento? —dije algo apenada.
  Mi madre me miró con desdén.
  — Pasa, hija… —me indicó.
  Entré cautelosamente a la habitación, con pasos lentos y pausados.
  — Ya sabía que esto te iba a suceder, así que la semana pasada fui de compras y pensé en ti en ese momento. Tenía muy claro que toda tu ropa era informal, así que decidí comprarte un conjunto.
  Me tensioné un poco al oír eso. Mi madre y yo teníamos gustos extremadamente diferentes. Todo lo que a mí me gustaba, ella lo odiaba, y viceversa. Así que empecé a rezar para que lo que me había comprado, fuera lo que fuera, que no me hiciera lucir como una anciana o como una niña de 12 años. Por que eso era lo que a ella le gustaba para mí. Toda mi vida me vistió de una manera que, personalmente, consideraba ridícula, así que cuando cumplí 15 años me revelé y le dije que me vestiría de la manera que yo quisiera.
  Se levantó de la cama y entró a su armario.
  Al salir, llevaba consigo una enorme bolsa blanca, que decía “GUCCI” en letras plateadas.
  Wow… si eso es de Gucci, le subieron mucho el sueldo en el trabajo”, pensé impresionada.
  Jamás, jamás, jamás en mi vida había tenido ropa de marca. Y deduje que ésa sí era la bolsa del traje, pues estaba sellada y tenía la factura colgándole por un costado.
  Mi madre abrió la bolsa, metió la mano y fue sacando por partes, el conjunto.
  Me impresioné aún más, pues aquello era algo que yo de verdad usaría. Tenía colores fuertes, texturas interesantes, era muy lindo…
  El conjunto traía 3 piezas: Una camisa negra de mangas cortas; una falda, también negra, y el toque de color lo daba una chaqueta de terciopelo roja oscura.
  — Wow… —susurré —… Es… muy lindo.
  — Más vale que lo sea, porque me costó mucho dinero. Agrégale unas medias veladas negras y unos tacones y queda listo.
  No podía dejar de mirar el lindo conjunto. Era increíble que mi madre acertara con mi actual gusto.
  — Muchas gracias, mamá, me salvaste la vida, en serio… —dije agarrando el conjunto rápidamente y corriendo hacia mi habitación para ponérmelo.
  Cuando estuve lista, bajé las escaleras, salí por la puerta principal que se encontraba abierta, y vi a mi madre con una cámara.
  Hice un gesto de desesperación.
  — ¿Es en serio? —le pregunté.
  — Sí, claro, no todos los días mi hija va a la MIT a presentar un examen para ganarse una beca —dijo apuntando la cámara hacia mí.
  — Está bien… —susurré, y me dejé tomar la foto.
  — Genial —dijo mi madre, admirando la imagen que se proyectaba en la pantalla de la cámara.
  — Vámonos —dije agarrándola del brazo para guiarla hacia el auto para irnos de una vez.
  Mi madre entró en la camioneta, la encendió mientras yo entraba, y al final arrancó hacia la sede en donde se harían el coctel y el examen aquí en Nueva York. Obviamente no iríamos a la real MIT. Aquélla estaba ubicada en Massachusetts. Y yo no iba a volar a otro estado sólo para hacer un examen. Y mucho menos con la audición el mismo día. No, nunca me obligarían a hacerlo.
  Durante el trayecto hacia nuestro destino traté de relajarme y de pensar en otra cosa que no tuviera nada que ver con el examen. Definitivamente, eso era lo que más me asustaba. En la audición no tendría que pensar tanto como en aquella gigantesca prueba. Era aterrador. Además, sería muy difícil concentrarme en hacerla bien, pensando en que ella definiría si me ganaba una beca o no. ¿Con esa presión en los hombros, quién podría realizar un examen tranquilo? Bueno, no digo que nadie, pues no es verdad. Hay personas muy capaces de controlarse en ese aspecto… mas yo no era una de ellas.
  Me dejaba asustar con facilidad con sólo ver que las cosas se tornaban difíciles. Excepto con la competencia, claro. En la audición no tendría piedad con ninguna de las otras bandas que se presentarían. Pelearía hasta conseguir lo que quería y no me dejaría intimidar por las miradas llenas de fiereza o los firmes acordes de los demás. Yo sabía que mi banda y yo teníamos la experiencia y el talento suficientes para poder ganar. Confiaba plenamente en ellos.
  Pero… si estaba tan segura de mí misma y del resto de 15 Minute of Fame con respecto a la audición, ¿por qué no me sentía igual con respecto a el examen? Quizás era porque… en la audición haría lo que mejor sé hacer, que es cantar. Aquello no implica mucho esfuerzo para mí. En cambio, en el examen tendría que utilizar todas y cada una de mis neuronas para poder responderlo correctamente y no errar en las preguntas, eso era lo último que querría que me pasara.
  Pero había estudiado demasiado para este examen. Me había quedado despierta hasta la una de la mañana estudiando durante 2 semanas para poder lidiar con él. ¿Por qué no sería capaz? ¿Qué no era yo la que mejor promedio tenía en física y química en mi escuela? ¡Claro que podía! No sería pan comido, seguro que no. Un examen de admisión a la MIT no sería cosa fácil, me pondría a pensar. Pero yo sabía que podía. No debía llenar mi cabeza con pensamientos negativos antes de una de las hazañas más importantes de mi vida.
  Al llegar a la sede, podía ver un considerable número de autos parqueados al frente del bajo, pero ancho edificio.
  Me asusté un poco al saber que pelearía con tantas personas por una beca. Había tres becas disponibles, y sólo tres afortunados estudiantes las conseguirían. Yo esperaba ser una de esos tres. Había leído que era necesario sacar como mínimo 85% (del 100%, claro está), para poder ganársela.
  Al entrar, pude ver a mucha gente reunida hablando y tomando algunos tragos. Me sentía muy extraña, porque al ojear el salón completo me di cuenta de que yo era la más joven en él. El serlo me hacía sentir como una mosca en la pared, poco importante en medio de tanta gente tan experta y capacitada.
  Miré a mi madre con mis ojos cargados de angustia.
  — No te preocupes —me susurró al oído —. Sólo mantén el porte y compórtate como una persona madura, que sabe lo que hace y está segura de que se va a ganar la beca.
  — Entiendo…
  Me enderecé, me cargué de todo el orgullo posible y caminé aparentando seguridad a saludar al rector.
  Él se encontraba hablando con una profesora al yo llegar.
  — Buenas tardes, señor Mathews —lo saludé, extendiéndole la mano.
  — Buenas tardes —dijo estrechándola —. ¿Cuál es tu nombre, jovencita?
  Jovencita… de sólo oír eso me sentía aún peor. Era la más joven, no podía superarlo. ¿Era necesario que me llamara “jovencita”? No, no lo era, y además me molestaba un poco. Con que hubiera dicho nada más “¿Cuál es tu nombre?” me hubiera sentido más a gusto en su presencia.
  — Natalie Ricci —respondí sin dejar notar la inconformidad en mi voz.
  El rector pareció darse cuenta de algo. No estaba muy segura de qué, pero parecía como si me hubiera “reconocido” o algo parecido.
  — Ésta es la chica de la cuál le hablaba, profesora Walsh —dijo dirigiéndose esta vez a la profesora con quien mantenía una charla en el momento en que llegué —. Natalie Ricci, es la mejor estudiante de física y química  de la preparatoria McKinney, y es la más joven en postularse para ganar la beca.
  ¿“La mejor”? Yo no diría exactamente la mejor. Por supuesto que no lo era. Pero me sentí alagada.
  — En realidad no soy la mejor, señor, pero gracias —me atreví a decir.
  — Oh, no sea tan modesta, Natalie, hemos visto sus notas y son excelentes —intervino la profesora Walsh.
  — Muchas gracias.
  Se acercó hacia mí con interés.
  — Me gustaría que conociera al profesor de física de la universidad. Acompáñeme —dijo haciéndome una seña para que la siguiera.
  ¿Y me podía retirar de la presencia del rector así de fácil? ¿Así como así? ¿De verdad? Entonces tenía una buena parte de poder en la MIT. Porque yo no me creía digna de irme repentinamente después de haber sido alagada por él.
  Es que… él, por Dios, no podía creer que él me hubiera dicho que era la estudiante con el mejor promedio en toda la preparatoria. Nunca me había dicho tal cosa una persona de alto rango y poder en una institución educativa. Yo era una simple mortal a comparación de ese hombre. Se había ganado muchísimos premios y era extremadamente inteligente. Tenía conocimiento de todo lo que se enseñaba en la universidad. Era increíble. No voy a decir que era mi ídolo, porque no lo conocía bien, y además la física y la química no eran mi vida como para que un experto en ellas fuese mi modelo a seguir. Si llegaba a tener un ídolo, sería alguien dedicado y apasionado por la música. Ése sí es un ejemplo digno de seguir para mí.
  Seguí a la profesora, algo apenada con el rector, dando pasos inseguros y pausados.
  Me condujo hacia donde estaba un hombre más o menos de unos 50 años, cabello blanco con un peinado perecido al de Albert Einstein y anteojos. Aquél debía ser el profesor de quien me hablaba.
Tenía apariencia de profesor de física. Además parecía tener una actitud seria. Pero me equivoqué totalmente.
  — Natalie, éste es el profesor Walter Steel. Enseña física en la universidad —me lo presentó la profesora Walsh.
  — Hola, Natalie. Es un placer conocerte —dijo alegremente el hombre, extendiéndome su mano.
  — Buenas tardes, profesor —dije estrechándosela —. El placer es todo mío.
  Trataba de comportarme tan educadamente, como alguien de la alta clase. No quería causar una mala impresión. Yo no era así normalmente. Más bien, cuando conocía a alguien trataba de ser lo más yo posible. Sí, suena extraño, pero en este caso no podía ser yo. Tenía que convertirme en , pero en una versión más educada, madura y seria. Porque no era la clase de chica aguafiestas que aleja a la gente de su edad con su actitud adulta. Me gustaba hacer reír a las personas y verlas pasando un buen rato a mi lado.
  — ¿Cuál es tu apellido? —me preguntó.
  — ¿Mi… apellido…? —pregunté algo confundida. Jamás me habían preguntado eso, a no ser que estuvieran averiguando datos míos para algún documento o algo por el estilo. Estaba a punto de responderle, pero no me dejó continuar.
  — Oh, lo siento. Es que normalmente llamo a los estudiantes en las clases por su apellido. Se me hace más fácil de recordar —me aclaró el asunto —. Pareces una chica muy inteligente, Natalie, seguramente te ganarás una de las 3 becas. Por eso te lo pregunto, seguramente si lo haces, estarás en mi clase.
  Sonreí.
  — Gracias, señor. Eso espero —dije —… Mi apellido es Ricci.
  Walter hizo un gesto de impresión. Como si nunca hubiera oído un apellido italiano. Más bien, como si nunca hubiera sabido de Italia, cosa que dudaba mucho.
  — Ricci… —suspiró —. Es un apellido poco común.
  — Sí… —traté de no dejar que la conversación cayera, diciendo cualquier conjunción.
  En ese instante, mi madre irrumpió, para salvarme, en la no muy estimulante conversación que no lográbamos sostener.
  — Buenas tardes, profesores —los saludó —. ¿Me permiten llevarme a mi hija por un momento?
  — Ah, ¿usted es la madre de esta joven? —preguntó Walter. “Joven”, ¿por qué otra vez? No me molestaba ser joven, es muchísimo mejor que ser viejo, pero… ser la más joven sí era algo intimidante.
  — Sí, soy yo —dijo orgullosa.
  ¿Trataba de presumir conmigo, o qué? Ay, no, todo lo que pensaba era negativo. Eso me afectaría gravemente. Debía cambiar mi forma de pensar antes de que fuera demasiado tarde.
  — Debe estar orgullosa de su hija —adivinó.
  — Sí que lo estoy. Disculpen. —Dijo, luego me cogió del brazo y me arrastró lejos de los profesores.
  Nos alejamos un poco, hasta que fue lo suficientemente lejos como para agradecerle.
  — Uf, gracias, mamá. Me salvaste la vida —dije.
  — De nada, pero no lo volveré a hacer. Debes aprender a mantener una conversación con estas personas, no es tan difícil como parece.
  — Sí, claro —dije irónicamente —. No es difícil para ti porque eres adulta.
  — Hablo en serio, Natalie. Y además, tienes 17 años, eres casi una adulta.
  — Está bien, de acuerdo, lo intentaré.
  — Pues debes hacer algo mejor que sólo tratar.
  Un mesero se acercó a nosotras e interrumpió nuestra discusión.
  — Disculpen, ¿les gustaría degustar una copa de vino? —nos ofreció.
  Mi madre agarró una de las 7 copas que contenían vino blanco que llevaba el hombre en su bandeja.
  — No, gracias —dije, y el mesero se fue.
  Pude oír el sonido de un micrófono siendo probado, y recorrí el salón con la mirada, hasta que encontré de dónde provenía el sonido, y fijé mis ojos sobre el rector, que se disponía a dar un aviso.
  — Buenas tardes —empezó —. Soy Robert Mathews, rector del Instituto de Tecnología de Massachusetts. Es un placer tenerlos a todos ustedes aquí. Les aviso que en este momento deberán pasar todos los participantes hacia el salón de enseguida para empezar a hacer las entrevistas, y luego hacer los exámenes de admisión. Les deseo mucha suerte a todos.
  Al terminar de decir estas palabras, se me pusieron los nervios de punta. ¿Cómo? ¿Ya era hora? ¿Tan pronto? No me sentía preparada sicológicamente para esto. Pero debía enfrentarlo…
  Me despedí de mi madre, quien me deseó mucha suerte, y me dirigí con el resto de las personas, a la pequeña sala de espera para pasar a la oficina del director, a que nos hiciera la entrevista.
  Al entrar, encontré una silla vacía —milagrosamente—, y me senté a esperar y a repasar un poco antes del examen. No me asustaba tanto la entrevista. Era más fácil, pues no me preguntarían cosas de física o química, sólo me preguntarían datos, logros o premios que me hubiera ganado, tendría que hablar sobre mi rendimiento y mi promedio en la preparatoria y también por qué quería estudiar en aquélla universidad.
  Esperé un largo rato, más o menos 30 minutos, y me empecé a aburrir. Estaba muy cansada y agitada. Además me consumía por dentro de la ansiedad, ¿por qué me hacían esperar tanto? Me parecía injusto.
  — Natalie Ricci —escuché a la secretaria llamarme —. Ya puedes pasar.
  Me levanté cuidadosamente de la silla, cogí mi bolso y me desplacé hacia la oficina, un poco asustada.
  Tranquila, todo saldrá bien, pensé, tratando de darme fuerzas para seguir y no quedarme parada a unos centímetros de la puerta sin poder entrar por los acelerados latidos de mi corazón.
  Al entrar, me sorprendí del diminuto tamaño de la oficina. Era mucho más pequeña de lo que esperaba, cosa que me tranquilizó, pues no podría haber muchas personas en ella. Y estaba en lo cierto.
  Para mi sorpresa, el único presente en ella era Robert, que se encontraba sentado en una silla de cuero café, detrás de un escritorio de madera fina y reluciente.
  — Toma asiento, Natalie —me indicó. Le obedecí al instante —. ¿Estás nerviosa?
  No sabía si decirle la verdad o no. Si le decía que sí, daría una imagen de alguien cobarde que no se siente lo suficientemente preparado como para asistir a la MIT, y sería más difícil que me dieran la beca. Y si decía que no, daría la imagen de una chica presumida que se siente extremadamente segura de que pasará la entrevista y el examen perfectamente y que no sabe lo que le espera en un futuro.
  Pero… debía responder, ¿no? No podía quedarme callada así como así y dejarlo con la palabra en la boca. Así que decidí decirle la verdad, todo el mundo se siente asustado alguna vez en su vida, y mucho más si es para lograr algo tan grande como esto. Reflexioné unos instantes y me di cuenta de que lo peor que me podía pasar si decía que sí, era…, en realidad, nada. Él era un hombre muy serio y educado, no creía que se pudiera burlar de mí o algo parecido.
  — En realidad, sí estoy algo nerviosa, señor —dije tímidamente.
  Él sonrió.
  — No te preocupes, no será gran cosa. Te aseguro que no tiene ciencia alguna, es una entrevista común y corriente —me tranquilizó sin borrar su sonrisa del rostro.
  No salió tan mal como lo creía. A decir verdad, lo había tomado muy bien. Así que me sentí más segura de mí misma en ese momento.
  Le devolví el gesto.
  Robert sacó unos papeles de una carpeta y les dio una ojeada.
  — Entonces… Natalie Ricci —empezó —. Aquí dice que has estudiado en la escuela McKinney toda tu vida.
  — Así es.
  — ¿Has recibido algún reconocimiento por tu desempeño en física o química?
  Busqué en mi memoria…
  Pude recordar una medalla que me habían dado en frente de toda la preparatoria una vez por haber ganado unas pruebas de química en noveno grado.
  — No sé si contará como uno de los reconocimientos a los que se refiere, pero… cuando estuve en noveno grado me dieron una medalla por haber ganado las pruebas de química de Nueva York —dije.
  — Perfecto… —masculló mientras seguía leyendo el documento —. Cuéntame acerca de tu promedio en física y química en la escuela.
  — Mi promedio en química es de 9,6 y en física, 9,8, más o menos.
  — Excelente. ¿Siempre fue así de bueno durante toda tu estancia en la preparatoria?
  Asentí rápidamente.
  Creía que lo iba a lograr. Tenía un buen presentimiento de todas las expresiones del rector al oír mis respuestas, de las cuales me sentía orgullosa al pronunciar.
  — ¿Por qué quieres estudiar en la MIT, Natalie? —siguió.
  — Porque… es una excelente oportunidad. Me gustaría aprovechar al máximo mis capacidades en estas ciencias, pues es prácticamente a lo que me he dedicado en la vida, y me encantan. Siempre quise que mis habilidades fueran reconocidas y esta universidad me permitiría que eso que quiero alcanzar se haga realidad. Además de que me proporcionaría muchas oportunidades para mi carrera profesional en un futuro —dije lo más inspirador que pude improvisar aquél momento.
  — Muy bien. Es la respuesta que quería oír —dijo, y al esas palabras salir de su boca, me sentí aún más feliz. Luego me pasó una hoja —. Llena estos datos por favor y luego entrégaselos a la secretaria. Te deseo mucha suerte en el examen.
  — Muchas gracias —dije sonriente, y me levanté de la silla —. Hasta luego.
  — Hasta luego.
  Salí caminando lentamente de la oficina y me volví a sentar en la misma silla en donde había esperado, a llenar los datos, contenta de que me hubiera ido bien en la entrevista. Un paso más hacia mi ten esperado logro.
  Al haber terminado, le entregué la hoja a la secretaria y esperé que terminaran de entrevistar al resto de las personas, para poder ir con todos ellos al examen.
  Saqué mi celular, y vi que decía “6 llamadas pedidas”. Al ver el registro de ellas, descubrí que eran Kevin, John, Jake, Kate, David y mi madre, quienes me habían llamado.
  No me sorprendía la llamada de mi madre, pues era a la que más le importaba. Pero sí me sorprendían las llamadas de los otros 5.
  Qué considerados son, pensé. Lástima que no los puedo llamar ahora…
  Decidí enviarles el mismo mensaje a cada uno, diciendo: “Me fue muy bien en la entrevista, falta el examen, gracias por haber llamado, los quiero a todos, no los puedo llamar ahora, lo siento.”. Le di enviar, y en el instante en que lo hice, una profesora llegó a la sala a decirnos que ya era hora de presentar el examen.
  Me tensioné un poco, pero recordé que esa era la peor manera de empezar la prueba. Así que me relajé y me concentré en que yo sabía muy bien todo lo necesario para aprobar el examen y que me ganaría la beca.
  Me levanté, agarré mi bolso, y seguí al resto hacia un salón enorme, con cientos de sillas con pupitres ubicados en diferentes niveles, seguidos el uno del otro.
  No me demoré en encontrar uno en el que me sintiera cómoda, y me establecí inmediatamente en él, aguardando que el resto estuvieran listos y empezaran a entregarnos los exámenes.
  Cuando todos estábamos sentados y en silencio, la profesora empezó a repartir los exámenes. Gracias a Dios estaba en uno de los puestos de abajo, de otra manera, el examen me hubiera llegado muy tarde.
  Justo cuando la prueba estuvo encima de mi pupitre, saqué un lápiz, una pluma y un borrador, y empecé.
  Estaba totalmente prohibido mirarle al de al lado, hacer señas o cualquier otra infracción de ese estilo. De otro modo, le anularían el examen y lo sacarían del salón, además de que no le darían otra oportunidad al que incumpliera alguna de esas reglas. Pero jamás hice trampa en mi vida, por lo que estaba acostumbrada a hacer el examen yo sola.
  Al principio estuvo muy fácil. Eran problemas muy sencillos, básicos. Pero después se fue tornando más y más difícil. No estaba familiarizada con la metodología de evaluar de la universidad, por lo que me costó un poco entender algunas cosas. Pero al final todo salió bien.
  Cuando ya había transcurrido una hora y media, miré mi reloj. Eran las seis y media, faltaban 30 minutos para la audición. Apuré el paso, exigiéndoles a mis neuronas que trabajaran aún más rápido.
  Pasaron 15 minutos, y ya había terminado el examen. Ojeé las 14 páginas que tenía, asegurándome de que no me faltara nada.
  Nadie había terminado. Yo sería la primera. Qué vergüenza… no me gustaba ser la primera en terminar, porque sentía como si lo hubiera hecho mal. Pero no me importó. No me perdería la audición por nada del mundo, además de que no quería fallarle a mi banda una vez más. Les había prometido que iría, y no me retractaría de mi promesa.
  Guardé todo lo que tenía en la mesa, me levanté rápidamente, le entregué el examen a la mujer, y salí corriendo del salón.
  House of Rock no se encontraba lejos de la sede, por lo cual no me molesté en irme en un taxi, y más bien arranqué a correr por las pobladas calles de Manhattan. Faltaban 15 minutos para que empezaran las audiciones, y nosotros seríamos los segundos en tocar.
  Traté de esquivar a todo con el que me encontrara de frente, ignorando las reclamaciones o insultos que pudiera recibir a causa de ello. Y en un intento de saltar por encima de un hueco que había en la acera, al aterrizar, se me quebró uno de los tacones de 5 centímetros de mis zapatos.
  — ¡Ay, no! —exclamé —. ¿Por qué ahora? ¿Por qué mis mejores zapatos?
  No hubo remedio. Tuve que quebrar el otro tacón para poder correr en forma.
  Me tranquilicé al llegar, pero la entrada la estaba cuidando un hombre altísimo, musculoso que tenía una apariencia de haberse escapado de prisión.
  Genial, pensé. Con este aspecto jamás me dejaría entrar.
  Intenté pasar por la puerta, pero me puso su brazo delante para impedírmelo.
  — ¿A dónde crees que vas? —preguntó desafiantemente.
  — Vengo a hacer la audición. Mi banda está allí adentro, esperando por mí. Falta poco para que nos toque… —traté de explicárselo, pero su risa burlona y gruesa me interrumpió. ¿Qué era tan gracioso? ¿Qué una chica de 17 años con un traje de Gucci y tacones rotos dijera que iba a hacer la audición para tocar? Bueno… en realidad sí sonaba irónico. Desgraciadamente no tenía manera de probar que debía entrar. Aunque…
  Suspiré con rabia y me alejé un poco de él.
  Saqué mi celular y llamé a Kevin.
  — ¡Kevin, ayúdame! —exclamé al oír su voz.
  ¿Qué sucede, Natalie? ¿Por qué no has llegado?
  — ¡Ya llegué! Pero el gorila de la puerta no me deja entrar —dije.
  — ¡Escuché eso! —exclamó el hombre.
  Yo no le presté atención.
  Ya iré a buscarte. Quédate en donde estás —me indicó Kevin.
  — Gracias, Kevin, me salvaste.
  Al decir esto último, colgué y esperé a que Kevin se asomara por la puerta.
  En medio de la oscuridad pude distinguir su rostro, y su bajo blanco que resaltaba en el negro de la noche.
  Le hice un gesto con la mano, hasta que me vio.
  Lo vi hablando con el que cuidaba la entrada.
  — Ya puedes entrar —me indicó con su vozarrón el hombre.
  — Gracias —dije algo ofendida por lo que me había hecho antes.
  Pasé por debajo del arco de la puerta y abracé a Kevin.
  — ¡Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias! —dije.
  — Gracias a ti por haber venido —dijo devolviéndome el gesto —. ¿Cómo te fue en el examen?
  — Podría decirse que bien. Tuve que entregar de primera para poder venir, no alcancé a revisarlo…
  — No te preocupes, seguramente aprobarás.
  Sonreí. Luego nos dirigimos hacia detrás del escenario. Saludé a los chicos, quienes, al parecer, no creían que yo iría. Vaya banda. No confiaban en mí. Pero no le presté mucha importancia, habíamos sido amigos desde que volví de Italia a Nueva York, los quería demasiado como para enojarme con ellos.
  Pude oír a la otra banda que estaba tocando, mientras calentaba mi voz. Eran demasiado buenos. No creía que la canción que tocaríamos fuera tan buena como la de ellos.
  Confiaba en 15 Minutes of Fame, claro. Pero había que ser realistas.
  Me volteé hacia ellos.
  — Chicos, no podemos cantar “15 Minutes of Fame”, no se compara a… —señalé a la otra banda que tocaba rock pesado —… a esto.
  — Mira quién habla, la que nos aseguró que sería la canción perfecta para tocar —dijo Jake molesto.
  — Sí, y lo siento, no creí que nos topáramos con bandas tan buenas —dije, y luego solté un suspiro —. Chicos, esto se llama House of Rock. “15 Minutes of Fame” es una canción de pop, no podemos arriesgarnos a tocarla si el resto seguirá tocando rock y metal, hay que pensar en otra cosa. Sé que hemos ensayado mucho esa canción, pero también somos buenos en las otras, ¿no? Vamos, pensemos en la canción más inclinada al rock que tengamos… 
  Después de un minuto de reflexión, John fue el primero en dar su palabra.
  — Ya sé —quebró el silencio —. “Luck”.
  — ¿“Luck”? —dije algo nerviosa.
  — Perfecto —dijo Kevin. David y Jake asintieron en señal de acuerdo.
  Miré hacia el suelo y me mordí el labio inferior preocupada. “Luck”, ¿por qué tenía que ser “Luck”? Eso era lo que me ganaba por proponer soluciones, perfecto.
  — ¿Qué sucede, Natalie? —preguntó David.
  — Bueno, es que… saben que es una canción algo difícil en la parte vocal… es de mucha técnica y… tiene notas bastante altas… No la he ensayado con mucha frecuencia —suspiré —,… pero es nuestra única salvación, así que deberé arriesgarme. Ustedes tienen derecho a ser reconocidos, tienen mucho talento, y no impediré que lo logren por un capricho mío.
  — Esa es nuestra Natalie, ten fe, te saldrá bien  —dijo Jake.
  ¿Por qué tenía que haberme dado por componer algo tan exigente para mi voz? Ah, claro. Quería proponerme  un reto a mí misma. Pero nunca pensé que tendría que cantarla en una audición tan importante. ¿Y si me desafinaba? ¿Qué pasaría si me equivocaba?
  ¡Ya, Natalie, deja esos pensamientos negativos! Tienes una gran voz, te lo han dicho, ¿no? Tú puedes, es sólo una canción, me dije a mí misma.
  La banda terminó de tocar, los jueces les hicieron una muy buena crítica, y salieron del escenario. Hubo un momento en que intercambiamos miradas asesinas el vocalista y yo, y me sentí un tanto intimidada, pero no dejé que él lo notara y siguiera su camino.
  15 Minutes of Fame —nos llamó uno de los jueces.
  Me dirigí hacia los chicos.
  — Bueno, ¿vamos a ganar? —dije mientras apilábamos nuestras manos derechas en una clase de torre.
  — ¡Sí! —respondieron al unísono.
  — Un, dos, tres, ¡vamos! —gritamos todos a la misma vez, elevando nuestras manos apiladas al aire.
  Último aliento… Salimos al escenario.
  No pude ver nada al principio, pues una brillante luz blanca no me dejaba ver muy bien, pero luego mis ojos se acostumbraron y pude ver las caras de los 3 jueces.
  — Ingenioso el nombre de la banda… —rompió el hielo uno, observando una lista con los nombres de las bandas que se presentarían —. ¿Quién lo propuso?
  — Fui yo, señor —dije rápidamente.
  Me miró con una cara de desdén, y luego dibujó una sonrisa un tanto burlona en su rostro.
  Me sentí muy incómoda cuando realizó ese gesto. Parecía que no me tomara en serio. Pero se arrepentiría, retractaría toda su insolencia una vez que nos oyera.
  — ¿Cómo se llama la canción que nos tocarán? —preguntó una de los jueces, la única mujer.
  — “Luck” —respondió Jake.
  — Bueno, ¿y qué están esperando? Empiecen —dijo el otro juez, y después se rio disimuladamente.
  Me volteé dándoles la espalda a los jueces, y me acerqué a mi banda.
  — Me sacan de quicio —susurré enfadada, cuidando que no me oyeran —. Hagamos que se retracten de todas sus acciones…
  Luego le hice un gesto a David para que sonara las baquetas de la batería marcando los compases para indicar cuándo empezaríamos.
  John hizo sonar su guitarra fuertemente, añadiéndole distorsión, cosa que la hacía sonar más dominante. Después se unieron el resto, y por último yo empecé a cantar.
  Las estrofas eran fáciles. Lo que no me agradaba mucho y era bastante difícil, pero sonaba genial, eran el coro y el puente.
  Se acercaba el coro… tomé aire y traté de afinar mi voz lo más que pude, y… lo logré, primer strike. Sonó bastante bien. Seguí cantando la canción sin problemas, observando cómo las caras de orgullo de los jueces se desvanecían a medida que arrasábamos. Pero… el puente. Llegó la parte más difícil de la canción, y no me sentía lo suficientemente segura como para alcanzar la nota que se avecinaba. Miré a John, luego a Kevin y después a Jake. Todos ellos me hicieron el mismo gesto de que siguiera cantando, y… les hice caso. Aquí venía… respiré profundo, y lo logré.
  Me sentí muy emocionada y orgullosa de mí misma al hacerlo. Había alcanzado notas más altas en mi vida, pero no en esta canción. Por eso me sentí muy bien.
  Al terminar de tocar, dejamos a los jueces sin palabras. Aquello me hizo sentir excelente, pues después de su maleducada actitud con nosotros, merecían saber de lo que éramos capaces. Éramos una muy buena banda, llena de talentosos músicos, que, al igual que el resto de las otras que se presentarían, merecemos respeto y una oportunidad de demostrarle al mundo quiénes somos en realidad.
  La mujer nos aplaudió, luego el juez que preguntó quién se había inventado el nombre de la banda, y por último, el que nos apuró para que empezáramos.
  — Fue excelente —dijo la mujer.
  — Sí, pero… cuiden su imagen. No pueden presentarse así si quieren que los tomen en serio —dijo otro, refiriéndose a mí, claro, indirectamente.
  Volteé los ojos. Sí, no estaba presentable, es más, estaba demasiado elegante. Pero no podía llevar ropa para cambiarme. Hubiera sido innecesario.
  — Se nota que saben de música, chicos. ¿Quién compuso la canción? —preguntó el último.
  Todos mi miraron, cosa que me hizo sentir presionada. No quería presumir más. Aquel día ya había girado en torno mío demasiado tiempo. No me gustaba hacer sentir inferiores a los que me rodeaban, con los miles de cumplidos que me hacían de vez en cuando, muchos de los cuales, no los creía.
  Ya que mis amigos me presionaron con sus miradas, no tuve más remedio que decirlo.
  — Yo…
  La mujer me miró con interés.
  — ¿De verdad? —dijo —. Deberías seguir componiendo, porque… eres muy buena. En realidad, toda la banda lo es. Son muy buenos.
  — Gracias —dije.
  Éstas fueron las últimas palabras dichas, antes de que saliéramos del escenario.
  En ese momento me encontraba como en shock. No estaba muy segura de lo que había pasado allá afuera. Era demasiado bueno como para ser verdad.
  — Buen trabajo, Natalie —dijo Kevin dándome unas palmadas cariñosas en la espalda.
  — Gracias —dije sonriente, todavía sin poder comprender lo que había sucedido.
  ¡Sí, sí, sí, sí, sí! Teníamos muchas posibilidades de ganar.
  Durante todo el rato que sobró mientras escuchaban a las demás bandas, estuve rezando para que sí nos permitieran dar el concierto allí. Estaba muy nerviosa, más que en el examen, a decir verdad. Esto significaba mucho para la banda, y de verdad quería lograrlo. No había muchas oportunidades como ésta en la vida, y había que aprovecharla.
  Cuando nos llamaron a las 10 bandas al escenario, anunciarían a la afortunada que tendría el privilegio de tocar y darse a conocer casi por todo Nueva York, pues pasarían el concierto por televisión —no sabía aquél detalle sino hasta que vi un cartel que lo decía allí adentro—.
  — Todos ustedes han presentado audiciones para ser la banda elegida, que tocará aquí, en House of Rock, el 2 de mayo… —empezó la juez.
  Agarré a Kevin fuertemente del hombro, por lo nerviosa que estaba.
  — Ay, eso duele —susurró.
  — Lo siento… —dije con la culpa reflejada en mi rostro.
  Me miró con compasión.
  — Está bien, hazlo —dijo al ver mi expresión.
  Yo sonreí.
  Kevin era mi mejor amigo. Habíamos pasado por muchas experiencias juntos, y siempre nos apoyábamos. Una de las cosas que yo le hacía a menudo cuando estaba nerviosa, era lo anterior. Desde que tenía 12 años empecé con el vicio, y todavía no podía parar. Ya se me había vuelto una costumbre. A Kevin le molestaba un poco, pero sabía que ese gesto tenía historia, así que me dejaba hacerlo.
  — Y la banda elegida es… —hizo una pausa la mujer para aumentar la tensión…
  Por favor, por favor, pensaba con todas mis fuerzas, mientras mi corazón empezaba a palpitar mucho más rápido y mis manos empezaban a temblar.
  El extremadamente incómodo silencio reinó por el escenario por unos 5 segundos más. No podía soportarlo más. Moriría si no decían el nombre de la banda en ese instante.
  —… ¡15 Minutes of Fame! —exclamó finalmente la mujer.
  En el momento que oí el nombre de la banda, abracé fuertemente a Kevin, que era quien más cerca estaba, luego a Jake, David, y por último a John.
  Gritamos de la emoción.
  Yo, por mi parte, no podía creerlo. Era un sueño hecho realidad. Increíble. Indescriptible la manera como me sentía en aquel momento.
  — Chicos, preséntense aquí mismo en una semana para ensayar, ¿de acuerdo? Vengan a las dos de la tarde —nos dijo la juez.
  — ¡Claro, muchísimas gracias! —exclamé estrechándole su mano rápida y fuertemente. Luego volví con la banda, que todavía se encontraba celebrando.
  Entre todos los gritos de alegría y abrazos, también se escondía mi ansiedad. Había estado tan nerviosa, que ahora lo único que necesitaba era aire fresco, y alejarme de mis responsabilidades por unos minutos…
   — Ah… voy a salir a tomar un poco de aire… —le dije a Jake.
  Éste asintió, y siguió celebrando con los otros miembros de la banda.
  Salí rápidamente del enorme salón, y caminé por las calles que apenas eran alumbradas con unas pocas luces en la acera.
  Hacía mucho frío como para ser primavera, pero igualmente estaba lo bastante abrigada como para no quejarme. Aunque tuviera un atuendo bastante elegante, era suficiente como para evitar el frío.
  Después de haberme relajado un poco, mi adrenalina volvió a invadirme. Se escuchaban pasos rápidos que venían hacia mí, y cada vez se escuchaban más cerca.
  Me preparé para lo que fuera, incluso para que me atracaran. Pero en realidad, nada pasó.
  Los pasos se detuvieron, y, cuando menos lo pensé, alguien me empujó fuertemente por detrás y me tiró al suelo, mientras pasaba corriendo.
  Al caer sentí que me dolía la mano derecha. Demasiado. Casi un dolor insoportable.
  Cuando iba a llegar al piso me había apoyado sobre ella, y quizás me la había fracturado.
  — ¡Hey! —exclamé para que el que me había tirado respondiera por mí y enfrentara las consecuencias.
  Al levantar la vista, vi a un chico muy guapo. Era alto, musculoso, de cabello rizado negro, y me miraba con compasión.
  Se arrodilló junto a mi cuerpo desplomado en la acera.
  — Lo… lo lamento mucho —dijo ofreciéndome la mano para levantarme, la cual acepté con gusto.
  — No te preocupes —dije. Luego solté un gemido debido al dolor que me punzaba en la muñeca.
  — ¿Quieres que te lleve donde un médico? —dijo amablemente.
  Lo miré con desdén.
  — ¿Esperas que acepte ir donde el médico con alguien que jamás había visto en mi vida? —dije sarcásticamente.
  — Lo siento, soy Will Davis, a tu servicio —dijo extendiéndome la mano derecha para yo apretarla.
  Will Davis. Ese nombre me resonaba en la cabeza mientras estrechaba su mano. Will Davis.
  Luego caí en cuenta.
  — ¿Will Davis? —le pregunté incrédula. El aludido asintió con la cabeza —. ¡¿Will Davis?! ¡¿Vocalista de MegaXpand?!
  — Sí, soy yo.
  Me emocioné. MegaXpand era una de las mejores bandas de rock. Bueno, para mí lo era. Amaba su música, todo. Eran increíbles. Además, eran incontables los premios que se habían ganado en toda su carrera por su increíble música.
  — Es un honor conocerte, soy Natalie Ricci —dije sin soltar su mano.
  — Ricci, ¿ah? Gran apellido…
  — Gracias, es italiano.
  Will parecía interesado en mí. No dejaba de mirarme de pies a cabeza, y además tenía la mano en el bolsillo de su pantalón, cosa que los hombres, según una revista que alguna vez leí, hacían para impresionar a una chica. Pero conmigo no funcionaba tan fácil. Para que alguien pudiera robarse mi corazón, tenía que ser muy amable, amoroso, no podía ser cursi, también debía ser respetuoso, fiel… tenía que tener muchos valores, cosa que ahora es muy difícil encontrar, ya que esta sociedad está corrupta.
  Pero no me podía ilusionar, quizás Will no se interesaba para nada en mí, y quizás tuviera novia. Así que no podía dar falsos testimonios antes de estar segura de algo.
  — Italiano… —respondió —. Y… ¿Sabes hablar italiano?
  Obvio, pensé. Pero para él quizás no era tan obvio, pues hay muchas personas con apellidos italianos que no saben ni cómo decir “hola” en italiano.
  No, non ho idea di come parlare italiano —respondí irónicamente en mi idioma paterno. Aquello significaba “No, no tengo idea de cómo hablar italiano”.
  Will sonrió.
  Wow… —dijo.
  — ¿Qué? —pregunté sonriente.
  — ¿Eres de Italia?
  — No, soy de aquí, Nueva York. Pero mi padre era italiano, entonces viví 8 años en Italia —contesté orgullosa.
  — ¿Era?
  La tristeza me invadió. No me gustaba recordar la muerte de mi padre. Era tremendamente doloroso. Y cada vez que lo hacía, me acordaba también de los 2 días enteros que me pasé llorando por él.
  Bajé la cabeza con una expresión de desánimo en mi rostro.
  — Sí… era. Bueno, él… murió… —dije tratando de contener las lágrimas que estaban a punto de salir de mis ojos. Debía ser fuerte. Ya habían pasado 2 años desde su muerte, y debía superarlo. Aunque en mi interior sabía que de ninguna manera lo superaría, pues era mi padre, el hombre que más quise en el mundo; era mi ídolo.
  — Yo… lo lamento mucho, no tenía idea —se disculpó Will.
  — No te preocupes, estoy acostumbrada a contar la historia.
  — Debió ser un gran hombre…
  — Lo fue… —dije asintiendo.
  Will dirigió su mirada hacia mi muñeca, la cual yo sostenía con mi otra mano. Se me había olvidado que la tenía rota. Me había metido tanto en la conversación que Will había empezado, que ya no sentía dolor. Pero en el instante que recordé lo mucho que me dolía, solté otro gemido.
  — De veras… ¿No quieres ir al médico? —me preguntó.
  — Ah, sí…
  — Ven, te llevaré al hospital más cercano.
  Empezó a caminar en dirección recta, y yo lo seguí pisándole los talones.
  Era muy amable conmigo. Después de todo, ¿cuántas oportunidades hay de que un cantante guapo te lleve al hospital? Creo que sólo hay una vez para eso en la vida, así que no dudé en acompañarlo.
  Al llegar al hospital me atendieron rápido y me pusieron un enorme yeso que cubría todo el antebrazo.
  Cuando salimos, Will se ofreció a llevarme a casa, y yo accedí. No estaba muy lejos y se podía ir caminando.
  Mientras caminábamos, Will me preguntó:
  — Y… ¿Tú cantas?
  Me agradó que preguntara eso. Porque sería una oportunidad más para la banda,  y ya que él era famoso, quizás podía conseguir que tocáramos en algún lado.
  — Sí, de hecho, yo también tengo una banda.
  Will se interesó en el tema y quiso profundizar un poco más con diferentes preguntas.
  — ¿Ah, sí? Eso… eso es genial. Y… ¿Cómo se llama?
  15 Minutes of Fame —respondí rápidamente.
  — Me agrada el nombre, es… bastante original.
  — Gracias —dije sonriente, mirándolo a sus hermosos ojos color miel.
  Debía confesar que me sentía atraída hacia él. Se mostraba muy abierto y amable conmigo, y quizás, si él me lo permitía, le podía dar una oportunidad de que pudiera conocerme mejor.
  — ¿Y qué función tienes en la banda? —preguntó interesado.
  — Yo… soy la vocalista y compositora. Pero… basta de hablar de mí, cuéntame de ti, ¿cómo está la banda?
  — Muy bien, grabaremos otro álbum. Apenas estamos componiendo algunas canciones. Sólo llevamos 4.
  — 4… —repetí susurrando —. Oye… si no te molesta… me gustaría que me dieras un consejo, ya sabes, de vocalista a vocalista, bueno, si no quieres está bien…
  Will miró hacia adelante sonriente.
  — No, no me molesta —dijo amablemente sin quitar la sonrisa de su rostro —. Mi consejo sería… que nunca te rindas. Si algo sale mal, sólo levántate de nuevo y sigue adelante. No pierdas ninguna oportunidad de cumplir tus sueños, porque sólo así los volverás realidad… —aquella fue la parte inspirada, la cual me llegó directo al alma —. Y… jamás, jamás olvides calentar tu voz antes de un concierto. Créeme, no es bueno —dijo para agregarle un poco de humor.
  Yo dejé escapar una pequeña risa, al tiempo que dirigía mi mirada hacia el suelo.
  Cuando menos lo pensé, ya estaba en la puerta de mi casa. Las luces estaban prendidas, por lo que deduje que mi madre estaba allí adentro, quizás preocupada por mi prolongada ausencia. Y no me quería someter a un regaño. Fue horrible la última vez que llegué tarde a casa. Debido a eso, me gané un mes sin poder ver a mis amigos o salir. Y lo peor era que yo prefería quedarme en casa leyendo un buen libro o tocando guitarra, a salir hasta las doce o una de la mañana. Aquello último era agotador.
  Will y yo nos quedamos parados en frente de la puerta, mirándonos frente a frente, incómodamente. Ninguno de los dos sabía qué más decir. Aunque… lo único que restaba era decir adiós, quizás para siempre. Bueno, eso fue lo que pensé, antes de que Will me hiciera una interesante propuesta.
  — Me divertí mucho, bueno, excepto por la parte del hospital. Pero… déjame decirte que jamás en mi vida un extraño había sido tan amable conmigo. Muchísimas gracias —dije esbozando la sonrisa más cálida que pude improvisar en el momento, aunque fue una sonrisa que venía desde lo más profundo de mi corazón.
  — No hay de qué —dijo Will —. Y… una vez más, lamento mucho haberte fracturado la muñeca. En serio, no sé cómo pude ser tan tonto —esta vez su tono de voz sonaba más apenado, tenía un tono de culpa.
  No quería que Will se sintiera culpable por algo que no tenía anticipado a hacer. Era injusto, además de que me llevó al hospital después de ello. Una de las cosas que menos me gustaba hacer era que una persona se sintiera culpable por algo que accidentalmente había hecho. Eso me punzaba en el corazón y me hacía sentir mal, aunque yo no hubiera hecho nada.
  — Ay, Will, no te preocupes. Fue un accidente, no pasa nada. No tienes por qué sentirte culpable —dije amablemente.
  Normalmente, yo no me abría tanto a una persona nueva. Siempre había sido muy tímida, especialmente en la escuela. No me gustaba hablar mucho, y menos con alguien que no conocía bien. Nunca sabía qué decir. Pero Will se tornaba tan cariñoso y expresivo conmigo, que no podía evitar hacer lo mismo. De la única manera que  me expresaba como yo realmente era con una persona, era si esa persona me hablaba y me invitaba a hablarle. Y con Will era muy fácil, pues teníamos el mismo tema en común: la música. Aunque en toda nuestra conversación no había mencionado la física o la química. Quizás debería dejarlas para el final. Quería que fuera algo así como una “sorpresa”. Quería que él lo descubriera por sí mismo.
  Tomé una bocanada de aire, y dije:
  — Bueno, creo que esto es todo. Fue un placer conocerte, Will Davis vocalista de MegaXpand.
  — El placer fue todo mío, Natalie Ricci vocalista de 15 Minutes of Fame —me siguió la corriente —. Sería un honor oírte cantar algún día.
  Me sentí, de alguna manera, alagada, y sonreí algo nerviosa.
  — Algún día… —repetí. Luego extendí mi mano izquierda, ya que la tenía en perfecto estado, para estrecharla con la suya —. Adiós, Will.
  — Adiós —dijo estrechándome la mano.
  Justo en el momento en que me disponía a abrir la puerta, sentí su mano en mi hombro.
  —Em… Natalie —me detuvo.
  — ¿Sí?
  — ¿Te gustaría ir al estudio? —me preguntó.
  — ¿Al… estudio de qué? —empecé a dar rodeos, aunque yo ya sabía a qué se refería.
  — Ya sabes, al… estudio de grabación. Bueno, conmigo y con el resto de mi banda.
  Sonreí. Me agradaba la invitación. Sólo faltaba ver si mi madre me dejaba. Pero de verdad quería ir.
  — Por supuesto… ¿Cuándo? —dije.
  — Mañana, tres o cuatro de la tarde. ¿Te parece?
  Lo miré interesada.
  — Pero… ¿Sería como… una cita?
  — No, sólo… como amigos, quiero ver si eres buena compositora y si nos puedes ayudar con las canciones. Bueno, si no quieres, está bien…
  — No, claro que quiero ir. Es decir, sería un honor componer una canción para un grupo tan bueno —lo interrumpí, un poco decepcionada porque no era una cita. Me hubiera gustado que lo fuese. Aunque… yo podría convertir aquella invitación en una.
  — Genial. Entonces… Te veo mañana. Adiós —se despidió.
  — Sí… adiós… —concluí.
  ¿Por qué no le había pedido la dirección?
  ¡Tonta!, pensé.
  —Ah, Will… —lo llamé tímidamente.
  — ¿Sí? —dijo dándose la vuelta.
  — Perdón, pero… la dirección del estudio…
  — Ah, claro, queda en Radio City, Rockefeller Center. En la avenida Americas.
  — Ok, gracias, allí estaré —dije tratando de ubicarme en mi cabeza. Apenas había conseguido un auto, y ahora debía defenderme con las direcciones. Mi madre me dijo que no volvería a ser mi chofer una vez que recibiera mi lindo auto negro. Así que en los últimos meses he tratado de aprender a Manhattan de memoria. Y no es nada sencillo. Es una enorme cuidad.
  Hicimos el último gesto de adiós.
  Al entrar a mi casa, mi madre estaba esperándome en la sala. No se veía enojada, más bien se veía contenta por verme de nuevo.
  Me recibió con un abrazo y una sonrisa. Creo que ni siquiera se dio cuenta del grueso yeso que tenía en mi brazo derecho. Pero no tardó en notarlo, obviamente.
   — ¡Natalie! ¿Qué te pasó? —dijo sujetando mi brazo con ambas manos y una expresión preocupada que a la vez tenía aire de confusión.
  Sus ojos color oliva recorrían meticulosamente mi brazo, sin poder creer que después de irme en perfecto estado a la entrevista y la audición, volviera con la muñeca fracturada. Creería que, de alguna manera, se había estallado una clase de “pelea” en la audición y que me habían roto el brazo. De esa manera, jamás me volvería a dejar ir a una audición.
    — Tranquila, madre —traté de apaciguarla —. Antes de que empieces a sacar conclusiones y a no dejarme volver a una audición, debo decirte que no tuvo nada que ver con ella —nos sentamos en el sofá, y empecé a contarle la larga historia. Tomé aire para poder continuar —. Sabes que esas audiciones son muy organizadas, no hubo nada de malo en ella. Es más, conseguimos tocar allí…
  — ¿De veras? —me interrumpió dibujando una sonrisa en su rostro, que ahora parecía estar lleno de alegría y emoción en vez de preocupación y enojo.
  Asentí, un poco confundida. Pues, como ya lo había mencionado antes, a Victoria no es que le interesara demasiado la banda o mi música. Pero… era un gran logro mío, bueno, no mío, de todos, pero… si yo tenía que ver con aquel logro, a ella le emocionaba.
  — Qué bien, cariño, estoy muy orgullosa de ti. Bueno, de tu banda —dijo.
  — Gracias, mamá…
  — Ahora, prosigue… —me apuró para que siguiera contándole la historia de mi muñeca fracturada.
  — Bueno, entonces, me sentí… algo mareada, y salí a caminar.
  >>Empecé a oír pasos rápidos detrás de mí, pero no le presté mayor importancia. Aunque… después, alguien pasó corriendo justo a mi lado, y me tiró al suelo, así fue como me quebré la muñeca. Pero… aquél que me había empujado se devolvió a ayudarme, y… adivina quién era…
  Mi madre trató de pensar en las mil y una posibilidades de personas, más se rindió.
  — ¿Quién? —se decidió a preguntarme.
  — ¡Will Davis! —exclamé emocionada.
  Victoria no parecía entenderme. Quizás no se acordaba de las miles de veces que se lo mencioné, y las otras miles de veces que le mencioné a su banda. Era como si hubiera gastado mi voz en contarle acerca de ellos, sin saber que no me pondría atención.
  Su rostro parecía estar cubierto de duda por todas partes, desde la posición de sus labios hasta la expresión de sus ojos y cejas.
  — ¿Will Davis? —se atrevió a preguntar.
  — Sí, te lo he mencionado muchas veces —dije algo ofendida al darme cuenta de que ella jamás me escuchó y, debido a eso, había olvidado quién era.
  Mi madre, por su parte, no quitó su expresión de confusión.
  — Está bien… —me resigné a contarle de nuevo de quién se trataba —. Alguna vez te mencioné una banda llamada MegaXpand, ¿no? —ella asintió —. El vocalista se llama Will Davis. Es famoso. Y… me gusta mucho su música.
  — Ah, aquél chico, claro. Will Davis… —trató de disimular su olvido —. Bueno, ¿y qué hizo Will?
  Suspiré, con una mirada de desdén.
  — Bueno… Will fue muy considerado y me llevó al hospital, claro, después  de haberse disculpado mil veces. Pero… antes quiso saber más de mí, y nos presentamos. Al principio yo no sabía quién era. Justo después de que me dijo su nombre, pude reconocerlo.
  — O sea que no es tan famoso como tú dices —me interrumpió.
  — Bueno… en realidad no lo sé. Simplemente es famoso y ya. La primera vez no lo reconocí porque aquélla no es mi banda favorita. Sólo escucho su música y alguna vez quise consultar algunas cosas sobre sus integrantes. Pero no soy su mayor fan, y no espero serlo —le aclaré.
  Yo poco conocía a la banda. No es que me interesara mucho, o que me gustara o estuviera enamorada de alguno de sus integrantes. Lo único que sabía de ella era que alguna vez se habían ganado un Grammy por alguna de sus canciones más famosas. Y… simplemente disfrutaba su música. Las letras de sus canciones eran muy hermosas y profundas, se notaba que sabían de música y que sabían respetarla, además de ser muy talentosos y también jóvenes.
  — Ok, prosigue…
  — Después de ir al hospital, Will ofreció traerme, y yo accedí. Entonces vinimos caminando y hablando… y… debo confesarte que fue muy tierno y expresivo conmigo… —mi voz se fue desvaneciendo poco a poco, a medida que los recuerdos llegaban a mi cabeza.
  Veía las imágenes de Will en mi mente. Recordé cómo charlamos como si fuéramos amigos de toda la vida. En ese momento… supe que había química entre los 2. Me sentí identificada con él.
  — ¿Hija? —me llamó mi madre para asegurarse de que seguía en la Tierra, con ella.
  — Am… lo lamento —dije al volver —. Y… por cierto… Will me invitó mañana a su estudio de grabación. Quiere que lo ayude con el nuevo álbum de la banda. ¿Puedo ir?
  Victoria meditó su respuesta. Por su expresión, pude deducir que estaba indecisa.
  — Mamá, por favor. Te prometo cuidarme mucho, no haré nada malo, sólo haré lo que más amo, que es componer y tocar música.
  — Está bien. Pero ten cuidado. No sabemos qué podría hacer ese chico…
  — Ay, mamá —suspiré sonriente.
  — Hablo en serio, los jóvenes de esta sociedad de ahora sólo se interesan en…
  — Ya, mamá, ya sé a qué te refieres no necesito que me lo recuerdes —la interrumpí para que no siguiera. Era incómodo hablar de ese tema algunas veces, en las cuales no era necesario. Pero al llegar a mi adolescencia, a mi madre lo único que parecía importarle en el aspecto de cuidarme era que no quedara embarazada por accidente. Aunque no debía preocuparse por ello. Yo todavía era virgen, además de ser muy responsable. Quería que empezara a confiar más en mí…
  Después de charlar un poco con mi madre me fijé en el reloj, el cual marcaba las 11:30 de la noche. Estaba cansada, así que me despedí de Victoria y me dirigí a mi cuarto a acostarme. Pero al estar lista y metida en mi cama, se me había olvidado que mi laptop seguía encendida, la cual, al yo apagar la luz, emitió un sonido que retumbó por toda la habitación.
  Por supuesto, tenía todavía abierto el chat, y alguien, no sabía quién, pero cuando lo averiguara lo mataría (hipotéticamente, claro) por haberme molestado a las once y cuarenta de la noche, me había hablado.
  Me senté en mi cama cruzando mis piernas, y levanté la tapa de la laptop con una expresión de odio y enojo en mi rostro.
  Cuando aterricé la vista en la conversación, me sorprendí al ver que era Kate.
  Ya no sentía enojo. ¿Cómo me iba a molestar con ella? Era mi mejor amiga, me inspiraba tranquilidad y compañerismo, no odio y soledad. No me podía indignar con ella.
  ¡Natalie! ¿Cómo te fue en tu audición?, podía leer que había escrito.
  Me dispuse a contestarle.
  ¡Muy bien! ¡Conseguimos tocar allí! ¿Puedes creerlo?, escribí rápidamente y luego presioné Enter para enviarlo.
  Casi inmediatamente me volvió a hablar.
  ¡¿De verdad?! ¡Es increíble! Yo sabía que lo lograrían. Son una banda demasiado buena. Algún día tendrás que venderme uno de tus discos.
  Amiga, ¡a ti no te lo vendo, te lo regalo! ¿Cómo crees que te voy a cobrar? Y… ¡Muchas gracias!, escribí.
  ¡Gracias! Oye… perdón por haberte molestado tan tarde, es que no me aguantaba las ganas de saber cómo les había ido…
  Al menos se disculpó, ¿no?, pensé.
  No te preocupes, ¡tenías derecho a saber! Más bien debería agradecerte yo por ser tan atenta, gracias, Kate.
  No fue nada. Bueno, te dejo, debes estar muy cansada. Pero antes… ¿Cómo te fue en lo de la MIT?
  Bueno, bien, podría decirse, pero… por estar tan apurada por llegar a la audición fui la primera en entregar el examen y no lo revisé. Pero espero que me vaya bien…
  Seguro que sacarás una excelente nota, eres muy buena en física y en química. Yo más bien saqué 6 en la materia… jajaja
  Ay, ¡no! No digas eso, puede que no seas tan buena en ellas, pero eres excelente en historia del arte, yo jamás me pude aprender todas esas obras… bueno, Kate, me quedaría hablando toda la noche, pero ha sido un día muy largo… te quiero, adiós.
  Ok, adiós.
  Apagué el aparato, lo puse en mi escritorio, apagué la luz y me dispuse a dormir con una sonrisa dibujada en mi rostro, al recordar todos los sucesos agradables del día, como la buena entrevista, la audición, y… Will.



  Estaba desesperada. No podía encontrar el estudio de MegaXpand, había mucho tráfico y el conductor de atrás me estaba acosando para avanzara con el semáforo en rojo.
  Saqué la cabeza por la ventana, enojada con el tonto indecente que me estaba acosando.
  — ¡¿Qué no ves que el semáforo está en rojo?! ¡Deja de acosarme! —le grité. Muy raramente, el hombre dejó de sonar la bocina y se calmó. Casi nunca pasaba. Y jamás me había tocado gritarle a alguien en la calle. Me sentía ordinaria al hacerlo, como si no me hubieran educado. Pero me estresaba demasiado que las personas no se dieran cuenta de algo tan obvio.
  Después de unos minutos más de agonía y estrés, por fin me logré ubicar y llegué al estudio.
  Gracias, Dios, pensé aliviada.
  Parqueé mi auto, me bajé y salí apurada. Iba tarde, se suponía que habíamos quedado de encontrarnos a las tres o cuatro, y ya eran las cuatro y media. Terrible. ¿Por qué siempre tenía que ser tan incumplida? Me sentía muy mal por llegar tan tarde.
  Traté de buscar el estudio, pero me perdí. Había demasiadas puertas, y no sabía cuál sería la de la banda.
  Encontré a un policía y me dispuse a preguntarle.
  — Disculpe, ¿sabe en dónde se encuentra el estudio de grabación de MegaXpand?
  — No tengo permitido decírselo a nadie, más que a su representante —dijo fríamente —. Es para evitar que las fanáticas los interrumpan.
  Fruncí el seño. Por lo que veía, Will no le había dicho que esperaba visitas. ¿Yo tenía cara de fanática loca? No, sólo quería componer unas canciones.
  — Creo que no lo entiende, señor… Will Davis me invitó al estudio a componer canciones para el álbum, se lo juro —insistí.
  — Qué vaga excusa para poder verlos. Lo siento, pero no puedo dejar que los moleste…
  Me enfadé demasiado. ¿Cómo no supe que esto pasaría? Me estresaba que las personas me confundieran y no me tomaran en serio.
  Recorrí con la vista el lugar, hasta que vi un pequeño letrero en una puerta muy difícil de ubicar a primera vista, que decía en nombre de la banda. Ya no necesitaría al malhumorado policía.
  — Está bien, muchas gracias… —dije, y discretamente me fui alejando con pasos sigilosos hacia la puerta. Para mi mala suerte, el hombre descubrió mi plan, y agarró a correr detrás de mí.
  — ¡Oye! ¡Vuelve aquí! ¡No puedes pasar! —gritaba tratando de alcanzarme.
  Arranqué a correr lo más rápido que pude yo también, esquivando todos los obstáculos que se me presentaban.
  Vi una caneca de basura, y la tumbé detrás de mí para que el policía se tropezara, y efectivamente funcionó, pero siguió corriendo una vez se pudo poner en pie.
  Ya casi llegaba a la puerta del estudio; al llegar, la abrí y pude divisar a Will con el resto de la banda, sentados en un sofá. Dos de ellos tenían guitarras en sus regazos. Will sujetaba un lápiz y había una clase de block en una pequeña mesa. Con mi agitada llegada, todos voltearon a verme.
  Sonreí apenada, pero cuando menos me di cuenta, el policía me sujetó de las manos y me las puso detrás de mi espalda. ¿Tanto problema por ir al estudio de grabación de una banda? Por favor…
  — ¡Suélteme! —le ordené.
  — No, tú vendrás conmigo… —dijo maléficamente.
  Will se paró rápidamente del sofá y se dirigió hacia nosotros.
  — ¿Natalie? —dijo al reconocerme.
  — Sí —respondí agitada, tratando de liberarme y de no dejarme arrastrar por el guardia.
  Will soltó una pequeña risa.
  — ¡No te quedes ahí parado, haz algo! —le grité enfadada.
  — Tranquilo, Bob, es una amiga. La invité —dijo dirigiéndose al policía, quien, al escuchar estas palabras, me soltó inmediatamente, dejándome caer al suelo.
  Gemí por el impacto, y Will me tendió la mano para pararme.
  — Lo siento, señor. Creí que era una de esas fanáticas que vienen a molestarlos —se disculpó vagamente el guardia.
  Cuando estuve en pie, le dediqué una mirada asesina, y entré al estudio, con Will pisándome los talones mientras cerraba la puerta.
  Levanté la vista, y pude observar a la mismísima banda MegaXpand, completa, dirigiendo sus miradas hacia mí.
  — Hola…  —saludé tímidamente, haciendo el gesto con la mano, débilmente.
  — Chicos, ella es Natalie. Vino a ayudarnos con el álbum, tiene experiencia escribiendo canciones —me presentó.
  Uno de los miembros, el más alto, se paró, caminó hacia mí y me sujetó mi mano izquierda (porque la otra estaba cubierta de yeso), y me la besó. Como hacían los caballeros antes.
  — Es un placer conocerte, Natalie —dijo con su voz de barítono, expresiva, que inspiraba fuerza y esplendor. Y… por su anterior gesto, deduje que, o trataba de conquistarme, o era más amable de lo normal. No podía saber bien cual de las dos era.
  Sonreí algo incómoda y a la vez alagada.
  El resto de la banda me saludó con un monótono “hola”.
  Me acerqué hacia donde estaban ubicados y me senté al lado de Will. Obviamente, era con el que más cómoda me sentía. Era al único que conocía.
  — Natalie, éste es Jason, uno de los guitarristas —dijo señalándome a un chico de cabello rubio y rizado, que por su mirada deduje que era el más divertido —; éste es Aaron, el otro guitarrista —Aaron era moreno, de cabello negro y liso, y tenía unos resplandecientes ojos verdes —; James, el baterista —el cabello de James era color canela, era bajo, y sus ojos eran azules como el cielo —; Ryan, el tecladista —él tenía una actitud misteriosa. Su cabello era color chocolate, sus ojos cafés oscuros casi llegando a negro y blanco como la nieve —. Y por último, el bajista, Chris —aquél fue quién me saludó tan amablemente. Era, como dije anteriormente, alto, tenía el cabello hasta un poco más arriba de los hombros, y… no estaba mal, era atractivo. También tenía ojos verdes.
  — Estoy muy agradecida con ustedes, muchas gracias por haberme dejado venir —dije sonriente.
  Will me dedicó una sonrisa, cargada de amabilidad y alegría, además de que parecía estar en otro mundo cuando la hacía y me miraba al mismo tiempo.
  Luego volvió a la Tierra.
  — Ok, Natalie, apenas llevamos esto de la nueva canción, ¿qué te parece? —dijo enseñándome el block, cuya hoja tenía unos ocho renglones ocupados por la letra de la canción, escrita con un lápiz fuerte y oscuro.
  Agarré el block, y me puse a analizar la letra y los acordes mientras el resto de la banda se encontraba escribiendo la melodía de otra canción. Sólo Will y Chris se quedaron a mi lado, esperando por mi respuesta.
  Era hermosa la letra, además de muy romántica, pero… algo no estaba bien, unas notas no me parecían estar bien ubicadas.
  — Es… hermosa la letra, pero… ¿Qué les parece si… —cogí el lápiz y cambié cuatro notas de las escritas allí —… intentan esto?
  Will examinó el cambio, cogió su guitarra, y tocó lo que había escrito, acompañado por su voz. Aquella sonaba mucho más natural y relajada en la vida real que en sus discos. No deberían cambiarla. Era perfecta tal y como sonaba.
  Al terminar, asintió con la cabeza.
  — Sí, me gusta —dijo. Yo sonreí —. Pero hay que mostrárselo a los otros, ellos también deben aprobarlo.
  — Ah, claro, por supuesto —dije.
  — A mí me encanta, Natalie. De verdad eres muy buena —intervino extrañamente Chris.
  — Gracias, eso creo… —murmuré algo incómoda.
  Will les hizo una seña al resto de la banda para que vinieran y aprobaran o rechazaran mi propuesta. Gracias a Dios les gustó.
  A medida que las horas transcurrían, me sentía más cómoda con la banda, y ellos conmigo. Empecé a dar más opiniones constructivas y propuestas acerca de las canciones y hacía mi mejor esfuerzo por dar lo mejor, sin que sintieran que trataba de cambiarles su música. Porque si yo hiciera eso, sería un completo crimen.
  También tomábamos un descanso de vez en cuando para relajarnos. Contábamos anécdotas de nuestras vidas, nos reíamos mucho. James sí era divertido, pero no el más divertido, como anteriormente creí. El más gracioso de todos era Will. Sus gestos y chistes eran los que más me hacían reír. Cualquier cosa que dijera me parecía divertida.
  — Y… dígannos, Will y Natalie, ¿cómo se conocieron? —cambió de tema Aaron repentinamente.
  Will y yo nos miramos mutuamente.
  Les empecé a contar la extraña historia de nuestro primer encuentro. Cómo me empujó y me tiró al suelo quebrándome la muñeca —cuando conté aquello, ellos empezaron a molestarlo diciéndole que por qué había hecho tal cosa a una “dama” como yo. Claro, todo fue broma—, también conté lo del hospital y que me había llevado a casa después.
  Al terminar, Chris le lanzó una mirada desafiante a Will, como si le hubieran arrebatado algo que inicialmente había sido suyo, mientras los otros lo molestaban por haberme conocido.
  — Chicos, ya, sólo somos amigos, es más, la conocí ayer —dijo Will para calmarlos.
  Todos quedaron impresionados.
  — ¿De verdad? Parece imposible, actúan como si se conocieran de toda la vida —dijo James incrédulo.
  Sonreí al oír aquel comentario. Will y yo teníamos química, más de la que yo esperaba. Siempre fue muy bueno conmigo, no se me hacía difícil abrirme con él. Era una gran persona.
  En cambió, Chris le frunció el seño a James cuando dijo eso, intimidándolo un poco.
  — Bueno… ¿Qué les parece si seguimos, chicos? —propuse, para calmar el tenso e incómodo aire que nos rodeaba.
  Todos asintieron y estuvieron de acuerdo conmigo rápidamente, con tal de evitar que Chris siguiera produciendo un mal ambiente.
  En aquella tarde compusimos como cinco canciones y grabaron tres. Fue genial, la pasé de maravilla.
  Ya me iba a ir. Me había despedido de todos, menos de Will, y me disponía a hacerlo.
  — Will, muchísimas gracias por invitarme, la pasé excelente —dije.
  — Espera, Natalie, no te puedes ir todavía —me detuvo.
  — ¿Qué? ¿Por qué?
  — Porque no te he oído cantar… Tienes que demostrarnos tu talento.
  Me mordí la parte inferior del labio y dirigí mi mirada hacia el suelo. Estaba nerviosa, no había calentado mi voz, además cantaría frente a personas que me juzgarían a . Sí, más o menos es lo mismo que en la audición, pero allí tenía a mi banda, quien siempre me apoyaba. Aquí, estaba sola.
  Suspiré.
  — Está bien… —accedí —. ¿Me prestas tu piano?
  Will sonrió, y asintió.
  — Claro, está aquí en la esquina —dijo señalando un hermoso y brillante piano de pared color vino tinto.
  — Perfecto —dije susurrando y dirigiéndome hacia él.
  Me senté en el banco en frente del instrumento y situé mis dedos en las primeras notas de una canción mía que todavía no daba a conocer a mi banda, llamada “Another Chance”.
  Will sacó la letra de mi bolso y le dio un vistazo, cosa que me preocupó un poco. ¿Qué tal si no le gustaba? ¿Qué tal si le parecía que la letra era tonta o cursi? No, nada de eso. A medida que la iba leyendo iba dibujando una sonrisa en su rostro, cosa que me hizo sentir feliz.
  No había empezado a tocar todavía, por estar tan pendiente de los gestos de Will. Pero al ver su linda sonrisa me tranquilicé y empecé a tocar. Luego acompañé la melodía con mi voz, y pude divisar por el rabillo del ojo, que Will no dejaba de mirarme, aquello me hizo sonreír a medida que cantaba.
  Por un momento me alejé del mundo y sólo me concentré en la canción. Se sentía tan bien quedar atrapada entre las notas del piano y sentir como si sólo estuviéramos él y yo en todo el mundo.
  Pero tarde o temprano la canción debía terminar y tendría que volver al mundo real una vez más.
  Will me miraba con ternura.
  — Es excelente. De verdad me gusta tu canción —dijo —. Ahora sí te puedes ir. Tienes una voz hermosa, es única, de verdad.
  — Muchas gracias —dije sonriente.
  Luego me levanté de la silla, cogí mi bolso y me dispuse a salir del estudio. Eran las 9:00 p.m. y estaba algo cansada.
   — Natalie, ¿quieres ir a almorzar mañana? —dijo amablemente en el momento en que abrí la puerta.
  Suspiré y me volteé hacia él.
  — Si quieres salir conmigo en una cita, sólo pídemelo, Will —dije dedicándole una sonrisa.
  Él no pareció estar muy cómodo con mi comentario, lo que me hizo sentir estúpida y querer devolver el tiempo. ¡Ojalá no le hubiera dicho eso! Lo había arruinado por completo.
  — Es una propuesta interesante, Natalie, pero… tengo novia… —dijo algo tímido, como si le doliera decir esas palabras.
  Me quedé impactada. ¿Will? ¿Tenía novia? ¿Cómo se llamaba? ¿Era famosa? No, ¿por qué me venían estas preguntas a la cabeza? Se suponía que él no me interesaba, ¿o estaba enamorada de él? ¡Ay! Mi cabeza era un nudo de preguntas confusas que no tenían sentido. Will sólo nos veía a ambos como amigos, no como una pareja. El sólo pensarlo me deprimía. Había sido tan tierno y amable conmigo, que… me dejé ilusionar. Por favor, una estrella de rock como él jamás se fijaría en una simple chica de Nueva York común y corriente que tenía el sueño inalcanzable de llegar a la cima.
  Traté de calmarme antes de articular palabra, porque si lo hacía antes de ser consciente, lo echaría a perder mucho más.
  Respiré hondo, y aguanté mi ansiedad.
  — Oh, está bien, entonces… es una almuerzo común y corriente… como… amigos —dije dirigiendo mi mirada hacia el suelo, la cual volví a levantar rápidamente.
  Aquello había sonado tan infantil e inseguro… lo único que quería hacer era irme… pero no podía dejar a Will con la palabra en la boca. Debía darle una respuesta. Y no podía negarme a su invitación.
  — Por… supuesto, Will. Me encantaría —dije finalmente.
  — Estupendo… entonces… ¿te veo a las 2:00 en el restaurante italiano que queda cerca de Central Park? —dijo.
  Me fue más fácil ubicarme esta vez. Ya sabía exactamente en dónde era.
  — Claro… adiós —dije con un volumen de voz bajo, haciendo un intento por sonreír, cuando de verdad no lo quería, mientras salía.
  — Adiós… —susurró, casi para sí mismo.
  Caminé rápidamente después de haber cruzado la puerta. Cuando estuve lo suficientemente lejos como para que no me viera, arranqué a correr rápidamente hacia mi auto.
  Tontamente, una lágrima brotó de mi ojo una vez que estuve montada, y había encendido el motor. ¿Por qué lloraba? Era tan estúpido e innecesario. Apenas lo había conocido, no podía enamorarme de él así como así y después llorar al saber que se encontraba en medio de una relación.
  Pero… aunque pensé que jamás volvería a creer en el amor después de lo que me había hecho mi ex-novio, Kyle,… simplemente, lo único que sabía era que en los momentos que compartía con Will, hasta que me dijo aquello que me rompió el corazón, me hacían recordar lo bien que te hace sentir aquel hermoso sentimiento. La alegría infinita de conocer a alguien que te entiende de verdad.
  Suspiré enojada conmigo misma, al darme cuenta de que algo entre él y yo jamás funcionaría.
  ¿Por qué, Dios, por qué?, pensé.
  Me resigné y traté de no volver a pensar en eso, aunque sabía que era imposible para mí ignorar aquel tema.
  Presioné el acelerador y dejé el estudio rápidamente.
  Lo único que me reconfortaba ahora era lo hermoso que lucía Nueva York en la noche. Todas esas luces y anuncios lo hacían ver muy bello. En especial amaba cómo se veía el Empire State. Tenía unas luces que cambiaban de color en su punto más alto.

   Llegué a mi casa frustrada.
  Me paré en frente de la puerta, saqué las llaves de mi bolso, pero antes de abrirla, golpeé mi frente varias veces contra ella. No me dolía, pero deseaba que sí.
  — ¡Tonta, tonta, tonta! —exclamaba furiosa mientras lo hacía —. ¿Por qué…? —susurré.
  Luego, un poco más calmada, pero no del todo, abrí la puerta y caminé rápidamente.
  — Cariño, ¿cómo te fue? —me saludó mi madre.
  — Bien… —mentí —… compusimos 5 canciones.
  — Me alegra.
  Le sonreí haciendo un esfuerzo por contener mis ganas de pegarle a alguien, y me dirigí corriendo a mi habitación.
  Me puse una almohada en la cara y grité. Luego me empecé e desahogar yo sola.
  Perché ti innamori di lui? Che cosa ha a che fare con me?, appena lo ha incontrato, e ora mi sono innamorata di lui? Stupida! —empecé a hablar sola, como una loca, echándome la culpa por mis confusos sentimientos. Como mencioné anteriormente, me desahogaba en italiano, cosa que estaba haciendo en ese preciso momento. Lo que había dicho era: ¿Por qué lo quiero? ¿Qué tiene que ver él conmigo? Apenas lo conozco, ¿y ahora estoy enamorada de él? ¡Estúpida!
  Decidí no ponerle atención al asunto, relajarme y dormirme. Pero cada vez que cerraba mis ojos veía el rostro de Will mirándome con ternura y diciéndome que mi voz era única…





Otra vez, perdón por las frases mal dichas en italiano… -.- ¿Qué les pareció este capítulo? ¿Qué pasará con Will y Natalie? ¿Le darán la beca? No se pierdan el siguiente capítulo, que va a estar muuuuyyy bueno!!! Gracias!! Los quiero!!! Xoxo, Pofy05.