jueves, 30 de junio de 2011

Capítulo 3: Un paso hacia el éxito... o algo parecido. (Parte 1)

Capítulo 3: Un paso hacia el éxito… o algo parecido.
  Parte 1:
  Pude divisar a Will, esperándome en la puerta del restaurante al yo llegar. Todavía me dolía un poco lo de la noche anterior, pero era urgente que debía superarlo. No más aquella actitud infantil que me dominaba de querer que él fuera mío y de nadie más.
  Caminé rápidamente hacia él, lo saludé de lejos y al llegar al frente suyo, le di un cálido abrazo.
  — Hola, Will —lo saludé sonriente.
  — Hola, Natalie. Qué bueno que hayas venido.
  Entramos al restaurante.
  Olía delicioso. En ese momento me devolví a mi pasado, recordando mi infancia en Florencia. Aquel aroma era el que llenaba las calles de esa hermosa cuidad. La pasta, las salsas, el vino. Era la combinación perfecta de olores.
  Venía aquí a menudo con mi madre. No era malo recordar el pasado y extrañar a Italia de vez en cuando. Por eso sabía exactamente en dónde era en el momento que Will me dijo que nos encontráramos aquí.
  Encontramos una mesa para dos, con las sillas una en frente de la otra, separadas por la pequeña mesa decorada con un mantel color blanco y un florero repleto de hermosas violetas.
  Luego nos sentamos.
  Un mesero se acercó a nosotros a pedir la orden. Ambos pedimos pastas, y cuando el mesero se fue, Will y yo empezamos a entablar conversación.
  — Y… dime, Natalie, ¿Cuánto tiempo llevas en el negocio de la música? —preguntó.
  — Bueno… lo que yo hago por ahora no es exactamente un negocio. Lo hago porque amo la música y también amo cantar y tocar. Además mi banda no es reconocida, todavía ensayamos en la cochera, y eso… acabamos de ganar una audición para tocar en House of Rock, y… espero que con el concierto que demos allí logremos un poco de reconocimiento.
  — Vaya, es un gran paso.
  Asentí. Pero no iba a dejar la conversación así como así. Debí seguir, conocerlo mejor, porque de verdad quería hacerlo.
  — Will… ¿Cómo iniciaste tu banda? —hice mi mayor esfuerzo para preguntar algo interesante. Sabía muy bien que de lo que a las demás personas más les gustaba hablar, era de ellas mismas y de sus asuntos. Pero a veces era difícil formular preguntas.
   — Bueno… nos conocimos en la universidad. Yo estaba estudiando ingeniería y la música era sólo un pasatiempo. Sí, me encantaba, pero nunca pensé que me dedicaría a ella. Al conocer a los chicos me di cuenta de que ellos también compartían el mismo gusto que yo, además de ser muy talentosos tocando sus instrumentos. Nos volvimos muy amigos y empezamos a tocar. El tío de Chris era dueño de una compañía de discos y nos dio una primera oportunidad, la cual nos ayudó mucho. Y… aquí estamos.
  Qué suerte tenían. Si yo tuviera un tío así ya hubiera aprovechado para decirle que nos dejara grabar un disco.
  — Vaya, es una historia interesante. Qué bueno que el tío de Chris les ayudó. De no ser así, este mundo se perdería de escuchar a una banda tan buena —dije. Él sonrió —. Y… Will, cuéntame algo más de tu vida, no sé… ¿De dónde eres y cómo llegaste a Nueva York?
  — Parece como si me estuvieras entrevistando —dijo Will sonriente.
  — Te ayudé con tus canciones, ¿no? Eso me hace oficialmente tu compañera de trabajo. Así que… no sé, me gusta saber de ti.
  — Está bien. Soy de Texas.
  Lo miré interesada. No tenía acento de Texas. Pero no me importó, eso era otro punto aparte.
  — ¿Texas? ¿Y cómo es que un chico de Texas llegó a Nueva York y California?
  — Bueno, a mi padre lo habían transferido aquí. No fue nada fácil comenzar una vida tan diferente. Todo era nuevo. Pero con el paso del tiempo me acostumbré y ahora me siento como todo un Neoyorkino. Y… a California llegué cuando la banda se hizo famosa. Ese fue otro cambio bastante grande. Pero… todos fueron muy amables con nosotros. Allí conocí a Alice.
  — ¿Alice?
  — Sí, Alice es mi novia.
  Otra vez la puñalada en mi corazón. Cuando es palabra salía de su boca me torturaba al saber que no era yo quien le gustaba. Pero aguanté mi nerviosismo e incomodidad y seguí escuchando su historia.
  — ¿Cómo se conocieron? —pregunté incómoda.
  — La conocí en una fiesta. Ella estaba sola y me le acerqué. Resultó siendo una persona muy amigable, que me comprendía, y yo a ella. Nos quedamos hablando toda la noche, contando nuestras vidas y por lo que habíamos pasado. Descubrí que era actriz, cosa que me sorprendió porque una actriz no estaría tan sola en una fiesta como esa.
  << Nos fuimos conociendo aún más, salíamos, compartíamos juntos y… terminamos siendo pareja.
  Alice no parecía ser una mala persona. Quizás Will de verdad la quería, por eso no estaba interesado en mí.
  — ¿Y… eres feliz con ella, Will? —pregunté tímidamente.
  — Bueno, yo solía ser muy feliz con ella, pero… con el tiempo y la fama ella se ha venido convirtiendo en otra persona. No es la misma de siempre, pero he estado luchando para mantener nuestra relación.
  Agaché mi cabeza con una expresión neutra en mi rostro. No sabía si apoyarlo en eso o dejar aquel tema a un lado. Todavía me sentía atraída hacia él, pero de verdad debía superar mi obsesión. Esto no me llevaría a ningún lado, más que a la frustración.
  En ese momento, el mesero llegó con nuestros almuerzos, y mientras comíamos, seguimos hablando. Pero esta vez Will tocó el tema de mi vida.
  — Natalie, ¿en donde estudias? ¿Ya estás en la universidad? —me preguntó.
  — No, todavía no estoy en la universidad, pero me graduaré pronto. Estudio en la preparatoria McKinney.
  — ¿Y en dónde vas a estudiar cuando te gradúes?
  — Bueno… si la suerte está de mi lado, en la MIT.
  Will me miró impresionado, con sus ojos abiertos como platos.
  — ¿En la MIT? ¿De verdad?
  — Sí, quizás me gane una beca. En realidad, el día que nos conocimos, que yo había salido de la audición, ese mismo día hice la entrevista y el examen para poder ganarla.
  — Wow, felicitaciones. Nunca creí que me topara con una música genio.
  Sonreí.
  — No soy genio, sólo me gustan la física y la química, es todo.
  — Debes ser muy buena en ellas.
  — Quizás… —dije modestamente.
  — Hablo en serio, la MIT es una universidad muy prestigiosa… seguramente te la ganarás. Bueno, eso es lo que creo yo. Dime tú qué opinas. ¿Crees que la vas a ganar?
  Medité unos segundos mi respuesta. ¿La ganaría? Quizás sí, quizás no. Me sentí muy segura en el examen, pero al no haber tenido tiempo para revisar mis respuestas, no podía estar segura de nada.
  Suspiré.
  — Will… no lo sé —dije algo desanimada —. Fui la primera en terminar el examen, y para poder ir a la audición tuve que dejarlo tal y como estaba, no revisé nada…
  Él me miró con compasión.
  — Ten fe —me dijo tiernamente.
  — Gracias… —dije sonriente, mirando fijamente a esos brillantes ojos miel que me conquistaron la primera vez que le dirigí la mirada.
  Él también me miraba sonriente. Pero no con una sonrisa enamoradiza, como la mía. La suya cargaba compasión, amabilidad y ternura.
  Nuestros ojos estuvieron clavados por dos segundos, y luego volvimos a la realidad.
  — Bueno… ¿Terminaste? —dijo observando mi plato a medio empezar.
  Era triste malgastar comida, sabiendo que hay tantas personas hambrientas en el mundo, pero… no podía probar un bocado más. Estaba repleta.
  Dirigí también mi mirada hacia el plato, y asentí, mientras internamente quería seguir sosteniendo aquél encuentro de nuestras miradas.
  Will llamó al mesero y pidió la cuenta. El hombre antes de irse, recogió nuestros platos.
  — Muchísimas gracias, Will —le agradecí por el almuerzo.
  — No hay de qué.
  Guardamos silencio un momento, y luego él rompió el hielo. Como siempre lo hacía. Pero con un tema del que hace muchísimo tiempo no me hablaban. Y me extrañó que empezara de esta manera:
  — Natalie, habla, di algo.
  Lo miré impresionada.
  — ¿Qué? ¿Cómo que hable? Me has escuchado todo el rato… —dije confundida.
  Él sonrió, al yo cumplir su extraña petición inconscientemente.
  — Naciste aquí en Nueva York, ¿no?
  — Sí… —dije sin quitar mi rostro repleto de duda.
  — No parece.
  — ¿Por qué?
  — Tienes tu acento italiano todavía ¿Cuántos años viviste en Italia? —dijo sin desvanecer aquella linda sonrisa.
  — Ocho.
  — Sí, se nota…
  Le devolví la sonrisa.
  — Eres muy extraño, Will. ¿Por qué me preguntas esto justamente ahora? Me oíste hablar ayer casi toda la tarde, y hoy todo este tiempo.
  — No sé, caí en cuenta en este momento. Es muy tenue tu acento extranjero, pero se nota de vez en cuando.
  No podía dejar de mirarlo. Su sonrisa, sus ojos, sus labios… no me dejaban olvidarme de él. Más bien me atraían más. Todo eso acompañado de su gran personalidad y su sentido del humor. Ah… no lo podía superar.
  Natalie, ¡ya basta! Él no está interesado en ti, pensé abrumada.
  — Me llevaron a vivir allí cuando tenía ocho meses de nacida. Prácticamente aprendí primero el italiano. Y 9 años en los Estados Unidos no bastan para tener un acento perfecto y desaparecer totalmente el que tengo ahora. Además voy muy a menudo a Italia a visitar a mi tío Leonardo.
  — ¿En qué parte de Italia viviste?
  — En Florencia.
  — ¿De verdad? Florencia es hermosa.
  — ¿Has estado en Florencia alguna vez? —pregunté interesada.
  — Sí —dijo asintiendo —. Fui con la banda a hacer un tour por Europa, e hicimos una parada allí.
  Entonces… conocía Florencia, ¿no? Ese era un dato interesante.
  Miré mi reloj. La habíamos pasado tan bien que no me di cuenta de que ya eran las 5:00 p.m. habían pasado ya tres horas desde que habíamos llegado.
  En ese momento el mesero llegó con la cuenta. Will sacó su billetera, pero antes de que pudiera extraer los billetes, agarré el recibo de la comida, y observé el precio.
  40 dólares… yo no quería que Will lo pagara todo, así que comencé a negociar con él.
  — Will… déjame aportar la mitad —dije.
  — No, Natalie, yo te invité. No te preocupes.
  — Vamos, Will. No me voy a morir por 20 dólares —insistí.
  Will pensó un minuto, mientras me miraba sospechosamente.
  Yo traté de convencerlo con mi mirada, observando fijamente sus ojos, con el fin de intimidarlo un poco, para que accediera. Y funcionó.
  — De acuerdo —admitió su derrota.
  Sonreí, y saqué de mi billetera el billete de veinte dólares. Luego lo deposité en la mesa. Will hizo lo mismo.
  El mesero recogió el dinero, nosotros le agradecimos, y nos paramos de la mesa.
  Caminando lentamente, nos dirigimos hacia la puerta. Will me acompañó a donde se encontraba mi auto, y allí sería la triste despedida.
  Quedamos frente a frente, justo al lado del auto, que tenía la puerta abierta, lista para yo entrar.
  — De nuevo… muchas gracias. De verdad —dije.
  — De nada. Eres una gran chica.
  Al Will decir estas palabras, no aguanté, y le di un fuerte abrazo.
  Él me devolvió el gesto.
  — Bueno… creo… que este es el adiós —dije algo triste.
  — Sí… pero no hay que dejar de vernos. Es decir… hay que seguir saliendo. La pasamos muy bien.
  — Claro…
  Nos atrapamos mutuamente con la mirada. No podía despegar mis ojos de los suyos. ¿Por qué nos pasaba tanto esto? Me tentaba a besarlo cada vez que pasaba, y era muy difícil contenerme. Una parte de mí decía “Bésalo, es el momento perfecto. Si te gusta tanto, entonces demuéstraselo, tal vez cambie de opinión acerca de Alice, la olvide y será todo tuyo”. Por supuesto, esa era la parte de mi subconsciente que no estaba ligada a la realidad, la cual podía estar constituida por mis sentimientos y el hemisferio derecho de mi cerebro, el cual era mi lado creativo y musical.  La otra parte, mi conciencia, mi parte lógica, conectada con la realidad, la cual abarcaba todo mi hemisferio izquierdo, el cual era mi parte matemática, me decía “Ni se te ocurra hacer algo indebido, Natalie Ricci. No lo beses. Él tiene novia, tú eres sólo su amiga”. La que me hablaba ahora era mi mente, y no mi corazón.
  Y por mucho que quería hacer lo que mi corazón me decía, debía hacerle caso a mi mente. Esa era la solución correcta, el camino que debía tomar.
  Sentía como mis labios se acercaban a los suyos como imanes, como si fuera una fuerza que no podía controlar y con la cual no podía luchar.
  Natalie, no lo hagas, seguía pensando, pero no podía hacerle caso a mi mente. Mi corazón y mis sentimientos me dominaban en aquél momento, estaba loca de amor por él, y no podía reaccionar.
  Will me siguió la pista acercándose hacia mí, hacia mis labios que no resistían los deseos de moldearse perfectamente con los suyos. Parecía que él tampoco estaba pensando conscientemente.
  Nuestros labios estaban a punto de tocarse, cuando de repente, mi celular sonó, y me devolvió al mundo real.
  Me alejé lentamente de Will, apenada por mis intenciones egoístas.
  Él también se alejó, con una expresión de desaliento y decepción.
  Avergonzada, saqué mi celular, el cual me había salvado de cometer un de los peores errores de mi vida, pero me resigné a contestar. Sería maleducado en frente de Will.
  — Bueno… adiós —dije tímidamente.
  — Adiós, Natalie… —dijo él también un poco apenado.
  Dirigí la mirada hacia el suelo.
  — Will… —lo detuve en su camino de ida.
  Él se volteó.
  — ¿Sí?
  — ¿Me das tu número? Así… podríamos estar más en contacto.
  Sonrió, y luego se dirigió hacia mí.
  — Por supuesto… —dijo devolviéndose —. ¿Puedo? —me pidió permiso para coger mi celular y anotarlo él mismo.
  — Adelante —se lo entregué.
  Él me pasó el suyo.
  — ¿Te anoto mi número?
  — Sí —dijo.
  Anoté y guardé mi número, y se lo entregué de nuevo. Él hizo lo mismo.
  — Ahora sí… adiós, Will. Nos vemos. La pasé muy bien.
  Él me abrazó, y se fue.
  Me monté en mi auto, pensando en ese casi beso que estábamos a punto de habernos dado. Cómo me hubiera gustado sentir sus labios contra los míos… demostrarle que Alice no sería la única chica en su vida que se hubiera sentido atraída hacia él. No sabía qué hacer. ¿Debería olvidarme de él y hacer como si no pasara nada? ¿O debería hacer lo que fuera por conquistarlo? No, eso estaba mal. Más bien debía escoger la primera opción. Era la más sana, además me mantendría lejos de los problemas.
  Al llegar a mi casa, estacioné el auto, me bajé y me dirigí caminando hacia la puerta, con una enorme sonrisa en mi rostro.
  Aquel gesto lo reproducía cada vez que pensaba en el casi beso, y cómo hubiera sido si nos hubiéramos besado de verdad. Ah… todo un sueño hecho realidad. Desgraciadamente, mi historia tenía una cierta antagonista, que impedía que Will fuera mío: Alice. No puedo decir que la odiaba, porque no la conocía. Quizás era una gran chica, no como Will la describió. Quién sabe… algún día tendría que conocerla.
  Entré a mi casa. Allí estaba mi madre, cocinando la cena. No tenía hambre. Pero no podía rechazar una cena que había hecho ella misma, con tanto esfuerzo. Lo que pasa es que siempre pedíamos comida a domicilio, porque a mi madre no es que le encantara cocinar. Era rara la vez que se le veía haciéndolo. Sólo lo hacía cuando era una situación muy especial. Y la verdad era que ella sabía cocinar muy bien.
  — Hola, mamá —la saludé.
  — Hola, Natalie. ¿Cómo te fue?
  A mi mente volvió aquel agradable y a la vez vergonzoso recuerdo que me hacía sonreír.
  — Muy bien, estoy feliz —dije sentándome en el comedor —. ¿Se puede saber por qué te pusiste a cocinar justamente hoy?
  Mi madre metió lo que fuera que estuviera creando en el horno, luego se sentó a mi lado.
  — No lo sé… quizás porque llamaron de la MIT… —empezó.
  Con sólo oír las letras “MIT”, mi corazón se aceleró. ¿Ya? ¿Tenían los resultados tan pronto? No importaba, sólo debía seguir escuchando aquella emocionante noticia.
  — ¿Sí? —apuré a mi madre. No podía esperar más. Me moriría en ese mismo instante si no seguía contándome. Se me saldría el corazón. Metafóricamente hablando, claro.
  —… Y… ¡¡Te ganaste la beca, cariño!! —dijo, con su típico tono de voz de madre orgullosa, pero muchísimo más intenso.
  No lo podía creer. Yo, ¿me gané una beca para estudiar en la MIT, una beca tan codiciada por muchas otras personas? ¿Yo? ¿La más joven en postularse? ¡Eso decía mucho! Me sentía inteligente, más de lo normal. Es más, me sentía como un genio.
  Quedé en completo shock
  No movía ni el más mínimo músculo. Parecía como si hubiera muerto por un instante. Luego regresé a la vida.
  — ¡Estás bromeando! ¡No es cierto! —exclamé emocionada, levantándome de la silla rápidamente.
  — ¡No! ¡Es en serio! —exclamó ella también, parándose.
  Solté un grito que resonó por toda la casa. Creo que hasta los vecinos me escucharon.
  — ¡¡No lo puedo creer!! —abracé a mi madre, y empezamos a saltar ella y yo abrazadas, no nos soltábamos.
  Estaba exageradamente feliz. De verdad, y muy orgullosa también. La euforia era tal que no me cabía en el cuerpo, tenía que liberarla de alguna forma.
  ¡Ya tenía mi universidad asegurada! Se sentía tan bien haberlo logrado sin revisar el examen…
  Aquel era uno de los días más felices de mi vida. Will casi me había besado y me había ganado la beca. ¡Era genial!
  — ¡¿Cuánto saqué en el examen?! —exclamé, todavía extasiada.
  — ¡91%! ¡Fue la segunda mejor calificación!
  Volví a gritar. Creo que iba a dejar sorda a mi madre.
  Después de unos segundos, me tranquilicé, y por fin pude hablar decentemente.
  Me senté de nuevo en el comedor. Mi madre hizo lo mismo, mirándome con una gigantesca sonrisa de satisfacción.
  — ¿Cuál fue la mejor calificación? —pregunté. No me sentía mal por haber sido la segunda. Pero me interesaba saberlo, sólo por curiosidad.
  — Hubo un chico que sacó 96%. Un tal Nicholas Parker… —me dijo —. Pero no importa, sólo sacó cinco puntos más que tú. Sigues siendo la mejor para mí —me acarició el mentón.
  — Qué genio… —dije —. Pero no importa, con tal que me haya ganado la beca, es suficiente para mí. Es decir, sólo había 3 becas, y había como 100 personas luchando por ella. No está mal un 91%, ¿ah? ¡Es genial!
  — Sí…
  El tintineante sonido del horno para avisar que estaba lista la cena, interrumpió nuestra conversación.
  — Llamaré a Kate —dije emocionada, sacando mi celular, mientras mi madre sacaba la humeante y deliciosa lasaña que había preparado. Sí, ese era el olor de la gloria. Aunque ya había comido comida italiana aquel día, no me importó volver a hacerlo. Me encantaba.
  Marqué su número, y al oír su voz, grité.
  — Natalie, ¿qué pasó? ¿Por qué gritas? —preguntó preocupada.
  — ¡Kate, me gané la beca!
  Ella también gritó. Tanto, que tuve que alejar el celular de mi oreja.
  — ¡Qué emoción! Apuesto que tu madre está muy feliz, ¿me equivoco?
  — Para nada —suspiré —. Ay, Kate, estoy tan feliz…
  — Y debes estarlo… disfruta tu beca, amiga. Te felicito.
  — Gracias.
  — De nada… Y…
  Parecía que quería decir algo más, pero alguien la interrumpió. Pude oír por el teléfono a su padre, quien la llamaba para salir, o algo así. No estaba muy segura.
  — ¡Ya voy, papá! Sólo déjame despedirme de Natalie —la escuché a lo lejos, lo cual, no sé por qué, hizo que una pequeña risa saliera de mí —. Lo siento, Talie, me tengo que ir. Disfruta tu momento, te merecías esa beca.
  — Gracias, Katie, puedes ir en paz —traté de hacerme la graciosa, y funcionó. Ella rio levemente —. Adiós.
  — Adiós, Talie, te quiero, no lo olvides.
  — Jamás, yo también.
  Era muy tierna Kate cuando me llamaba “Talie”. Era un apodo que me dio cuando yo tenía nueve años, y ella diez. ¿De dónde salió? Pues… de la terminación de mi nombre: Natalie. Fue muy original de su parte, pues el resto me llaman por mi nombre completo, o algunas veces me decían “Naty”. Y Kate era la única que me llamaba así.
  Colgué el teléfono, y cuando menos me di cuenta, la lasaña ya se encontraba servida en un plato en frente de mí.
  Le sonreí a mi madre a penas lo vi, y empecé a comer.
  Como lo deduje, estaba delicioso. La lasaña era su especialidad, pues a mi padre le encantaba mientras vivía. Tanto, que le enseñó a mi madre a cocinar. Así es, mi mamá no sabía cocinar, hasta que conoció a mi papá.
  Y le heredé su “talento”. Lo único que sabía preparar era cereal o huevos. No era buena cocinando. Todo se me quemaba o me quedaba salado, o simple. No, no era mi fuerte. Por eso me dedicaba a la música. Aquella me daba todo lo que quería, y más.
  Al terminar de comer, fui a mi cuarto y me dejé tumbar en mi cama. No podía dejar de pensar en Will. Si me había seguido la corriente, aunque fuera por unos segundos, significaba que él también sentía algo por mí.
  Pero… ¿Y si lo había hecho nada más para no hacerme sentir mal? ¿Qué tal si de verdad estaba tan enamorado de Alice que no la olvidaría y jamás tendría yo la oportunidad de demostrarle que lo amaba con todo mi ser?
  Aquellas preguntas me arruinaron el humor.
  La verdad era que no se podía saber nada con certeza, pues no podía leer sus pensamientos. Sólo faltaba ver si el destino nos daría una oportunidad…
  Luego vino a mi mente aquello que me había dicho Will en el restaurante acerca de la beca: “Ten fe”.
  Lo interesante de este hecho era que sí había funcionado. Durante todo el trayecto, desde el restaurante hasta mi hogar, además de haber pensado en mi Will, también habían entrado a mi cabeza pensamientos positivos acerca de la beca. En resumen, junté toda la fe que me quedaba en el momento, y la concentré en aquellos pensamientos positivos, logrando, no sólo que creyera que prácticamente me la había ganado, sino que también sucedió en la realidad.
  Me recordaba un documental que había visto hace varios años, cuando todavía estaba en la escuela primaria.
  Trataba acerca de algo llamado “Ley de la Atracción”, también conocida como “El Secreto”. Y en lo que consistía ese extraño poder mental, era atraer las cosas con los pensamientos, hacia la realidad.
  Y prácticamente, lo que Will me había dicho que aplicara, era aquella ley. Quizás a él también le había funcionado en el pasado.
  Después de la larga reflexión que hice, prendí el televisor, y me quedé dormida. Casi nunca me pasaba, pues me entretenía tanto que era imposible para mí perderme algún detalle de lo que estaba viendo.
  Además no me quería dormir. Estaba tan enamorada que lo único que quería era devolver el tiempo hasta ese momento en le parqueadero del restaurante… y haber apagado mi celular para que hubiera ocurrido ese beso que tanto anhelaba. Pues, como dijo el poeta y escritor Dr. Seuss, “Cuando estás enamorado no puedes dormir porque, finalmente, la realidad es mejor que tus sueños”. Así era exactamente como me sentía. No quería cerrar los ojos —aunque ya lo había hecho—, quería volver a ver a Will.

2 comentarios:

  1. Hola! :)
    Aqui ando, pasandome por tu novela!
    Es muy linda, te felicito!
    sigue asi...
    Besos

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  2. Gracias!!!! :D Amo tu novela!!! Espero que disfrutes de la mía! :D

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