domingo, 7 de agosto de 2011

Capítulo 3: Un paso hacia el éxito... o algo parecido. (Parte 3: Casualidad)


  A las doce en punto del día, llegó Kevin en su camioneta, aquella que nos había acompañado a lo largo de los años. Una enorme Toyota color negro con un montón de calcomanías de bandas y restaurantes en la parte de atrás, un gigantesco rayón que cruzaba por toda la puerta del lado derecho de la parte trasera y una pequeña abolladura en el parachoques. No estaba en perfecto estado, pero funcionaba. Además, increíblemente, todavía olía a nuevo, eso era lo que más me agradaba de ella.
  Bajé por las escaleras al divisar el auto por mi ventana, me despedí de mi madre y salí disparada hacia afuera, emocionada de que en poco tiempo estaríamos ensayando para nuestro concierto en House of Rock.
  Abrí la puerta de la camioneta y me senté rápidamente en la silla del copiloto.
  — Hola, Natalie —me saludó Kevin con un abrazo y un breve beso en la mejilla.
  — Hola, Kev —exclamé canturreando aquellas palabras.
  — Se nota que estás emocionada —dijo sarcásticamente.
  Lo miré con desdén, y decidí seguirle la corriente.
  — ¿Se nota mucho? —dije, como si no fuera ya bastante obvio.
  Kevin sonrió, más no dijo nada. Pero no era una sonrisa cualquiera, no. Aquella era su típica sonrisa burlona, por la cual se caracterizaba.
  Sí, Kevin era muy maduro, quizás uno de los más maduros de la banda. Sabía tomar decisiones y nos daba consejos sabios. Pero cuando se trataba de bromear, se comportaba como el típico adolecente burlón que hace chistes malos de sus amigos. A pesar de todo eso, lo quería mucho.
  Pisó el acelerador y nos dirigimos hacia la casa de David. No quedaba muy lejos. Estaba a unos veinte kilómetros de la mía.
  Después de recoger a David, fuimos donde John y luego donde Jake.
  Al estar los cinco en el auto, nos dirigimos hacia House of Rock a prepararnos para uno de los momentos más grandes de nuestras vidas.
  Al llegar, nos bajamos, sacamos los instrumentos de la maleta, y nos dispusimos a entrar. En la puerta todavía estaba aquel odioso gorila del día de la audición. Si no nos dejaba entrar, se arrepentiría por completo. No quería verme enojada, se lo podía asegurar.
  Como lo esperaba, el formidable hombre nos dejó entrar sin prejuicios, y yo ni le dirigí la mirada. No me había agradado para nada lo que me hizo la última vez. Pero eso ahora no importaba. Sólo quería sentir con mis pies el escenario y compartirlo con cuatro de las personas más importantes en mi vida. Eso era lo único relevante para mí en ese momento.
  Cuando pude ver las coloridas luces de los reflectores, me emocioné aún más. Era increíble poder sentir aquella luz en mi rostro.
  El escenario era pequeño, la tarima era lo bastante alta como para que nadie del público se subiera al escenario, cosa que dudaba mucho, pues nadie nos conocía. También tenía muchísimos reflectores; algunos tenían luces amarillas, otros azules, rojas, etc. Era muy hermoso y mágico. El sentimiento que me dominaba al posar mis pies sobre él, era… indescriptible. Era como una mezcla de emoción, orgullo, ilusión, esperanza. Me sentía parte de algo grande, podía saber cómo se sentía ser… alguien.
  Mientras me entretenía con aquella sensación, observando las luces y en donde estaría el público, Kevin me observaba muy extrañamente. Como si nunca m hubiera visto de esta manera. Y me conocía desde hace 8 años, ya debería reconocer mi reacción frente a un escenario.
  Luego de admirar el lugar, fuimos a buscar a los jueces, aquellas personas que una vez no subestimaron, y luego se arrepintieron de sus acciones.
  Pude divisar a la mujer, la cual se encontraba en compañía de un hombre, el cual no era uno de los jueces. Este tenía una clase de escarapela colgada al cuello y unos auriculares negros. Deduje que era uno de los organizadores del sonido o algo por el estilo.
  — Hola, soy Natalie Ricci, vocalista de 15 Minutes of Fame. Vinimos aquí a hacer una audición hace poco —le dije a la mujer, tratando de hacer que se diera cuenta de nuestra presencia. Y lo logré.
  Al yo decir estas palabras, la juez dirigió su mirada hacia mí, y me dedicó una sonrisa. Luego dejó lo que estaba haciendo, y le dijo algo al hombre de los auriculares, que no pude escuchar.
  Se me acercó caminando. Daba pasos seguros, extrovertidos. Se notaba que sabía lo que hacía, que era buena en ello y que no le temía a los riesgos. En conclusión, una persona muy confiada de sí misma.
   — Hola, Natalie. Soy Amanda. Nos conocimos hace poco, ¿no? Vinieron a hacer la audición —hizo prácticamente eco de lo que le había dicho yo.
  Yo asentí, sonriente.
  — Qué bueno que hayan podido venir. Son una excelente banda, se merecen tocar aquí en mayo —dijo Amanda, esbozando una cálida sonrisa en su rostro. Yo me había dado cuenta desde el principio, cuando hicimos la audición, que ella era la más querida y educada de los tres. Fue la única que no demostró desprecio hacia nosotros.
  — Muchas gracias. Y es un honor estar aquí, esto es como un sueño hecho realidad, de veras —dije ilusionada.
  — Eres una chica adorable, Natalie. Dile al resto de la banda que dentro de cinco minutos empezamos a ensayar. Tengo que terminar un asunto por aquí.
  Dirigió su mirada al hombre de los auriculares, quien tenía toda su atención en una laptop. Parecía que nada ni nadie lo podría desconcentrar.
  — Empiecen a organizar los instrumentos. Afinen las guitarras y prueben el sonido mientras tanto. Ya les facilitamos la batería, así que no tienen por qué preocuparse por armar la suya.
  — De acuerdo, gracias, Amanda —dije sonriente.
  Ella me devolvió el gesto, y retomó su asunto con el hombre.
  Yo suspiré emocionada, y me dirigí hacia los chicos, quienes se le habían adelantado a Amanda. Ya estaban en el escenario, con las guitarras conectadas a los parlantes, y estaban afinándolas.
  — Buen trabajo —les dije mientras subía al escenario, escalera por escalera.
  John me sonrió, y luego agarré el micrófono que se encontraba encima de uno de los parlantes.
  Lo encendí, y de repente el horrible y abrumador pitido del micrófono extremadamente cerca del parlante, nos aturdió a todos y llenó el espacio con sus estruendosas ondas. No podía creer que fuera tan tonta como para haber encendido el micrófono allí, si sabía muy bien, por experiencia y por una teoría del retorno, que eso generaría aquel sonido. Si no apagaba el micrófono, me alejaba del parlante o bajaba el volumen, el sonido que salía del parlante sería de nuevo captado por el micrófono, y volvería a él, generando que las ondas siguieran moviéndose a una velocidad extremadamente rápida.
  Por acto reflejo, nos tapamos los oídos con las manos. Y yo, la responsable del problema, debería resolverlo. Sometiéndome a que mis tímpanos sufrieran, retiré ambas manos de mis orejas, y apagué el micrófono rápidamente.
  — ¡Ni se te ocurra volver a hacer eso! —exclamó Jake aturdido, un tanto enfadado.
  — Perdón, lo siento —dije apenada, alejándome con pasos rápidos y nerviosos, del parlante.
  Coloqué el micrófono en el soporte, y allí sí lo encendí sin problema alguno.
  — Aló, un, dos, tres —probé el sonido del micrófono. Sonaba bastante bien, a pesar de lo que había pasado hace poco.
  Seguí diciendo frases y palabras incoherentes por un rato para asegurarme que el sonido siguiera trabajando, cuando vi a Amanda acercándose.
  — Está bien, chicos, cuando estén listos me avisan para poder empezar el ensayo —dijo mientras se sentaba en una de las sillas del público.
  Yo, por mi parte, ya estaba lista. Pero tenía que esperar a Kevin, Jake, John y David para que terminaran de afinar sus instrumentos.
  Al cabo de unos dos minutos, sólo faltaba David. Al parecer casi nunca tenía que afinar una batería, pues la suya se mantenía en perfecto estado todo el tiempo. Así que se demoró unos preciados diez minutos más apretando tornillos y probando el sonido.
  Al David terminar —bajo presión, pues nos la pasamos apurándolo—, Amanda nos dijo que no nos moviéramos de nuestros lugares, porque un hombre iba a cuadrar las posiciones de las luces. Así que nadie movió un dedo.
  Después de quedar completamente iluminados, Amanda nos dio la orden de empezar a tocar la canción de la audición, “Luck”. Luego de nosotros tocársela por segunda vez, le dimos una lista de nuestras canciones. Ella empezó a seleccionar las mejores —según su punto de vista—, a medida que nosotros íbamos tocándoselas. No protestamos por sus decisiones, pues nos daba igual tocar cualquiera de nuestras canciones. Personalmente, me gustaban todas. Así que no tenía problema alguno.
  Después de haber ensayado por dos horas, Amanda nos dio permiso de tomar un receso.
  Saqué una botella de agua del bolso que traía, y empecé a beberla.
  — Oye, Natalie… David nos contó que te ganaste la beca —dijo Kevin como para poner tema de conversación.
  Fulminé a David con la mirada. Se suponía que no le diría a nadie. Y si se trataba de la banda, que me dejara decírselos yo misma.
  — Sí… —suspiré, algo feliz por recordar mi logro.
  — Felicidades —dijo Kevin con una amplia sonrisa, que le ocupaba casi todo el rostro.
  Le devolví el gesto en señal de agradecimiento.
  — ¿Por qué no nos habías contado? —preguntó John, un tanto ofendido por dejarlos a ellos prácticamente al final para decirles la noticia.
  — Chicos… mi madre me dijo apenas el domingo que me la había ganado. Y no los había visto durante toda la semana, así que no tuve la oportunidad. Además, David se dio cuenta porque Lyla le dijo indirectamente. Y ella se enteró por una cartelera que pusieron en la preparatoria, cosa que no me agradó para nada —hice una pausa, con mi mirada clavada en las suyas —. Obvio que les iba a contar, es sólo que no me… dio tiempo…
  — Nos pudiste haber llamado… —dijo Jake.
  Claro, Jake. Jake, aquel que siempre hacía aquellos comentarios que arruinaban lo que yo decía. Siempre tenía un pretexto para mis sermones. Ya estaba acostumbrada a que lo hiciera, es sólo que nunca sabía qué responderle.
  — Touché… —me rendí, y luego suspiré —. Lo siento…
  Cuando pasaron cinco minutos, el tiempo estimado para el descanso, Amanda volvió y nos dispusimos a volver a tocar.
  Tapé de nuevo la botella de agua, mientras me acercaba al micrófono de nuevo, y los chicos a sus debidos puestos.
  David chocó las baquetas cuatro veces para dar la entrada, y empezamos a tocar una canción llamada “You Own…”. Sí, se llama muy extraño, pero cuando escribí la canción no sabía qué más ponerle al nombre, así que lo dejé en incógnita, y así me agradó, y no sólo a mí, al resto de la banda. Creíamos que le daba un toque de misterio a la canción, así que lo dejamos.
  Amanda nos miraba meticulosamente, marcando con su pie derecho cada compás, y a la vez revisando la lista de las canciones.
  Al terminar, empezó a asentir con la cabeza, en señal de que le había gustado la canción, y que la había escogido para que la tocáramos en el concierto.
  Yo sonreí satisfecha, y tomé una bocanada de aire, que… luego no tuve el valor de dejar escapar de nuevo hacia el exterior.
  Quedé sin respirar, cuando vi una figura entrando por la puerta principal. Al principio no sabía de quién se trataba, pero… después, mi corazón dejó de palpitar unos segundos y mis rodillas se debilitaron, al ver a Will Davis bajando por las escaleras del auditorio.
  Me quedé mirándolo con una expresión de decepción y angustia, con la boca abierta. No movía ni un músculo, de alguna manera no tenía el valor de hacerlo en frente suyo.
  — Will…  —susurré tontamente, sin apartar mi mirada de él.
  Con su chaqueta negra, sus jeans y su actitud segura, se acercó a Amanda, y la saludó como si fueran amigos de toda la vida.
  ¿La conocía? ¿Desde cuándo? Y… ¿Cómo sabía que estaríamos aquí? Mejor dicho, ¿sabía que estaríamos aquí, o sólo fue coincidencia que apareciera de la nada? Una coincidencia absoluta…
  — ¿Cómo estás, Will? —le preguntó amablemente Amanda.
  — Muy bien… mucho trabajo —respondió él. Parecía que no se había percatado de mi presencia… perdón…, de la nuestra
  Siguieron charlando por un minuto más, y yo seguía parada e inmóvil, observándolos, deseando con todas mis fuerzas que Will se fijara en mí.
  Milagrosamente, él dirigió su mirada hacia el escenario, e inmediatamente, sus ojos se clavaron a los míos, como nos solía suceder.
  Tímidamente, lo saludé con la mano, débil por sólo saber que él estaba allí, a diez pasos de mí.
  — Natalie… —exclamó al verme —. ¿Qué haces aquí?
  Ya había descifrado la verdad… coincidencia absoluta.
  — Estoy ensayando con la banda, ¿tú qué haces aquí? —le respondí, al mismo tiempo devolviéndole su propia pregunta.
  Kevin, John y Jake se quedaron mirándonos, con expresiones de duda. David no, obviamente. Ya sabía la historia…
  — Vine a recoger una guitarra que dejé aquí hace unos días… —me respondió Will.
  Cuando me percaté de que sus rostros reflejaban toda aquella perplejidad, caí en cuenta de que debía presentárselos.
  — Chicos, él es… Will Davis —dije un tanto insegura —. Will, ellos son Jake, Kevin, John y David —se los señalé con el dedo a medida que decía sus nombres.
  — Hola —saludó Will haciendo un gesto con la mano.
  La banda también lo saludó, casi al unísono.
  Después de un silencio incómodo, bajé del escenario, y me acerqué a Will, sonriente.
  — ¿Cómo estás? —me dijo  con su voz a un volumen perfecto para que sólo él y yo escucháramos.
  — Algo atareada, pero bastante bien. ¿Qué hay de ti?
  — Más o menos lo mismo —hizo una pausa —. Le mostré a nuestro representante las canciones que compusiste y dijo que eran excelentes.
  Me alegré al oír esas palabras salir de su boca.
  — ¿De verdad?... eso… eso es genial, de verdad. Dile que muchas gracias de mi parte.
  Me dedicó una linda sonrisa, la cual me hipnotizó por unos segundos, y luego volví a la realidad.
  — Entonces… ¿Ensayan para el concierto? —se salió un poco del tema.
  — Sí, hemos estado aquí desde las doce y media. Ha sido un día bastante largo…
  — Y productivo, por lo que veo —completó mi frase.
  Sonreí asintiendo.
  — ¿Y… cómo es que conoces a Amanda? —me atreví a preguntar.
  — Ella… nos ha ayudado mucho a la banda y a mí. Aunque no lo creas, aquí fue el primer lugar en donde tocamos. Aquí empezamos nuestra carrera musical.
  Qué parecidas eran nuestras historias… cada vez que lo oía diciendo algo de su pasado, me identificaba con mi presente. Y eso me hacía, de alguna manera, sentirme como si lo hubiera conocido muchísimo antes, quizás años atrás… como si… no nos lleváramos conociendo nada más hacía una semana.
  — Es… muy amable. De verdad me agrada. Es la única que no demostró desprecio hacia nosotros en la audición. El resto de los jueces son amargados e irrespetuosos… —dije recordando el incómodo sentimiento que tuve el viernes pasado allí mismo.
  Will me miró con desdén. ¿Había dicho algo malo?
  — Sí, eso creo… uno de ellos es mi hermano —se atrevió a decir.
  Abrí los ojos como platos, mis latidos empezaron a acelerarse y mis manos a sudar. ¡No! ¡¿Qué había dicho?! ¡No podía creer que uno de ellos fuera un familiar suyo, y yo criticándolos! La verdad… este era el momento más embarazoso que había tenido con Will. Incluso peor que el casi beso del domingo.
  — Lo… ¡Lo siento muchísimo! De verdad no tenía idea… yo… —traté de disculparme pero cortó mis palabras.
  — No te preocupes, yo también creo que Michael es irrespetuoso. Tiende a juzgar mucho a las personas antes de tiempo. Y… la mayoría de las veces se arrepiente de lo que dice.
  Tapé mi rostro con ambas manos. Estaba demasiado avergonzada. Ya había perdido la cuenta de las veces en que había metido la pata en frente de él, y era increíble que me perdonara por cada una de ellas.
  — No puede ser… —susurré con mi rostro todavía oculto entre mis dedos, y mi mente y corazón revolcándose de la vergüenza.
  Will posó sus manos sobre las mías, y lentamente fue retirándolas de mi cara con suavidad.
  — Tú tranquila. Jamás le contaré lo que dijiste. Es más, creo que él mismo ya tiene muy claro qué clase de persona es. Mucha gente se lo ha dicho en la cara.
  — ¿De verdad? —pregunté incrédula.
  Asintió suavemente con la cabeza.
  — Sí.
  Yo sonreí un poco más calmada, pero todavía incómoda con mi comentario.
  Él suspiró.
  — Irás mañana a la fiesta, ¿verdad? —le dio un giro tremendo a la conversación.
  Miré al suelo dudosa. Sí quería ir, pues él estaría allí. Pero todavía tenía unos asuntos por resolver. Asuntos que no sabía si tendrían una solución futura.
  — Sí —me resolví.
  — Qué bien, yo…
  — ¡Natalie! Debemos seguir practicando, despídete de tu novio ya —gritó John, haciéndome quedar aún peor. ¿Tenía que decir la palabra “novio”? ¿Era tan estrictamente necesario para él llamar a cada chico con el que yo hablaba “mi novio”?
  — No es mi novio —exclamé, aunque en el fondo de verdad quería que lo fuera.
  Agaché la cabeza en señal de disculpa hacia Will, y me sorprendí al ver que todavía sujetaba mis manos después de habérmelas retirado del rostro.
  Sonreí levemente para que no se diera cuenta de mi gesto, y luego, arrepintiéndome, fui retirando lentamente mis manos de las suyas.
  — Bueno… ya lo oíste. Debo seguir practicando. Nos vemos mañana —concluí.
  — Está bien, perdón por haberlos interrumpido.
  — No te preocupes, igualmente llevamos tres horas aquí, hemos avanzado mucho.
  — Está bien. ¿Nos vemos en la fiesta?
  — Por supuesto, allí estaré —dije sonriente.
  Will me dio un abrazo, el cual le correspondí, y se fue caminando lentamente hacia donde estaba Amanda, quien traía su guitarra en la mano. Él la agarró, se despidió de todos, y se fue rápidamente.
  Me quedé observando la puerta por la cual había salido, pensando en la fiesta… todavía tenía el problema del atuendo que usaría… no tenía absolutamente nada.
  Suspiré angustiosa, y subí de nuevo al escenario, a seguir practicando.
  — ¿De verdad no estás saliendo con él? —me preguntó John con un aire burlón y a l vez sarcástico.
  Le dediqué la mirada más desdeñosa que pude improvisar en el momento, y negué con la cabeza.
  — No… —dije monótona y seriamente, mientras por dentro moría por decir que sí.
  John no dijo nada más, y sólo se acomodó de nuevo en su lugar.
  Al reloj indicar las tres y media de la tarde, se acabó el ensayo. Teníamos preparadas las ocho canciones que tocaríamos en el concierto, perfectamente. Tenía un buen presentimiento acera de ello. De alguna forma, estaba completamente segura de que sacaríamos muy buen provecho de esto, además de que ganaríamos buena fama.
  Una vez Kevin me dejó en mi casa, llamé a Kate. Ya tenía un buen plan preparado para la fiesta. Si no tenía ningún atuendo, ni dinero para comprar uno, ¿por qué no pedirlo prestado? Estaba segura de que Kate no se negaría a mi petición, y mucho menos después de que le contara la historia.
  Siempre estaba molestándome con relaciones amorosas. “Vamos, Natalie, no te puedes quedar en el pasado. Supera a Kyle y avanza al futuro”, solía decirme. Y aunque superar lo que Kyle me había hecho era para mí extremadamente difícil y abrumador, Will me hacía sentir diferente. Me hacía olvidar completamente de él cada vez que me miraba y me sonreía.
  Saqué mi celular de mi bolso, y marqué el número telefónico de Kate.
  — ¿Hola? —contestó. Yo sonreí al oír su voz, tan alegre y optimista como siempre.
  — ¿Cómo estás, Katie? —la saludé.
  — Muy bien, mi ganadora de becas. ¿Cuándo empiezas a estudiar?
  Era tan atenta… siempre se preocupaba por mí. En ese momento me sentí mal por haberla llamado para pedirle un vestido prestado.
  — Creo que te adelantas mucho a los hechos. Ni siquiera me he graduado —le contesté, haciéndola reír, sin yo tener la intención.
  — Pero sólo falta un mes para eso, ¿no? Oh, cómo has crecido…
  Me reí levemente, pero a la vez muy nerviosa. El tiempo pasaba volando. No podía creer que me graduaría en apenas un mes… y después iría a la MIT…
  — Sí, eso supongo… —suspiré, llenándome de valor para contarle el verdadero motivo de mi llamada —. Kate… ¿Me harías un favor extremadamente grande?
  — Sí, por supuesto —meditó por dos segundos —. Aunque… ahora que lo pienso… depende de lo que me vayas a pedir…
  — No te preocupes, no te pediré que escondas el cuerpo de alguna persona que haya asesinado —bromeé irónicamente.
  — Uno nunca sabe… —me siguió el juego, logrando que esbozara una sonrisa.
  — No, no es nada de eso… pero… primero, tengo que contarte la historia completa. De esa manera me vas a comprender mejor.
   — Está bien, adelante.
  Le conté cómo había conocido a Will, lo que sentí cuando lo vi, cuando me acompañó al hospital y a mi casa. También cuando me invitó a ir al estudio de grabación a componer, la tortura que sentí cuando me dijo que tenía novia, el almuerzo en el restaurante italiano, el casi beso, cuando me invitó a la fiesta, la increíble coincidencia de que apareciera hoy en House of Rock, cuando metí la pata por centésima vez en frente suyo y al él quedarse sujetando mis manos… todo aquello con pelos y detalles.
  Sabía que podía confiar en ella. Además de que era mujer como yo, me comprendía bastante bien. A David no le conté la parte sentimental de la historia, pues sabía que no le interesaría. Algunos hombres son demasiado simples emocionalmente. David era uno de ellos. La verdad era que no tenía ni la más mínima idea de cómo trataría de conquistar a Nicole. Quería verlo intentándolo, me moriría de la risa. No porque creía que no podía, sino porque él era inexperto en ese aspecto, y cometía los errores más graciosos que jamás pude haber conocido en mi vida.
  — ¿Sabes algo? Ya me empezó a desagradar la tal Alice —dijo al yo concluir.
  — No digas eso, no la conocemos —la defendí sin ánimo de hacerlo.
  — Pero ella impide que tú puedas tener a Will. Y no voy a dejar que a mi mejor amiga le arrebaten a la persona de la cual está enamorada, después de haber tenido que superar una experiencia tan dura como la de Kyle.
  — Pues tendrás que contenerte. No voy a interferir en su relación, por más enamorada que esté.
  — Está bien —suspiró —. Pero si te llega a hacer algo esa p…,
  — Kate —la interrumpí rápidamente para que frenara su ánimo de insultar a Alice.
  — Lo siento… entonces… necesitas un vestido, ¿ah? Bueno… ¿Puedes venir a mi casa por él? Mi auto está en el taller, y no tengo medio de transporte. Y la verdad es que tengo un vestido perfecto para ti. Estoy segura de que te quedará genial.
  — Sí, por supuesto, estaré allí en diez minutos —dije emocionada.
  — Perfecto, te estaré esperando —dijo, y colgó.
  Suspiré feliz. Al fin había resuelto uno de los problemas que tenía a mi alcance. Pero el asunto era… Cómo me quedaría el vestido, y si me gustaría.
  No debía preocuparme demasiado por ello. Kate tenía un excelente gusto para la moda. Aunque no siempre fue así.
  Antes tenía un gusto bastante raro. Usaba atuendos con estilo hippie, muy coloridos y sueltos. Siempre tenía que llevar algo con tiras colgándole de un costado o un chaleco enorme. No le quedaban para nada bien, además de que la hacían ver más baja de lo que es —es muy alta, por cierto— y no le favorecía a su figura. Ocultaba el lindo cuerpo que tiene, lleno de curvas.
  Pero todo cambió una vez que empezó a estudiar diseño en la universidad. No sé cómo ni por qué, un día me llamó y me dijo: “¡Natalie! ¡¿Por qué nunca me dijiste que me vestía tan mal?! Definitivamente necesito un cambio”. Y desde ese día jamás la volví a ver con vestidos sueltos ni sandalias desgastadas. Ahora se vestía como toda una universitaria, una mujer con un excelente gusto. Siempre que me la encontraba o que nos veíamos le hacía cumplidos a sus atuendos. Al fin se había dado cuenta de que las botas, cinturones y lindas chaquetas existían. Kate Smith nunca volvió a verse desalineada.
  En fin, al Kate colgar me dirigí rápidamente al garaje, y me monté en mi auto para ir a su casa, tan pronto como era posible. Al día viernes sólo le faltaban nueve horas para concluir, y la fiesta era el día después.
  Rápidamente conduje hasta llegar a su casa, parqueé el auto en frente del edificio y subí los diecisiete pisos por el ascensor, hasta llegar a la puerta de su apartamento.
  Toqué el timbre, y cinco segundos después apareció mi amiga al otro lado de la puerta.
  — ¡Kate! —exclamé al verla.
  — ¡Natalie! —dijo abrazándome.
  Me invitó a pasar, y me percaté de que había remodelado el apartamento.
  — Vaya, está muy lindo. Le hacía falta un cambio —dije observando cuidadosamente cada detalle.
  — ¿Verdad que sí? Me siento orgullosa de su nuevo aspecto. Ya no me da vergüenza que las personas me visiten… —dijo, y luego se rió levemente.
  Sonreí. Sí, ya no tenía por qué avergonzarse. Porque… aunque la adoro con toda mi alma, debo admitir que siempre fue un poco desorganizada. Bueno, no un poco. Muy desorganizada. Siempre tenía las cosas en el puesto que no era; la universidad la había cambiado por completo, pero de una buena manera; además, no perdió su encantadora personalidad.
  Caminé unos cuantos pasos alrededor de la confortable vivienda, pensando en si sí debía pedirle el vestido o si simplemente me debería quedar a visitarla y pasar un buen rato. Pero… si hacía aquello último, mi problema volvería, y ya no sabía a quién pedirle ropa prestada. Así que… por muy mal que me sintiera haciéndolo, me dispuse a recordarle el egoísta motivo de mi visita.
  — Entonces… ¿Tenías un vestido que creías que me quedaría bien? —pregunté tímidamente, arrepintiéndome a los dos segundos de haber dicho lo anterior. Hubiera sido más agradable y amable haberle preguntado cómo había estado su día o cómo le iba en la universidad. No era buena en las relaciones humanas, como pueden ver.
  Pero Kate no pareció haber notado mi inconformidad ni haberle importado mucho mi poca falta de amabilidad. Al ella esbozar una sonrisa pícara, me di cuenta de que no le prestó importancia, y que por su cabeza sólo transcurría un pensamiento: Darme la oportunidad de conquistar a Will, aunque le había dicho que, aunque fuera posible que lo llegara a amar tanto que daría mi vida por él, no interferiría con su relación.
  — Por supuesto, ven —dijo indicándome con la mano que la siguiera.
  Me condijo a través de un corredor estrecho con un liso y brillante piso de mármol y paredes llenas de obras de arte abstractas y fotos de bocetos de diseños de moda de Roberto Cavalli, Louis Vuitton, Carolina Herrera, Gucci, Dolce & Gabanna y muchos otros más. Eso, aunque ya lo sabía, me dejaba más que claro que adoraba la moda y el arte.
  Al llegar al final del corredor, entramos a su habitación, en la cual se podía sentir un drástico cambio de temperatura al entrar. Un frío estremecedor.
  Tirité, una vez mi piel estuvo en contacto con el gélido aire del ambiente.
  — Kate, nunca me dijiste que fueras mitad esquimal —bromeé sarcásticamente.
  — ¿De verdad? ¿Nunca? Bueno, ya lo sabes —me siguió la corriente, logrando hacerme reír —. Adoro el frío…
  — Sí, ya lo noté.
  Esta vez fue ella quien rió.
  Tomé asiento en su cama y esperé a que buscara el misterioso vestido.
  Kate abrió las enormes puertas de madera de su closet y esculcó entre toda su ropa. Luego, después de haber lanzado cuatro o cinco camisas al suelo y dos pantalones, exclamó:
  — ¡Aquí está!
  Una vez oí aquello, todos mis sentidos se posaron intrigados por lo que fuera que mi amiga sacaría de allí.
  A medida que fue separándose del armario, pude empezar a ver una tela dorada, lo cual me alarmó. No quería llamar demasiado la atención con un color tan llamativo como ese.
  Cuando Kate se retiró del todo y el vestido estuvo totalmente descubierto, me quedé mirándolo por unos segundos, tratando de entender cómo creía ella que yo cabría en ese extremadamente corto y apretado vestido.
  — ¿Y… qué te parece? —preguntó ilusionada.
  Seguí detallando el brillante y dorado vestido sin mangas que probablemente me llegaría hasta más arriba de la mitad de mis muslos.
  — ¿Quieres que te sea sincera? —dije mirándola a los ojos.
  Ella asintió rápidamente.
  — Es… hermoso, pero… no sé si me queda bien. Creo que… podría mostrar mucha piel, además de sentirme como una sardina en una lata —dije insegura.
  — ¡Huh! ¿Es eso lo que te preocupa? No debería. Tienes una gran figura, no temas mostrarla. Porque puedes y debes —dijo. No sé si lo que hacía era del todo un cumplido o si era más bien una burla a mi reacción.
  — ¿Hablas en serio? —pregunté extrañada.
  — Sí, sabes cómo soy, si creyera que no tienes un lindo cuerpo le diría a mi abuela que te prestara el vestido. Pero estoy segura de que te verás fantástica en él —se sentó a mi lado a medida que decía aquellas palabras.
  — No lo sé, Kate, yo… estoy absolutamente agradecida contigo por hacerme este favor, pero…
  — Pero nada, te lo vas a probar, ¿me oíste, conservadora? —cortó mis palabras bromeando.
  En ese momento empecé a pensar que ella y yo nos comunicábamos por medio de comentarios burlones y sarcásticos…
  Sonreí levemente, y asentí.
  Ella me pasó el vestido y me indicó en dónde se encontraba el baño para que me lo midiera.
  Fue difícil de poner, a decir verdad, pero… una vez me vi con él puesto en el espejo del baño, me di cuenta de…que Kate tenía razón. No estaba tan mal como creía.
  — ¡Sal, Natalie! Déjame ver cómo te quedó —la escuché exclamar desde afuera.
  Suspiré, y abrí la puerta.
  En el momento en que Kate posó sus ojos sobre mí, dibujó en su rostro su sonrisa de satisfacción.
  — Te lo dije…