viernes, 24 de junio de 2011

Capítulo 1: Millas por recorrer…

Capítulo 1: Millas por recorrer… 
  Todavía lo recuerdo…
  Recuerdo cuando estábamos reunidos en la cafetería de la escuela. Estábamos sentados en una mesa, hablando y riéndonos.
  Aquel día fue el que decidiría nuestras vidas. Estábamos en 4º y 5º grado, todavía éramos muy jóvenes. Todos teníamos 10,11 y 12 años… Bueno… Kevin era el único que tenía 12.
  — ¿Saben? Tengo una idea —dije en el momento más inesperado.
  — ¿Qué? —preguntó Jake interesado.
  Todos dirigieron sus miradas hacia mí.
  — Oigan, pero no es para tanto —dije algo intimidada por todas las miradas de mis amigos sobre mí.
  — ¡Sólo di tu idea! —dijo Lyla impaciente.
  — Ok, Ok… va a sonar algo tonto…  —reflexioné un momento —… muy tonto, pero… ¿Qué les parece si formamos una banda? Es decir, es una gran opción, todos amamos la música y… me parece un aporte interesante… —dije tímidamente. Sonaba aún más tonto en voz alta. Pero de verdad quería que ese proyecto se llevara a cabo. Sería genial poder dedicarme a lo que más amaba en la vida con mis mejores amigos, quienes compartían el mismo gusto que yo.
  — No es una mala idea —dijo Kevin.
  — Tienes razón, pero… ¿Cómo la llamaríamos? —agregó David.
  — ¡¿Hablan en serio?! —dijo Lyla irritada.
  — ¿Qué tiene de malo? —pregunté indignada.
  — Pues… que quizás no todos estemos de acuerdo con tu “idea”.
  — ¿Tan segura estás? —la desafié.
  David, Jake, Kevin y John permanecían callados, observándonos discutir.
  — Está bien, pongamos a prueba tu “interesante” idea —dijo Lyla, y luego se dirigió a los chicos —. Levante la mano, el que esté de acuerdo con la idea de Natalie.
  En ese momento, Jake empezó a alzar su mano tímidamente; luego Kevin le siguió, después David y por último John.
  Sonreí.
  — Los quiero, chicos —dije.
  — Siempre estaremos de tu lado, Natalie —dijo David.
  — “Siempre estaremos de tu lado, Natalie” —dijo Lyla de despectivamente haciendo una pobre imitación de la voz de David.
  — Lyla… —empecé a decir.
  — Natalie —me interrumpió —. Está bien si ustedes quieren formar su tonta banda, no me importa, simplemente me iré —se levantó rápidamente de la silla y se fue caminando sin ni siquiera despedirse.
  Cuando ya estaba lo suficientemente lejos, la miré con furia y lancé un extraño grito de desesperación.
  — ¿Saben? Algunas veces esa niña puede ser muy fastidiosa —dije.
  — ¿Y hasta ahora te das cuenta? —dijo Kevin.
  —…Volviendo al tema de la banda… concuerdo con David, ¿Cómo se podría llamar? No se me ocurre nada —dijo Jake.
  — Ya lo tenía planeado por si ustedes accedían a mi propuesta. No sé si les guste el nombre, pero… tengo una sugerencia —dije.
  — Dila —dijo John presuroso.
  —… Está bien… ¿Qué les parece “15 Minutes of Fame”?
  Hubo un momento de silencio. Todos mis amigos reflexionaban acerca del nombre, y a mí me resultaba algo incómodo.
  — Muy original —dijo David.
  — Me gusta  —dijo John.
  — Sí, es muy bueno —agregó Jake.
  Esperábamos impacientes la respuesta de Kevin. Su aprobación sería suficiente para que nuestra banda tuviera aquel loco nombre que me había inventado.
  — Vamos, Kevin —lo apresuró John.
  — Tu opinión cuenta —dije ilusionada.
  Esperamos otros 5 segundos…
  — Pues… sí, estoy de acuerdo. Me gusta el nombre —dijo finalmente.
  — ¡Sí! —exclamé alegremente, y lo abracé.
  Mis amigos apoyaron mi euforia.
  — Muchas gracias, chicos, no saben lo que eso significa para mí —dije dirigiéndome a los 4 esta vez.
  — No hay problema, Natalie. Además es una gran idea —dijo Jake —. No sé cómo no se me ocurrió antes.
  — Pues te atrasaste 11 años —dije.
  — Sí, soy algo lento —me logró hacer reír.
  — Ahora… hay que organizar quién va a hacer qué.
  — Vocalista —empezó John, y al oír esto, el resto de mis amigos voltearon a mirarme.
  — ¿Natalie? —dijo Jake.
  — ¿Qué? —pregunté. Luego me di cuenta de lo que trataban de decirme —. Oh, no. No cuenten conmigo. Me da pánico cantar en frente de otras personas.
  — Vamos, Natalie.
  — Sí, no seas aguafiestas. Además cantas increíble —dijo David.
  — ¿Alguna vez me han escuchado cantar?
  — Pues…
  — Yo te he oído —intervino Jake.
  — ¿En serio?
  — Sí, alguna vez cantaste para mí, ¿lo recuerdas?
  Traté de recordar. Quizás alguna vez cuando fui a la casa de Jake, me engañó para que le cantara una estrofa de mi canción favorita. Estupendo. Ahora me tocaría ser la vocalista.
  — Mmm… no, no lo recuerdo —mentí para salvarme.
  — Pues yo sí.
  Suspiré. No lo había logrado.
  — Está bien, seré la vocalista…  —me rendí. Mis amigos sonrieron —. Baterista —seguí con la lista.
  — Yo… yo… toco batería —dijo David tímidamente.
  — ¿Eres bueno?
  — Supongo… me han dicho que sí.
  — Está bien —dije. No tenía idea de que David tocara batería. Era algo nuevo para mí. No podía esperar a oírlo tocar. Confiaba en su palabra; David era muy modesto, así que si decía que “suponía” que tocaba bien, seguramente era muy bueno —. ¿Quién será el pianista?
  — Yo toco guitarra y un poco de piano… bueno, estoy aprendiendo, pero sé que puedo hacerlo —dijo John orgullosa y tímidamente.
  — ¿Ah, sí? —lo desafié. Él asintió —. Yo también —bromeé. Pero sí era verdad que yo estaba aprendiendo a tocar guitarra y piano.
  — Pero tú ya eres vocalista —me dijo.
  — Ok. Entonces te gustaría tocar ambos instrumentos, supongo.
  — Sí —dijo ilusionado —. Sería un honor.
  Yo sonreí, lo cual era señal de que estaba de acuerdo.
  — Yo quiero tocar el bajo —se apresuró Kevin.
  — Nos falta Jake —dijo David.
  — Pues… tocaré la guitarra…, supongo —dijo Jake.
  — ¡Genial! Ya tenemos la banda —dije emocionada.
  Seguimos hablando de aquel tema, emocionados y esperanzados hasta que sonó la campana y tuvimos que ir a clases.


  A medida que nuestras vidas avanzaban, nos íbamos volviendo cada vez mejores en lo que hacíamos. 5 amigos tratando de sobresalir en el mundo. Nos aventurábamos a escribir canciones, a probar nuevos sonidos… pero todavía éramos jóvenes, teníamos la vida por delante, y como todo joven estudiante, había que ir a la escuela y la universidad.
  La escuela…
  Ese lugar lleno de conocimientos, cosas nuevas, cosas que jamás sabrías que aprenderías en tu vida, y algunas de ellas tan inútiles para tu futuro como estar perdido en una isla desierta sabiendo únicamente cómo hacer un esquema arbóreo. Aquél tema me amargó mis estudios durante toda la secundaria. Para mí, aquello no sirve… pero de todos modos debí estudiarlo.
  También, para algunas personas la física o la química pueden ser aburridas. Pero para mí eran más que simples ecuaciones y fórmulas matemáticas. Para mí eran una forma diferente de descubrir el mundo, una forma de conocerlo, saber todos los misterios y secretos que oculta, y cómo los oculta de la ignorancia de algunas personas. Puede sonar muy raro, pero yo amaba la física y la química. Y era la que mejor promedio tenía en aquellas asignaturas. Son complicadas, por supuesto. Pero eso era lo que las hacía interesantes. Y a veces… hasta llegaba a relacionar la música con ellas. Porque… además de que la música es un arte, también es una ciencia. Para aprender a tocarla hay que saber muchísimas cosas; entre ellas, su nomenclatura. Esa es una de las muchas cosas que la convierten en ciencia.  Pero algunos simplemente no me comprendían. Algunos me odiaban por ser buena estudiante, pero eso no era odio. Era envidia. Y debido a eso odiaba a las personas envidiosas. Lo que es irónico, pues ellos me odiaban a mí.
  Un ejemplo aterradoramente claro de esas personas envidiosas, sería Lyla. Quizás pudo ser mi mejor amiga tiempo atrás, pero ahora era una rencorosa y fastidiosa chica. Y desde el “incidente” de hace unos años, no me había vuelto a hablar. Para lo único que me buscaba era para fastidiarme y hacerme la vida imposible. Yo decidí no hablarle por su horrible actitud con todos nosotros. Y la peor parte, era que ella también había empezado a dedicarse a cantar. Y desgraciadamente tenía una gran voz. Además de ser mi enemiga, también era mi competencia. Y no me agradaba la competencia. Cuando algo o alguien se interpone en mi camino, hago lo posible para superarlo, y trataba de ser la mejor. Aunque no lo era, claro. Pero hacía lo posible por sobresalir.

  Miraba fijamente, sin razón alguna, al árbol en frente del garaje, sujetando firmemente el micrófono con ambas manos.
  — Natalie… —escuché la voz ronca de John llamándome.
  Volteé rápidamente.
  — ¿Sí? —dije algo distraída.
  — Hay que empezar el ensayo.
  En ese momento, me percaté de que todos ya estaban listos; con sus dedos en los primeros acordes de la canción y con las baquetas en las manos.
  — Ah, claro… lo siento… —dije preparando mis cuerdas vocales para el momento en que tuviera que empezar a cantar.
  David chocó las baquetas 4 veces, y las guitarras, el bajo y la batería empezaron a sonar.
  Cuando fue mi turno, empecé a cantar una de nuestras canciones, llamada igual que la banda, “15 Minutes of Fame”, compuesta por todos nosotros. Había sido una de las muy pocas canciones que habíamos escrito entre los 5.
  A medida que los años pasaban, cada vez me enfocaba más en lo que más amaba: La música, claro; empecé a escribir canciones desde los 12 años, y fui mejorando cada vez más. Y ahora soy la compositora de la banda. El 90% de nuestras canciones son composiciones mías. A ellos les encantaban mis canciones. Decían que debería ser compositora profesional, y escribir canciones para los grandes artistas. Pero nunca les creí. Yo era sólo un pequeñísimo grano de arena en la gigantesca playa que es el mundo. Había muchísimos compositores mucho mejores que yo. Para sobresalir entre todos ello, debería hacer algo tan grande y bien hecho, que mereciera ser admirado por las demás personas. Y eso era algo difícil para una chica de 17 años. Para poder sobresalir, tendría que dedicarme sólo a la música. Ese era el problema: Yo no me dedicaba sólo a la música. En mi vida también se encontraban la física y la química, y debido a eso, mi madre no me dejaba tranquila ni un segundo.
  Siempre, en todas las conversaciones, tenía que mencionar algo sobre aquellas ciencias. De lo único que hablaba era de la universidad, de una beca, y a mí sí me importaba mi futuro, sólo que también había que vivir el presente. Eso era lago que ella, por más que lo intentara, no podía comprender. Ni siquiera le importaba mi música. En lo único que nos apoyaba a la banda era dejándonos ensayar en la cochera. Eso era lo único.
  Cuando terminamos de ensayar, empezamos a guardar todos los instrumentos y los cables de los mismos.
  Jake se encontraba hablando  por su celular con el organizador de eventos de un lugar llamado “House of Rock”, intentando que nos dieran una audición para tocar allí.
  — Al menos ayúdanos a guardar los instrumentos —le reclamé bromeando.
  Él me miró con cara de pocos amigos y me señaló el celular, diciendo “no” con la boca.
  Sonreí. Jake era el más gracioso de todos. Siempre me hacía reír.
  —… Claro, señor, muchísimas gracias, hasta luego —colgó el teléfono.
  — ¿Y bien? —pregunté.
  — Pues… tengo noticias —dijo con un tono algo deprimente. Con sólo oír el tono de su voz, ya se habían bajado los niveles de esperanza.
  — ¿Sí…? —insistí.
  Todos lo mirábamos atentos.
  —… La verdad…
  — ¡Dilo ya! —gritamos al unísono David, John y yo.
  Jake hizo una pequeña pausa para aumentar la tensión, y…
  — ¡¡Sí nos dieron la audición!! —exclamó.
  — ¡¿En serio?! —dije extasiada.
  — ¡Sí!
  — ¡Es increíble! —lo abracé. No podía creer que nos dieran la audición, era una oportunidad perfecta para darnos a conocer al mundo y conseguir lo que estábamos buscando: fama.
  Luego todos nos dimos un abrazo grupal.         
  — ¿Cuándo es?  —preguntó John.
  — El 7 de abril.
  Al oír estas palabras, mi sonrisa se desvaneció tan rápido como la luz de un bombillo extinguiéndose, y lentamente dejé de abrazar a Jake.
   — ¿… 7 de abril? —dije en completo shock, mirando a Jake a los ojos con una expresión de angustia en mi rostro, mientras mi voz se desvanecía a medida que decía aquella frase.
  — Sí, ¿por qué? ¿Hay algún problema?
  — Pues… sí, sí hay un problema —admití. No quería decirlo, y me dolía hacerlo, pero debía.
  — ¿Qué sucede?
  Tomé aire para empezar a hablar, pero no era capaz de articular ni la más mínima palabra. Era terrible tener que decirles aquello a los chicos. Confiaban en mí, y sabían que podían contar conmigo en lo que fuera, pero… esta vez era diferente.
   — Es que… mi madre programó una entrevista con el rector de la MIT y el examen de audición, y es precisamente ese día. No puedo faltar, quizás me den una beca para estudiar física y química allí… —dije con voz temblorosa. Me hubiera gustado estallar en llanto, pero me aguanté —. De verdad, chicos, lo siento muchísimo. No quería que esto pasara… es… simplemente terrible. Lo lamento mucho…
  Jake me miró con su mirada de “Natalie, lo echaste a perder otra vez”. La cual cruzaba por mis ojos hasta llegar a mi corazón con un gran impacto, como una flecha; y me hacía sentir la peor persona del mundo.
  —… Está bien. Entonces llamaré al señor Bellingham a decirle que no podemos ir —dijo agarrando su celular de nuevo. Su voz tenía un tono furibundo, el cual me intimidaba.
  Cuando estuvo a punto de marcar el número, lo detuve.
  — Jake, no…
  — ¿Y ahora qué?
  — No marques, iré a la audición —dije algo dudosa.
  — ¿Y qué hay de tu importante entrevista a la cual no puedes faltar? —dijo todavía enojado.
  No sabía qué decir. Si decía que iría a la audición, no tendría una beca en una prestigiosa universidad. Y si decía que no iba a ir, me ganaría el odio de mis mejores amigos por el resto de mi vida y me quedaría sola y amargada estudiando aburridamente en una enorme y vacía universidad. Nunca me volvería a sentir feliz de nuevo.
  Era tan confuso…
  — Yo… hablaré con mi mamá para que cambie el día…
  ¿Qué acababa de decir? Es más, ¿cómo se me ocurrió decirlo? Sabía en mi interior que mi madre no estaría de acuerdo y no accedería. Estaba en un gran problema.
  Jake me miró inseguro.
  — ¿Nos lo prometes? —me preguntó.
  — ¡¿Qué?!
  — Sí, así estaremos seguros de que podemos contar contigo.
  Todos me miraron esperando por mi respuesta. ¿QUÉ ESTABA HACIENDO? ¡No lo podía prometer! Mi cabeza daba vueltas en busca de la respuesta a todos mis problemas, la respuesta correcta, pero… no me podía concentrar. Aquel sentimiento era horrendo y deprimente… Hubiera deseado devolver el tiempo aunque no pudiera. Me sentía tan confundida ahora que lo único que quería era hacer como si nunca hubiera dicho nada y estar tranquila en mi habitación leyendo un buen libro. Pero ya era demasiado tarde.
  Pensé y pensé mi respuesta, y lo mejor que se me ocurrió decir fue:
  — ¡Pero si ni siquiera estoy segura de lo que dirá mi madre!
  Oh, por Dios… típica respuesta de alguien cobarde e inseguro. No podía creer lo que acababa de decir. Sabía que ellos no querían más rodeos en el asunto, lo único que querían era que dijera una respuesta concreta y definitiva. Y lo más conveniente era que respondiera “se los prometo”.
  — Entonces eso significa que no… —empezó a decir Jake.
  Me arriesgué, ya no había marcha atrás.
  — ¡Sí iré! —lo interrumpí —. Chicos, quizás no pueda prometer que iré; pero sí puedo prometer que haré todo lo posible por ir —dije mientras todos ellos se montaban en la enorme camioneta negra de Kevin.
  No puede ser… moriré, pensé. Ya tendría que ir escribiendo mi testamento, organizando mi funeral y cavando mi tumba. Hasta aquí había llegado.
  — Está bien, inténtalo…
  Arrancaron el enorme automóvil y sonaron la bocina 3 veces para despedirse.
  — Lo intentaré… —susurré en un nivel de volumen casi inaudible cuando ya nadie más estaba en la cochera, excepto mi guitarra y yo.
  Agarré el instrumento, subí a mi habitación, y la guardé en su estuche.
  Me dejé caer trágicamente en mi cama, bocabajo. Quería llorar, pero simplemente no era para tanto y no valía la pena debido a que no arreglaría nada con llorar. Sólo se me pondrían los ojos hinchados y me daría sueño.
 ¿En qué lío me he metido?, pensé, Tengo una beca y un contrato en juego, además la confianza de mis amigos y de mi madre…
  El sonido de la puesta principal abriéndose y un taconeo interrumpieron mis pensamientos. Era mi madre que llegaba del trabajo, y las primeras palabras que oí salir de su boca fueron:
  — Natalie, baja, ya llegué.
  No quería bajar. No quería que viera mi cara de preocupación y me preguntara por qué la tenía. Y si era así, tendría que decir lo de la audición, y ya sabía lo que me iba a decir. No me dejaría ir por más que lo intentara. Defraudaría a mis mejores amigos, y me sentiría vacía y destrozada por dentro. Porque…, además de que no me volverían a hablar, tampoco me dejarían volver a la banda, y aquello acabaría conmigo por completo. ¿De qué sirve una beca si no tienes a alguien con quien compartir tu felicidad por ella? De nada. La vida no es nada sin los amigos. Porque aunque hay amigos que vienen y van —como Lyla—, también están los amigos que estarán allí, a tu lado, por el resto de tu vida, y no te abandonarán a pesar de los problemas que surjan. Los chicos de la banda eran todo para mí. Mis mejores amigos en todo el mundo.
  Me armé de valor esperando que no me diera un ataque de pánico, y bajé las escaleras de mi casa.
  Allí estaba mi madre, con su típico cabello suelto ondulado color miel, aguardando a mi llegada.
  Lentamente, caminé hacia ella y la abracé.
  — Hola, mamá.
  — Hola Natalie.
  — ¿Cómo te fue en el trabajo? —empecé a hacer rodeos para que ella no tocara el tema de cómo fue mi día. Porque sin duda, no fue nada agradable.
  — Muy bien, como siempre, no mucho que decir —dijo descargando su enorme y pesado bolso color marrón chocolate en el sillón de la sala —. ¿Qué tienes para mí hoy? —me preguntó.
  — ¿A… qué te refieres, madre? —pregunté confundida y nerviosa para asegurarme de que no tenía que decírselo tan pronto. A penas había llegado yo no quería empezar una discusión de la que me iba a arrepentir en el futuro.
  — ¿No te han entregado… exámenes o notas… o algo así en la escuela?
  Me relajé un poco al oír esas palabras, y dejé escapar el aire contenido en mis pulmones. Por supuesto que no tendría que responder lo que no quería contarle, a esa pregunta.
  — Ah, sí… claro, ya los traigo —dije, y subí corriendo las escaleras para traer los 2 exámenes que me habían entregado aquel día.
  Bajé con las 2 hojas en la mano y se las entregué.
  — ¡Genial! Oras 2 increíbles notas en química. 10, así me gusta —exclamó apenas vio los exámenes calificados con la más alta calificación posible. Eso no era nada nuevo. Algo nuevo, sería que yo sacara 8 o 7 en química. Eso no le agradaría a mi madre.
  Lo malo de ser tan bueno en algunas materias y acostumbrar a tus padres a ver buenas notas en tus exámenes, era que si sacabas una nota decente, no te dejan en paz y te llaman la atención por conseguir una nota que no muchos logran alcanzar algunas veces.
  — Gracias… —susurré, y me entregó de nuevo los exámenes.
  Quizás esas 2 notas la suavizarían un poco antes de la noticia. De verdad que esperaba que eso sucediera. De otro modo, ya tendría el juego perdido.
  Se dirigió a su habitación y yo la seguí pisándole los talones.
  — ¿Te sucede algo? Nunca quisiste estar tanto tiempo conmigo… —me preguntó extrañada.
  — Nada, es que… me parece que deberíamos pasar un tiempo de calidad juntas, ya sabes, madre e hija… ¿Qué te parece? —dije la mentira más clásica y vieja que jamás se pudo haber inventado, mientras una casi invisible gota de sudor rodaba por mi frente.
  — ¿Te sientes bien? —dijo posando su helada mano en mi frente.
  — Sí, claro, ¿por qué no habría de estar bien? —respondí.
  — Ya, en serio, ¿Qué sucede? Pídemelo ya.
  Aquellas simples palabras me sometieron a decir la verdad. Yo era siempre muy honesta y tener que mentirle a mi madre era muy duro para mí. Así que tuve que decirle.
  Mi madre me conocía bien.
  Cerré los ojos rápidamente y  me llené de fuerzas.
  — Hay una audición en “House of Rock”, y quieren que 15 Minutes of Fame vaya a realizarla… y… bueno, es… el día de la entrevista y el examen… —dije de una vez para salir de la desesperación que me dominaba. Al terminar abrí un ojo forzadamente para cerciorarme de que todavía conservaba mi vida.
  Mi madre se quedó mirándome con decepción. Otra más decepcionada. Genial.
  — Natalie —comenzó su regaño —. Sabes muy bien que una entrevista como esa no se consigue fácilmente.
  — Sí, pero… pensé que quizás podíamos cambiarla para otro día —dije tímidamente.
  — ¿Crees que el rector de la MIT va a ceder tan fácilmente? ¿Crees que esto es como una cita médica? ¡No puedo hacer eso!
  — Pero mamá, ¡Esta es una oportunidad única en la vida! ¡Y si no voy los chicos me matarán!
  — Lo lamento, pero no. Natalie Ricci, irás al evento, quieras o no.
  Creí que todo había acabado. Pero no me daría por vencida. Iba a ir a esa audición, así tuviera que gritarle y exigirle a mi madre que me dejara ir. Tendría que tener tal fuerza para hacer eso, que sus regaños tendrían que resbalarme. Quise revelarme al fin. Decirle lo que en verdad sentía al respecto.
  — ¡¿Por qué tratas de controlar mi vida?! —le grité.
  — ¡Natalie, no me grites! ¡Y es mucho más importante una entrevista para una prestigiosa universidad que una tonta audición! —me devolvió el grito, con aún más intensidad.
  — ¡¿Qué dijiste?! ¡¡No es una tonta audición!! ¡Tú jamás te preocupas por mí o por mi banda! ¡Lo único que te importa es la física y la química! ¡Jamás te interesó mi música! —seguí gritándole.
  Nunca me había comportado así con mi madre. En mis 17 años de vida, siempre nos habíamos llevado bien. Pero luego llegan la universidad y la audición y nuestra relación se arruina. Qué horrible momento.
  — ¡Natalie Ricci Jones, irás a esa entrevista y punto final! ¡No irás a la audición! No más discusiones —concluyó.
  La rabia me invadió de inmediato. Desde los pies a la cabeza. Sentía tal odio hacia ella que no me provocaba volverle a dirigir la mirada o al menos no volverle a hablar. No podía controlarme, la furia era demasiada para mí, y no estaba acostumbrada a ella. Podía reaccionar de cualquier manera en aquel momento. Cualquier manera…
  Solté el grito de desesperación más horrible que jamás pude haber emitido en toda mi vida.
  — ¡¡Io ti odio!! —grité. Aquello significa “Te odio” en italiano —. ¡¡Odio la mia vita!! —volví a exclamar. Esta vez lo que había dicho era “Odio mi vida”.
  Me fui furiosa a mi habitación, exclamando cosas en italiano, como: “¡Lo la odio!” (“¡La odio!”), “¡¿Perché è così controllo?!” (“¡¿Por qué es tan controladora?!”), “¡¿Perché non mi hai sentito?!” (“¡¿Por qué nunca me escucha?!”) Y… muchas otras cosas más que no debería mencionar o traducir…
  Mi padre era italiano de nacimiento, y cuando yo nací me llevaron a vivir a Italia varios años. De allí viene mi apellido “Ricci”. El segundo idioma que hablaba era el italiano, y la mayoría de las veces lo utilizaba para desahogarme —por eso cuando me desahogaba en frente de mis amigos no entendían nada—, o para discutir con mi papá. Pero ahora sólo lo utilizaba para desahogarme debido a que mi padre había muerto hacía 2 años. Lo extrañaba muchísimo, y él sí me habría dejado ir a la audición. Él me entendería mucho mejor que mi madre, y sabría lo importante que era la audición para mí.
  ¿Por qué mi madre no me dejaba vivir mi vida tranquilamente por sólo una vez en mi vida? ¿Por qué no le importaba lo que más amaba yo en la vida? Son buenas preguntas, y sólo ella sabe la respuesta a ellas. A veces podía decirle que la odiaba, y a los 3 minutos arrepentirme y pedirle perdón. Pero ahora era diferente. Ahora mi aversión hacia ella era tan grande que no me arrepentía. Cualquier cosa que ella me dijera resbalaría por la enjabonada pared de mi indiferencia. No me importaba nada, sólo la reacción de mis amigos. Eso me tenía dando vueltas la cabeza. Quería dormir, pero mis pensamientos me torturaban. Pasaban tan rápido como una flecha a través de mi mente y no me podía concentrar en uno a la vez.
  Decidí desahogarme de otra manera. No sólo verbalmente. Encendí mi piano eléctrico de 88 teclas y empecé a tocar una fuerte melodía, la cual describía toda mi rabia.
  Sus retumbantes notas sonaban por toda la casa, y sabía que mi madre no podía detenerme, y si lo hacía, no la perdonaría por el resto de mi vida.


 
  Sonó la alarma de mi teléfono celular, el sábado, con la habitual canción: “Fireflies”, una canción que me subía el ánimo cada vez que lo tenía por el piso. Amaba aquella feliz melodía que me recordaba a mi padre y a su amor por la música.
  Abrí los ojos débilmente, cogí mi celular y apagué la alarma.
  Me levanté por el lado derecho de la cama, posando primero mi pie derecho en el piso para no estar de mal humor en el transcurso del día —soy bastante supersticiosa—. Al levantarme me estiré y me dirigí a mi armario. Luego me miré en el espejo de cuerpo entero que había allí, y me sobresalté al ver mi imagen: Tenía mi cabello hecho un nido de aves, todavía tenía mi ropa del día anterior puesta y el maquillaje estaba regado por toda mi cara. Simplemente horrible.
  — Qué horror —susurré —. Asusto.
  Entré al baño, me desmaquillé, me cepillé el cabello y me metí a la ducha.
  De verdad quería acabar de  una vez con aquella horrenda imagen que se había proyectado en aquel espejo. Nunca me había visto más espantosa en toda mi vida. Aunque… sí, ahora que lo pensaba, sí me había visto más desarreglada. Quizás en… aquél viaje a Hawái. Allí, debido a que había playa —obvio—, mi cabello se tornaba crespo  y esponjado. Y mi piel se volvía grasosa… lo peor. Así que aunque ahora me veía horrorosa, al menos sabía que podía arreglar mi imagen.
  Cuando estuve lista, me volví a dirigir al espejo, y al verme sonreí. Era mucha la diferencia. Y me sentía bien con mi nueva imagen. Me distraía de cosas que no quería recordar.
  — Mucho mejor… —dije sin quitar la sonrisa de mi rostro.
  Ahora sí estaba linda. Con mi vestido negro y botas, me sentía segura y hermosa.
  Bajé las escaleras, sonriente y trotando, y al llegar empecé a buscar los ingredientes para hacerme mi desayuno. Pero… algo no encajaba, algo era diferente… algo faltaba…
  Me puse a pensar, y de pronto, cuando iba a abrir la puerta de la nevera, me encontré con un papelito que estaba pegado en ella con un imán. Decía:
  <<Hoy fui a trabajar temprano. Espero que no sigas enojada conmigo. Con amor, tu madre>>.
  Ah, claro, lo que faltaba era mi madre. Pero aquellas simples palabras: <<Espero que no sigas enojada conmigo>>, me recordaron lo indignada que estaba con ella, y me arruinó mi día perfecto. Era increíble que creyera que la había perdonado. No. Esa era mi respuesta, no la perdonaría a menos que cambiara de opinión y me dejara ir a la audición. De verdad me había metido en un gran problema con mis amigos.
  La furia me invadió, y sentí ganas de golpear a alguien. No podía  manejarla. Pero no me iba a salir de control como la noche pasada.
  Respiré hondo y conté hasta 10. Aquello me calmó un poco, y me dio tiempo de reflexionar.
  Pero era imposible.
  Instantáneamente, volvían los horribles recuerdos de mi agonía, y junto a ellos, indagaciones que no me permitían enfocarme en lo positivo. Ahora mi cabeza se había llenado de malos pensamientos. Estupendo.
  Me puse las manos en la cabeza, y traté de enfocarme en un pensamiento a la vez.
  ¿Qué haría ahora que no podía ir a la audición? ¿Qué pasaría con mi banda? ¿Qué harían mis amigos al respecto? ¿Qué haría en la entrevista para la universidad?, ¿me estresaría por cada pregunta que me hicieran? Y ¿qué sería de mi vida sin la música?
  Demasiadas preguntas y muy poco tiempo y paciencia para responderlas. Así que decidí que no pensaría en aquello y que sólo me haría el desayuno.
  Disfruté cada bocado de mis huevos, que me hacían pensar en otra cosa. Me alejaban cada vez más de mi desesperación, y me sentía mejor. Eso era lo que tenía. Hambre. Aunque… igualmente, cuando terminara, mis pensamientos volverían a mi cabeza y me torturarían una vez más.

  Al terminar, lavé los platos y llamé a mi amiga Kate. Era una de mis mejores amigas. Nunca me abandonaba ni en las situaciones más difíciles, y esta de verdad era una situación difícil. Mi querida amiga siempre me daba los mejores consejos, siempre sabía qué hacer. Nadie lograba crear una situación tan difícil para ella como para que no le encontrara solución.
   Agarré mi celular y marqué su número.
  — ¿Hola? —contestó.
  — ¡Hola, Kate! —la saludé enérgicamente, contenta de volver a oír su voz.
  — ¡Hola, Natalie! ¿Cómo estás?
  Al ella pronunciar aquella frase, volví a recordar todos los malos pensamientos. ¡¿Por qué simplemente no salían de mi mente?!
  Suspiré.
  — ¿Quieres que te sea sincera? Mal —dije.
  — ¿Qué sucede? —su tono de voz cambió repentinamente de feliz a preocupada.
  — Pues… ¿Sabes qué? ¿Por qué no vienes, y te cuento la larga historia?
  — Pues… no tengo nada que hacer, así que… estoy allí en 15 minutos, ¿está bien?
  — Claro, aquí te esperaré.
  Colgué, y me dejé caer en el sofá, esperando que lo que me había dicho Kate sí fuera verdad.
  Me dediqué a ahogarme en un vaso de agua mientras Kate llegaba a mi casa. No podía pensar en otra cosa. Estaba muy estresada, y no podía enfocarme bien en la solución.
  Después de otro rato de agonía, mis esperanzas volvieron cuando oí el timbre de mi casa sonar.
  Corrí hacia la puerta, y al abrirla, allí estaba Kate, con los brazos abiertos.
  — ¡Natalie! —dijo con un tono de compasión en su voz y en su rostro.
  — Oh, Kate muchas gracias por venir —dije dándole un enorme abrazo.
  — Querida amiga, lo que sea por ti —me dijo con una sonrisa.
  La invité a pasar, y nos sentamos la cama de mi habitación. Yo tenía la esperanza de que Kate me ayudara a resolver este horrible dilema que me tenía loca.
  — Y… ¿Sigues tocando piano? —dijo para poner tema.
  — ¿Qué? ¡Claro! O si no cómo tendría a este enorme piano en mi habitación. Además, toco el piano y la guitarra en la banda.
  — Ah, claro… “15 Minutes of Fame”… —dijo —. ¿Ya han… no lo sé… salido a la luz?
  — Pues… es exactamente de lo que quería hablarte: Tenemos una gran oportunidad, una audición en “House of Rock”. Y… sabes que amo la física y la química… y… que soy buena en ellas, y debido a eso, tengo también en juego, otra gran oportunidad. El punto es que… tengo un examen de admisión a la MIT, y el mismo día que tengo la audición de la banda, entonces le pregunté a mi madre si podía cambiar el día de la entrevista, y… se estalló una enorme pelea, y mi madre no me dejó ir a la audición.
  Kate escuchaba cada palabra que salía de mi boca con un gesto un tanto confundido, pero a la vez captando el sentido del problema.
  — No la has perdonado, ¿cierto? —parecía como si me hubiera leído la mente.
  — No… —respondí con la cabeza gacha y los brazos cruzados.
  Ahora que Kate estaba allí para aconsejarme, me puse a pensar… que quizás había sido un tanto dura con mi madre. Quizás debería perdonarla; después de todo, ella sólo quería lo mejor para mí. Quería que yo triunfara en la física o en la química y tener una carrera decente. Pero la música, aunque me muriera de hambre tocándola, al  menos me moriría con dignidad y pasión por lo que amaba. Y… aunque no era fácil triunfar en ella, simplemente quería hacer un intento. Dar lo mejor de mí para lograr lo que quería, y si no lo lograba, al menos tener la satisfacción de haber hecho mi mejor esfuerzo. De verdad quería ir  a la audición.
  Kate reflexionó un rato mi problema. Estaba muy pensativa, y temía que si la desconcentraba podía perder la gran idea que se encontraba formulando en su cabeza.
  De repente, Kate abrió los ojos como platos, y tomó una gran bocanada de aire.
  — ¡Creo que tengo una idea!
  En ese momento, recuperé mis fuerzas, se levantó mi ánimo y me sentí totalmente dispuesta a lo que fuera que Kate pudiera proponer. Lo que fuera. No me importaba. Lo único que quería era una cura para calmar mi agonizante dolor en el corazón.
  — ¿Qué es? ¡Dilo ahora! —la apuré emocionada. Mis latidos aumentaban su ritmo, y ya empezaba a sentir la adrenalina que corría por todo mi cuerpo.
  — ¿A qué horas es la audición? —me preguntó rápidamente.
  — Pues… no lo sé —me sentí atrapada de nuevo. No tenía idea de a qué horas sería la audición. Genial. Pero… ¿Cómo esperaban mis amigos que me presentara allí si no tenía una hora fija para ir? Se les había olvidado ese pequeño detalle. Luego, recordé que Kevin siempre mantenía su teléfono celular encendido, y decidí llamarlo para preguntarle —. Ah… déjame llamar a Kevin para preguntarle…
  Kate me miró con desdén. Normalmente, yo era muy olvidadiza. Sí, lo era. Una física que olvida cosas. Irónico pero cierto.
  Saqué mi celular de mi bolsillo y marqué el número de Kevin.
  Hiperactiva y emocionada, esperaba con ansias a que Kevin tomara de una vez su teléfono y me contestara. Pero los repiqueos del teléfono se hacían cada vez más constantes y largos. Nadie contestaba.
  Enojada, colgué con furia el teléfono.
  — Entonces llamaré a Jake —dije marcando rápidamente su número.
  Kate tomó asiento en mi cama, y se dedicó a esperar mientras yo trataba de averiguar la hora de la audición.
  Tenía todas mis esperanzas en Jake.
  — Vamos, contesta… —dije impaciente.
  Luego, alcancé a escuchar la voz de Jake en el fondo, luego más nítidamente.
  — ¿Hola? —contestó.
  Sonreí.
  — ¡Hola, Jake! —lo saludé feliz de que al fin alguien me contestara.
  — ¡Hola, Natalie! ¿Cómo estás?
  — Pues… tratando de resolver un problema. Y… necesito de tu ayuda para hacerlo.
  — De acuerdo, ¿Qué necesitas?
  — En realidad… sólo tenía una pequeña duda…
  — ¿Sí?
  — ¿A qué horas es la audición? —pregunté.
  — A las 7:00 p.m.
  No podía creerlo. La emoción me llenaba cada vez más, y ahora estaba totalmente segura de que podría ir a la audición. 7:00 p.m. Sólo unos minutos después de la entrevista. Era increíble que todo se resolviera con una simple llamada a averiguar a qué horas era la audición. Me hubiera ahorrado horas de sufrimiento. Genial. Sentía muchísima felicidad, pero a la vez un poco de rabia, porque… ¿Cómo había sido tan tonta como para no haberme imaginado aquella sencilla solución? Bueno, al menos tenía a Kate. Ella fue la que me abrió los ojos. En realidad, siempre lo hacía. Por eso era mi mejor amiga. Aunque también lo era por su maravillosa personalidad, solidaridad, y… muchos otros atributos que la ayudaban a tener mares de amigos. Pero ella yo nos conocíamos desde hacía 4 años, y desde entonces éramos las mejores amigas. Para ella yo siempre fui una fuente de apoyo, al igual que ella para mí. Nos respetábamos y queríamos la una a la otra.
  — ¡Gracias, Jake! ¡No sabes del problema que me has sacado! —le dije a mi mejor amigo con toda la alegría posible en mi voz.
  — No hay de qué. Entonces… ¿Sí irás? —me preguntó.
  — Ah… —no sabía qué responder. Todavía no estaba completamente segura de que mi madre aceptaría. Pero… si la perdonaba y hablábamos humana y tranquilamente, quizás me dejaría ir —. Pues… supongo… sólo tengo que convencer a mi madre, e iré. No estoy completamente segura. Pero sí te puedo prometer que haré lo posible…
  — Eso mismo dijiste ayer.
  — Sí, pero… —me harté. Tenía que ir a esa audición de alguna manera, pero tenía que ir. Tomé aire, concentré todas mis esperanzas en que mi madre me dejaría ir, y… —. ¿Sabes qué, Jake? Iré. Es lo único que te puedo decir hasta ahora. Iré, no me importa si no me gano la beca para la universidad, o si tengo que renunciar a ella. Ustedes son mis mejores amigos, son mi banda, y no los decepcionaré. Como vocalista y compositora, tengo una importante responsabilidad con todos ustedes. Somos un equipo, y en un equipo no se deja a nadie atrás, o se abandona. Así que iré. Aunque me tenga que escapar de casa.
  Wow. Vaya desahogada. Nunca pensé que podría decir eso, pero me arriesgaría. Después de todo, los problemas son los que hacen la vida interesante.
  — ¡Esa es la Natalie que conozco! ¡Así se habla! —me alentó Jake —. Sabía que no nos fallarías. Allí te esperaré. Adiós.
  — Adiós, gracias, Jake.
  Colgué.
  Kate se quedó mirándome.
  — Y… ¿Se solucionó tu problema? —me preguntó sonriente.
  Yo le devolví la sonrisa mucho más grande, y la abracé lo más fuerte que pude.
  — ¡Muchísimas gracias, Kate! ¡Te adoro! —dije todavía abrazándola. Sentí que una pequeña lágrima se asomaba por mis ojos. Pero no de tristeza. De felicidad.
  — De nada —me devolvió el abrazo —. Ahora… quisiera oír algo.
  — ¿Cómo que oír algo?
  — Ya sabes, ya que se van a presentar en la audición, me gustaría oír alguna de sus canciones. Aunque… debido a que los otros chicos no están, me la tendrás que cantar tú sola.
  La dejé de abrazar.
  — ¿Qué? Claro que no —dije —. Ni siquiera he calentado, no me siento segura.
  — Vamos, Natalie, ¿ni siquiera a tu mejor amiga? —me miró con ojos de cachorro perdido.
  Sonreí.
  — Está bien —dije agarrando mi guitarra, sacándola del estuche y ubicando mis dedos en los acordes de la canción.
  Esta vez fue ella quién sonrió.
  — Esta canción se llama “Forgive You” —dije, y empecé a hacer sonar las cuerdas de mi guitarra, al tiempo que dejaba que una suave melodía junto a una romántica letra salieran de mi boca.
  Pude ver cómo Kate me observaba fijamente. Aquello me intimidaba un poco, pero no dejé que mi voz se viera afectada por mi inseguridad. Después de todo, Kate era mi mejor amiga, y no debía tenerle pena. Además, ¿Qué se esperaría de mí en la audición, frente a 3 personas que deliberarían, entre ellas el dueño del lugar, si sí podríamos tocar allí? Tenía que prepararme sicológicamente.
  Pero ya nos habíamos presentado mi banda y yo en otro lugar. No legalmente, pero lo hicimos. Me refiero a… que simplemente armamos un escenario en una clase de parque, en el cual nos montamos a tocar. Esa fue una buena forma de empezarnos a dar a conocer. Así, las personas no podrían pasar por aquel punto sin vernos, o al menos sin oírnos. Y más o menos lo logramos.
  << Aquello había sido realizado el año pasado, yo tenía 16 años recién cumplidos. Fue muy divertido, y nos ganamos algunos fans. También repartimos discos generosamente, y hasta un chico nos pagó por uno. No aceptaba que “Una banda tan buena tuviera que regalar sus discos”. Así que nos lo compró por 15 dólares. Pero nuestra dicha no duró mucho, debido a que no le pedimos permiso a nadie para tocar en el parque, y algunos oficiales se acercaron a nosotros a llevarnos a la comisaría por habernos presentado “ilegalmente”. Pero no nos pudieron llevar. Nadie se mete con “15 Minutes of Fame”, ¡nadie!, así que rápidamente, antes de que nos pudieran llevar, recogimos nuestras cosas y nos montamos en la camioneta de Kevin (Ese auto ha pasado por muchas cosas), y nos fuimos.
  << Pero desgraciadamente la policía pudo ver la placa, y fueron a nuestras casas. Pero no arrestaron a nadie. Lo único que nos ganamos fue el peor regaño que nuestros padres jamás pudieran habernos hecho, y 1, 2 ó 3 meses de castigo. Pero valió la pena.
  Al terminar de tocar, Kate me aplaudió.
  — Linda canción —dijo.
  — Gracias.
  — ¿Compuesta por…?
  —… Mí —respondí su pregunta justo antes de que terminara de formularla.
  Kate me miró con suavidad y con un toque de duda en sus ojos, directamente a mí.
  — Es algo triste la letra… —dijo . ¿En quién te inspiraste para escribirla?
  No quería responder a esa pregunta. Era muy doloroso para mí recordarlo. Cada vez que lo hacía empezaba a llorar, y no quería hacerlo en frente de Kate. Claro que me había visto llorar otras veces, pero no por aquel motivo. Pero era mi amiga, y, aunque no nos hubiéramos visto desde hace 1 año, tenía que contarle todo.
  — Quisiera recordarlo sin sentirme decepcionada, engañada o triste —dije con todas mis fuerzas para no dejar escapar las lágrimas que tenía contenidas en mis ojos.
  — Vamos, no debe ser tan malo, nunca me contaste esa historia, ¿qué pasó? Quizás pueda ayudarte.
  — Está bien. Yo… amé a alguien, como no te lo puedes imaginar. Y… estuvimos juntos durante 6 meses. Pero… después… me di cuanta de que él no sentía lo mismo por mí. Y me engañó con otra chica. Luego terminé con él, y desde entonces no he sentido nada por nadie. Me da miedo volver a enamorarme y volver a sentir aquel dolor que me dejó cicatrices en mi corazón. Me marcó la vida, entonces… escribí esta canción. Porque… lo perdoné. Lo perdoné de todo lo que me había hecho. Porque de eso se trata la vida: De perdonar.
  Una pequeña lágrima rodó por mi mejilla. La limpié rápidamente.
  Kate se quedó mirándome impresionada.
  — Natalie… eres la persona más noble que he conocido. Y… que hayas perdonado a tu ex-novio por haberte manipulado es… increíble. Yo no lo haría. Pero tú lo perdonaste después de todo. Te admiro por eso. Pero… mírate, perdonaste a alguien que jugó contigo… pero  no a tu madre…
  Bajé la cabeza. Me sentía terrible. Porque… además de que Kate tenía toda la razón, yo me estaba contradiciendo totalmente. Había compuesto una canción llamada “Forgive You, y no había perdonado a mi madre. Debía perdonarla. Ya lo había decidido.
  — Tienes razón, Kate. La perdonaré. Es lo mejor que puedo hacer —dije.
  Ella asintió, y luego miró su reloj.
  — ¡Por Dios! ¡Son las 4 de la tarde! Lo lamento mucho, Natalie, debo irme —exclamó.
  — Está bien.
  La acompañé hasta la puerta, y allí me despedí de ella.
  — Adiós, Natalie, pasé un muy buen rato. Gracias por tocarme tu canción —dijo abrazándome.
  — Gracias a ti, me ayudaste demasiado. Como siempre.
  Caminó rápidamente hacia su auto, se montó en él, y reversó. Al llegar al pavimento de la carretera, me hizo el último gesto de adiós con la mano, acompañado del sonido de la bocina. Yo le devolví el gesto, apoyad en la puerta de mi casa, que aún se encontraba abierta.
  Cuando ya se hubo alejado, entré de nuevo a la casa, contenta de tener una solución a mi problema.
  Fueron pocos minutos los que pasé con Kate, pero me sirvió demasiado.


  Escuché la puerta de la casa abrirse, y bajé rápidamente las escaleras.
  Era mi madre. Debía perdonarla. Había pasado el resto de la tarde tratando de formar un discurso para decirle que la perdonaba. Era lo único que me quedaba por hacer.
  Al verla, me invadieron los nervios. Por favor, ¡era mi mamá! ¿Por qué me daba ansiedad decirle que la perdonaba? No lo sabía. Lo único que quería hacer era acabar con esto de una vez por todas. No iba a esperar a que ella me ofreciera sus disculpas. Después de todo, ni siquiera debería enojarme de ese modo con la mujer que me dio la vida y se suponía que era mi máxima autoridad. Pero… algún día había que crecer y ser yo misma mi autoridad, y no dejar que nadie me dijera que hacer. Lo odiaba. Por eso a veces mi madre me desesperaba con sus numerosas órdenes, de las cuales cumplía un 2 %.
  Tomé aire, y traté de articular palabra.
  — Em… mamá —traté de llamar su atención.
  Ella volteó por acto reflejo, y se quedó mirándome con esperanza.
  — Quiero que sepas que… te perdono. No debí enojarme contigo, en primer lugar, y sé que lo que tú más quieres es mi felicidad y mi beneficio. Me di cuenta de que la audición es a las 7:00 p.m., así que podré hacer la entrevista y el examen, y… también alcanzaría a ir a la audición. Te perdono, aunque en verdad no tengas la culpa de todo esto… en realidad, yo debería pedirte perdón por mi comportamiento. Y te prometo que no cuestionaré tu autoridad una vez más —dije.
  Mi madre se quedó parada en frente de mí, observándome cautelosamente, para descubrir si sí estaba diciendo la verdad o si sólo era un discurso como para acabar con la discusión. La conocía lo bastante bien como para definir el propósito de la profunda mirada.
  Luego suspiró.
  — Te perdono, hija. Y… gracias por perdonarme tú a mí. Yo también me equivoqué, debí escucharte y darte mi opinión acerca de ello. No sólo reaccionar diciendo “¡No!”. La clave de ser un buen padre es escuchar a los hijos y ver sus puntos de vista para definir una solución que los ayude a los padres y al mismo tiempo a ellos. Y… yo no te escuché. Lo siento —dijo abrazándome.
  — No te preocupes, mamá, nadie es perfecto. Además ya te había perdonado. Te quiero —dije devolviéndole el abrazo.
  — Gracias… ahora… ¿Qué dices si salimos a comer a alguna parte?
  — Por supuesto, sólo espérame unos segundos para yo arreglarme.
  Feliz, fui a peinarme y a cambiar mi desordenada imagen.
  Al estar lista con mi camisa color gris un tanto suelta, chaqueta de cuero negra con mangas que me llagaban hasta los codos, jeans oscuros y botas hasta debajo de las rodillas, también negras, mi madre y yo salimos a comer al primer restaurante que vimos: “Burger King”. No importaba, después de todo, ¿A quién no le gustan las hamburguesas?
  Mientras esperábamos nuestro pedido, nos pusimos a hablar.
  — Y… ¿cómo tuviste la inteligencia de haber averiguado la hora de la audición?  —empezó mi mamá  —. Mejor dicho, ¿cómo no se te ocurrió antes?
  Me sentí un tanto avergonzada, pues la idea no había sido mía, además de que no podía creer que no se me hubiera ocurrido. Estaba tan atrapada en mis problemas, que no trataba ni siquiera de buscar una solución aceptable.
  — ¿Sabes algo? No fue mía la idea —dije tímidamente.
  — ¿Ah, no? ¿Entonces de quién fue?
  — Pues… de Kate.
  Mi mamá parecía confundida. Quizás era porque ella creía que Kate y yo ya no éramos amigas, aunque yo dijera que era mi mejor amiga. Y… sí, no habíamos hablado durante mucho tiempo, desde que ella se fue a la universidad.
  — ¿Kate?
  — Sí, Kate. La invité y fue… entonces le toqué “Forgive You” y le conté de la banda y de mi problema, así que… como ella es tan inteligente para resolver aquella clase de problemas, aproveché, y me dio una solución muy coherente: me dijo que llamara a Kevin, pero no me contestó, así que llamé a Jake y le pregunté a qué horas era la audición y me lo dijo. Luego le agradecí a Kate, y se fue porque eran las 4 de la tarde.
  Después de haberle aclarado la historia, mi madre se veía un poco más feliz, pero a la vez decepcionada, y yo sabía muy bien por qué: Porque no me había detenido a pensar en la solución del problema, y en vez de eso me había dedicado a ahogarme en mis lamentos.
  Debido a su mirada, ya sabía qué era lo que iba a decir, así que para no sentirme peor, la detuve.
  — Ya sé qué vas a decir, no es necesario que lo digas de nuevo. Ya tuve suficiente con 16 años de oír lo mismo…
  — Y sigues sin aprenderlo, así que no dejaré de decirlo, hasta que lo tengas muy presente en cada situación de tu vida, ¿me oíste, Natalie? —me interrumpió.
  — Sí señora… —contesté cabizbaja.
  El resto de la conversación sólo se trató de cómo iba a estudiar para el examen de la universidad.  No fue malo, a decir verdad, me sirvió mucho. Mi madre me dio varios consejos muy útiles.




Chicos, ¡¡espero que les haya gustado el primer capítulo de mi novela!! ^^ J

¡A mí me gusta mucho! La quiero con todo mi corazón, pues es mi novela más preciada, también es en la que más escribo.
Perdón si las frases en italiano no están bien escritas… -.- Amo el italiano, pero no se mucho… quiero aprender. Por ahora me defiendo con el traductor de google ¬¬
Los quiero!!! Xoxoxo, Pofy 05!! 

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